¡Ojo! Este país está en alerta roja

Mentira Pedro Sánchez

Apenas acabada la entrevista brutal, ajena a cualquier criterio periodístico objetivo, que la televisión gubernamental realizó el lunes contra el candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo, éste y sus acompañantes-colaboradores, abandonaron el plató sin una práctica despedida, entre otras cosas porque el jefe de la fechoría que ordenó a su vástaga Inchaurrondo acorralar policialmente al invitado, no tuvo la gallardía, ni la educación de recibir a la persona llevada al efecto hasta TVE.

El Chupaíto, que así se le conoce al innombrable en esa Casa, prometió vengarse cuando una reforma legal en la televisión madrileña le envió a las tinieblas exteriores, y a fe que está cumpliendo su amenaza. ¿Quién en esta situación y circunstancias accedería al tramposo debate que Sánchez y sus terminales mediáticas prepararon a mayor descrédito de Feijóo? Naturalmente que nadie. En este medio publicitario al que nos referimos han agarrado como emblema de campaña contra el aspirante una fotografía de hace veinte años de Feijóo con un tipo que, al cabo del tiempo, resultó con implicaciones en el narcotráfico que el juez Garzón, nada menos, luego descartó. ¿De verdad que desean que hablemos de fotos comprometidas? ¿De verdad? Pues ahí va el ejemplo de aquella reunión de los acólitos de Sánchez con al menos dos bilduetarras condenados por terrorismo sanguinario. Todos -recuérdenlo- con cara de circunstancias porque en aquel sarao el PSOE y Bildu acordaron un apoyo sin fisuras a Sánchez para toda la legislatura.

¿Quiere Sánchez que pongamos a pasear por las redes aquel vídeo del insustancial Patxi López impidiendo, empujón incluido, la entrada de Rajoy en la capilla ardiente del militante socialista Isaías Carrasco? ¿Por qué no le preguntan también a la locutora de Sánchez, Yolanda Díaz, qué hay de aquella instantánea gráfica en la que su ejecutado Beiras, le espetó sin ambages: «No eres una buena mujer»? Y ¿qué tal los encendidos besos de pasión de Sánchez a la contrabandista venezolana Delcy?

Aún quedan secuelas de esta agotadora campaña electoral (llevamos así desde el 13 de mayo) y la pregunta que flota en cualquier ambiente político del país es ésta: ¿A qué más se atreverán estos individuos? Descartada, como parece, la comparecencia de Felipe González para apoyar decididamente a su sucesor, y frustrada la fiesta de la compañía de la ceja con una Marisa Paredes recién extraída de un asilo teatral, ¿qué les queda por hacer?

El prevaricador y malversador Tezanos ya ha dado, como se esperaba, lo peor de sí mismo con la aportación de dos sondeos más falsos que la cara de Judas, y ha contado -esto hay que decirlo ya- al menos con la complacencia, si no con el apoyo, de todo el funcionariado que trabaja en el Centro de Investigaciones Sociológicas ¿A qué esperan estos técnicos (¡por Dios, y éstas!) para manifestarse en público y decir: «Nosotros/as no nos hacemos responsables de esta grosera manipulación»?

Es realmente sorprendente que no se haya producido esta reacción, al contrario, sin ir más lejos, de lo que ha ocurrido en Correos, donde todos los sindicatos -subrayo, todos- han denunciado las penurias e irregularidades que está sufriendo el voto por correo. Y por cierto, ¿alguien conoce qué cara tiene el presidente de esa sociedad? Otro que no está teniendo la bizarría de dar la cara para explicar al público en general su descomunal incompetencia.

No lo hará porque aquí, en España, esta campaña que ya afortunadamente vamos abandonando, es la de la mentira. Sánchez, y la parte de su Gobierno que le jalea, se están cansando de constatar que su estrategia de homologar a Vox con Feijóo no cuaja, por tanto, han dejado al margen esa embustera especie y ahora se están centrando en, como diría un entrenador cursi de baloncesto, los «pequeños detalles». La foto antedicha, por ejemplo. O con mayor insistencia y a la desesperada, el ridículo aviso de que una victoria del centroderecha español sería retroceder -dice Sánchez textualmente sin que nadie le afee su ignorancia- cuarenta años, o sea, volver a 1983.

Pero ¿realmente sabe este individuo qué sucedió en España en 1983? Pues, ágrafo nuestro: que ya gobernaba el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra, los mismos que ahora le ven y le escuchan y les entra la erisipela. Le han quitado la medalla del trabajo a Girón de Velasco, una falangista, esa es la verdad, que fue el organizador de la mejor obra del franquismo: el Instituto Nacional de Previsión, embrión sanitario del formidable sistema asistencial del que ahora gozamos en España. Gracias a él, los antepasados de Sánchez y de tantos fanáticos suyos que ahora le soban el lomo pudieron curarse de sus males, eso, sí, hace setenta, sesenta o cincuenta años.

Como estos personajes sufren de parálisis intelectual, ignoran estas referencias y se acogen a la figura de Franco para intoxicar a votante con el regreso a no sé qué dictadura. ¿Saben qué pasa? Pues que con aquel general todo el personal sabía a qué atenerse; no había libertad y el régimen no tenía por qué esforzarse en justificar cómo los gerifaltes dominaban toda la arquitectura institucional del momento. Regresar al pasado no es retrotraerse a lo ocurrido (o soportado, si quieren) hace casi un siglo: significa agrandar hasta el pasmo democrático la involución democrática que ha perpetrado Sánchez convirtiendo todas las entidades del país en su cuarto de la plancha.

No hay alerta azul, aunque éste sea el color prototipo del PP, ni gaitas: existe el peligro cierto de que si este domingo próximo la derecha española no se pone las pilas, el fautor de tanto desmán, de este inmenso desatino, siga en las andadas volando en el aeroplano oficial como si fuera el barco propio de Onassis. Esta es la auténtica alerta roja que amenaza nuestras cabezas. Hay dieciocho provincias de este convulso país de las que depende que el domingo Sánchez se vaya a hacer puñetas y sólo le podamos ver amarrado a algún banquillo. En estas demarcaciones electorales nos jugamos que la alerta roja no se convierta en un campo de exterminio nacional. Votar no es suficiente, hay que votar bien; útil para el fin común que se persigue: echarle. Votar contra Sánchez y todo el mal que nos ha traído su mugrienta, repulsiva, rastrera y soviética gobernación.

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