Otro (y doble) chantaje más

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No repara en gastos. Ni en mentiras. Ni en chantajes. Cuento un sucedido: al término del mitin con el que Sánchez fustigó, sin vergüenza alguna, a los empresarios del IBEX, se sucedieron cortos corrillos. Cortos, porque los obligados asistentes lo único que deseaban era desaparecer cuanto antes de aquella encerrona. Pues bien, en uno de ellos destacó una conclusión: “Este hombre no tiene cura; ha sido la enésima tabarra desde el comienzo de la pandemia”. Ninguno de los convocados, ni siquiera el más partidario, presidente de una eléctrica, quiso comparecer ante los periodistas que rodeaban el acto para expresar una opinión. Alguno ha dicho textualmente que “nunca se hacen declaraciones después de este tipo de actos”, pero sólo es una verdad piadosa con el anfitrión: quien quiere las hace, lo que sucede es que en esta ocasión, el grupo se disolvió a toda prisa no fuera a ser que alguno se fuera de la lengua y dijera lo que realmente  piensa. Y, ¿qué piensa la mayoría? Pues que toda la intervención de Sánchez se fundamentó en un solo objetivo: presionar a los empresarios para que estos, a su vez, conminen a Pablo Casado, y el presidente del PP se avenga a a apoyar los Presupuestos “por el bien de España”. Nunca se ha visto cosa igual.

Pero es que además Sánchez sabe -se lo ha dicho Casado en estas mismas horas- que su partido no apoyará textualmente “de ninguna manera”, unas Cuentas en las que participe ‘fifty fifty’ el Podemos del probable encausado Pablo Iglesias. Entonces, ¿por qué Sánchez perpetró esta pirueta ante sus oyentes? Fácil, para intentar vender (ya lo está haciendo) que la derecha “no arrima el hombro” y  de forma más sectaria y vilmente aún, que se niega a “entenderse con España”. Él va proclamando en reuniones como la descrita y en los micrófonos de su emisora de cabecera, que de lo que se trata ahora es precisamente de que “España se entienda con España”. Lo grita, con su acostumbrada faz de mentiroso patológico, quien es el jefe de un Gobierno en el que participan los que, sin disimulos, apuestan por barrenar nuestra democracia e incluso nuestro país hasta convertirlo en una franquicia de Maduro o, más finamente, del mismísimo Putin. ¿Quién en su cabales va a creerse a un prestidigitador de este jaez? Sánchez utilizó a sus oyentes del IBEX como conejitos de Indias de una operación que tiende a perpetuarse en el poder previo un paso denigrante: ensuciar, vía su inmensa capacidad publicitaria, la imagen del principal partido de la oposición -ya lo ha hecho también- de “antipatriota”. Los empresarios -me cuesta decirlo así- son unos personajes aherrojados por el poder en un Estado como el nuestro en el que “casi todo” está regulado en el Boletín Oficial del Estado. Nuestro Estado no domina todos los ámbitos de la sociedad, como es el caso de Francia, pero no le va a mucho a la zaga. Por eso el IBEX no tiene otro remedio de que soportar las mil y una homilías bochornosas e interminables de este narcisista patológico.

En poco más de un mes y siempre y cuando Sánchez saque adelante los Presupuestos, lo cual está muy por ver, la Unión Europea dirimirá si envía ya el regalo de los 140.000 millones de euros que ha prometido. Una buena parte de esta dádiva debería llegar a las iniciativas de nuestros empresarios, los únicos que en este país son capaces de crear auténtica riqueza. ¿Cómo, pues, los dueños del IBEX se van a enfrentar al presidente de su Gobierno? Uno de  ellos me decía ayer mismo con toda propiedad: “Un empresario tiene la obligación de negociar con el Gobierno de turno”. Incluso con este que, encima, violenta la realidad de la reunión de lunes y afirma que los convocados “mostraron su apoyo directo a lo dicho por el presidente del Gobierno”. Es decir, que como no se han pronunciado en contra, algo que, como hemos alegado no pueden hacer dada su posición económica y social, eso significa que están de acuerdo con Sánchez. Subvierten el sentido último de ese dicho: “El que calla, otorga” y convierten el silencio en aplauso. Pues no: el que calla no otorga, el que calla no dice nada, que es exactamente lo que ha pasado. En resumidas cuentas, con su desahogo habitual, ya acrisolado por el uso, Sánchez, ayudado ¡cómo no! por ese gurú del marketing que es Iván Redondo,  ha ingeniado un nuevo y doble chantaje: contra el IBEX, al que ha usado como una compresa, y contra Pablo Casado, al que quiere presentar como un fascista antipatriota. La maniobra es tan cierta como repugnante.

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