El tweet perdido de Pablo Iglesias

El perro de Iglesias

El perro de Iglesias

Pablo, es una vergüenza que solo 24 horas después de negarle un minuto de respeto a un ser humano te conmovieses por una perra anciana abandonada por su dueño a la que, alguien, buscaba un adoptante. Por eso me atrevo a escribirte en nombre de una clase media, de mediana edad y con hijos adolescentes, que considera que los políticos deben demostrar humanidad y que, también, aman a los animales.

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Soy uno de tantos padres que bregamos a diario con la deshumanización de nuestros hijos y con su falta de valores. El mío, por suerte, es un tipo muy listo apegado a la realidad y no sólo a los videos de YouTube, a los mensajes simplones de Twitter y a la vida en imágenes de Instagram y Snapchat. El chaval tiene buen corazón y le encanta charlar conmigo sobre lo que ocurre en el mundo. Llora con el dolor de los inmigrantes y se espanta con el dolor animal. Sin embargo, este pasado domingo, tras interrogarme sobre Fidel Castro y acordar que era una figura irrepetible del siglo XX, me sorprendió saber qué pensaba sobre Rita Barberá. Tiré de datos objetivos, de la Constitución e, incluso, del derecho a ser considerado inocente hasta que no se demostrase lo contrario. Aunque finalmente desistí cuando me dijo: “A nadie le importa que haya muerto. Ni siquiera los políticos han querido recordarla con un minuto de silencio”.

Pablo es obvio que tú no tienes la culpa de cómo son y cómo sienten nuestros jóvenes. Pero tus palabras alientan la falta de humanidad entre quienes te escuchan. Diriges un partido obrerista sin hoces, martillos ni referentes intelectuales. Has prometido tanto y de forma tan vacua, que cuando intentes llenarlo de contenido te será imposible conseguirlo. Has abusado tanto de los significantes vacíos que, al fin, lo has conseguido: te has convertido en el Partido de la Ira Juvenil. El mayor de tus problemas presentes es el futuro, porque tu mera renuencia a callar durante 60 segundos ha convocado el peor odio en nuestros hijos. Algo que, tarde o temprano, te pasará factura. Por eso te pido que reflexiones y lances un mensaje de perdón.

Aprendí desde muy joven a no condenar a nadie sin que antes se le hubiese juzgado. Y a veces, Pablo, se te olvida que se trata de una premisa básica en una democracia anclada en la legalidad. Es cierto que Rita Barberá, de la que nunca sabremos si fue o no culpable de corrupción, sufrió el escarnio de los medios de comunicación y el vacío de sus compañeros de partido. Los primeros escribían al calor de la noticia y los segundos lo justificaban por el desgaste mediático de dar su apoyo a alguien al que el pueblo ya había condenado. Pero macho, cuando murió estaba sola. Tanto como la perra abandonada que tanto te preocupa.

¿No te conmueve imaginarla sola en su habitación de hotel, leyendo compulsivamente todo lo que de ella se decía —y últimamente no era nada laudatorio— e intentando olvidar, con ansiolíticos, la vida que últimamente le había tocado sufrir? Según tú, se lo debía haber buscado por meter mano en la caja. Según mi forma de verlo, murió siendo inocente porque ningún juez la había condenado. Su corazón se paró de golpe. Ya no quería sufrir más. Y tú, sin embargo, no has sido ni siquiera capaz de concederle un minuto de respeto en tu mediática y privilegiada vida.

Pablo, a los seres humanos la muerte nos une. Por eso la prensa ha puesto azúcar a sus crónicas y sus compañeros, al fin, han podido hablar de ella sin ser juzgados. Todos, salvo tú, han respetado el dolor de la familia. La piedad, algo tan cristiano que te debe parecer deleznable, ha permitido que comprobemos que en política también se tiene alma y corazón, porque el dolor ajeno debería hacer olvidar las discrepancias y unir. Incluso tus amigos te han dado una lección de vida, amigo Pablo. Tu portavoz, Ramón Espinar, expresando sus condolencias a la bancada del PP. Rufián aludiendo que no era el día para hacer crítica política. Joan Baldovi, de Compromís, presente en el minuto de silencio, con su “hay que separar la vertiente política de la personal”. Todos han demostrado calidad humana. Sin embargo, tú pareces tener un corazón de hojalata, salvo con los animales.

A muchos opinantes no les gusta lo que representa Podemos. Yo intento mostrarme equidistante y mesurar lo que desde el partido que diriges se hace bien y mal. Sin embargo, creo que la muestra de inhumanidad que has tenido con Rita Barberá te desautoriza como comandante de cualquier barco. Por eso si meditas y reconoces haberte equivocado amando a perros y olvidando a seres humanos, todos conseguiremos un mundo mejor y nuestros jóvenes comprenderán que sufrir con el dolor ajeno es saludable. Necesitan un mundo donde no se vilipendie sin pruebas, incluso después de la muerte. Un mundo donde se sientan reflejados en los sabios y no en los indigentes emocionales, que prefieren ayudar a un animal desvalido que a un ser humano que dio todo por la servidumbre pública.

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