Pablo hiena Iglesias abraza la castidad

Pablo hiena Iglesias abraza la castidad

El machito Alfa de Podemos halló otra follamiga y cambió de celo. Eso se dijo y en seguida fue negado. Al ser de pasiones volcánicas y breves, el rumor apostó por la promiscuidad del Alfa con coletas, pues sus antojos carnales suelen dinamitar sus compromisos. Así alcanzó el punto de nieve la noticia de que tan ridículo macho había entrado en loco celo una vez más, habiendo convocado otro casting entre esas correligionarias de alto voltaje de Jodemos/Podemos que mendigan caricias carnívoras y mueren de éxtasis, que no de amor, con tal de sentir en sus labios los besos obscenos del antisistema.

Irene Montero, la última belleza a la que, según cuentan, el seductor dio matarile, ya prepara un hatillo con penosos recuerdos eróticos e inicia un angustioso éxodo a la fila de atrás, para incorporarse a ese triste gallinero donde cacarea Tania Sánchez, penúltima mujer en ser disfrutada por el coleccionista de orgasmos. Al parecer, dicha hiena, más que órganos sexuales, tiene un imán. Atrae a las necias como alondras al espejuelo, las cubre y las despacha. Como se lava poco, su acre olor orgánico vuelve locas de remate a las que pasan por su lecho, lo cual abona la burda tesis de que lo antihigiénico es sexy.

Este zafio comunista —o sea, inculto, sin finura— no tiene aspecto de respetar a mujer alguna a tenor de sus propias palabras. Sólo sabe liar a damas de capirote. Por eso me extraña mucho que, según cuenta la habladuría, haya sido capaz de seducir a Paula Vázquez, a la que le van los hombres sin chepa y con la altura y categoría de Sergio Luyk. Pero, tras ver que tan tórrida fémina se atrevió a alzar el puño contra Miguel Ángel Blanco y apoyó a Irene Montero en su esperpéntica intervención frente a Mariano Rajoy en el Congreso, ya no sé qué pensar. Difícil será que me convenzan que ha sido vista junto a la hiena, brindando con chakolí y los etarras.

No doy crédito a que Paula se haya convertido en una meretriz que consienta relaciones con una hiena moteada a cambio de poder. Me resulta imposible, siendo una leal amiga de Irene. Aunque cuando entran las ganas de chingar, cualquier revolucionaria de nuevo cuño, se pone el mundo por montera y te pone unos cuernos apoteósicos. En ocasiones lo lógico se decanta por lo impensable. ¿No será que la hiena, después de decir y hacer tantas cosas estúpidas, ha perdido la propia estima y ha llegado a la conclusión de que lo mejor para él sería dejarse de cópulas y abrazarse a la filosofía zen de la castidad?

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