Un pederasta en el armario de Yolanda Díaz

Un pederasta en el armario de Yolanda Díaz

En abril de 2016 Yolanda Díaz llevaba apenas 3 meses como diputada en el Congreso. Había conseguido su escaño como número 2 por la provincia de La Coruña de la coalición electoral En Marea, formada por Esquerda Unida, Podemos y Anova, que a su vez fue la escisión del BNG liderada por Xosé Manuel Beiras. Antes de llegar al Congreso, Yolanda Díaz había sido concejal en el Ayuntamiento de Ferrol desde 2003 hasta 2012 y posteriormente diputada del Parlamento de Galicia, desde 2012 hasta enero de 2016. El día 15 de ese mes de abril de 2016 la hoy líder de Sumar se vio forzada a aparecer ante los medios de comunicación en relación con la detención por un delito de pornografía infantil del que fuera su asesor primero en el Ayuntamiento de Ferrol y posteriormente en el Parlamento de Galicia, Ramiro Santalices.

«Hemos procedido inmediatamente, rescindiendo su contrato y suspendiendo de militancia a esta persona», fueron sus palabras. Y añadió «actuamos correctamente desde el minuto menos uno y esto es lo que tenemos que decir políticamente». Cuando los dos exmilitantes de Esquerda Unida, José Loureiro y Mercedes Salvatierra, escucharon ese «desde el minuto menos uno» se les debieron abrir las carnes, porque a ellos Yolanda Díaz los había expulsado del partido siete años antes por denunciar unos hechos similares que también podrían haber sido cometidos por la misma persona. Ramiro Santalices fue finalmente condenado a un año de prisión por un delito de posesión de pornografía infantil en concurso con otro de distribución, al demostrase que, desde su ordenador del Parlamento Gallego, el asesor de Yolanda Díaz compartía documentos fotográficos con otros usuarios, planeaba encuentros para masturbarse y reconocía que «le gustaba abusar de niñas de 10 a 12 años».

El 2 de febrero de 2009 Yolanda Díaz era la Coordinadora nacional de Esquerda Unida y además también era concejal en Ferrol. Ese día, varios militantes de Izquierda Unida descubrieron archivos pedófilos en un ordenador que tenían en la sede del partido. El equipo estaba a disposición de las 10 o 12 personas que tenían llave de la sede, pero las sospechas apuntaban a este mismo Ramiro Santalices que, por ser asesor de Yolanda Díaz en el ayuntamiento “tenía llave de la sede, vivía solo y se solía quedar hasta altas horas en la oficina”, lo que coincidía con el hecho de que “las búsquedas se hacían a altas horas de la noche”. Los militantes de Izquierda Unida que descubrieron estos hechos hablaron con Yolanda Díaz como coordinadora nacional y esta «le restó importancia» a lo que habían encontrado, alegando que «será un virus». No conformes con la respuesta de sus superiores, el 4 de febrero, Salvatierra y Loureiro acudieron a la comisaría y cuando se lo comunicaron al partido, Izquierda Unida les denunció a ellos por difundir falsas y graves acusaciones contra la organización política. Y tras una investigación interna, fueron expulsados del partido.

Los hechos ocurridos en 2009 fueron archivados por el Juzgado de Instrucción número 3 de Ferrol pese a que el juez concluyó que hubo una infracción penal, pero no se pudo demostrar quién la había cometido. Yolanda Díaz encabezó la lista de Esquerda Unida para las elecciones al Parlamento de Galicia de octubre de 2012, en coalición con Anova y Equo, y la gallega ocupó la viceportavocía del grupo en el Parlamento de Galicia, para lo que se llevó con ella como asesor a Ramiro Santalices, manteniendo en él su confianza pese a las sospechas de que consumía material pedófilo usando un ordenador del partido. Finalmente, este asesor de Yolanda Díaz fue condenado por unos hechos similares desde otro ordenador de la oficina de su partido en la sede del Parlamento de Galicia. Hoy, cuando José Loureiro y Mercedes Salvatierra, los dos miembros de Esquerda Unida expulsados por denunciar lo que estaba pasando, ven que Yolanda Díaz pretende ser la primera presidenta del Gobierno de España convirtiéndose en la imagen de una izquierda dialogante, no pueden dejar de recordar lo que les hizo a ellos cuando intentaron impedir que un pederasta continuara a su lado.

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