España en llamas: ¿cómo se arregla esto?

Dicen los enterados de los entresijos sanchistas que algo relevante debe haber ocurrido durante el agonizante mes de agosto en la privativa playa de La Mareta y la residencia real que tanto gusta a Pedro Sánchez, su mujer, su madre, familiares varios y, por supuesto, a gentes como La Mareta, Illa y, of course, el inefable José Luis Rodríguez Zapatero.
¡Todo gratis, naturalmente! O mejor, a cargo de los contribuyentes, incluidos, esa legión de españolitos que ni siquiera han tenido la posibilidad de salir ni un fin de semana en este terrible ferragosto ante el brutal encarecimiento de la vida y la pérdida de poder adquisitivo de millones de españoles de clase media y clase baja… ¡Esto es así, mal que les pese a los edecanes del régimen!
Una vergüenza en sí mismo, máxime cuando presume de dirigir un Gobierno «progresista» (sic), a cuyo mando está el presidente más rojo de toda Europa.
Ha tenido que ser sacado a la fuerza de esas «reales estancias» –que el Rey Felipe cedió en 2015 a Patrimonio Nacional– cuando España entera se quemaba por los cuatro costados y todo el país era un clamor reclamando que su primer ministro se calzara un mono y diera ejemplo.
¡Ni por esas! Todas las visitas han sido eso, un inmenso paripé, rodeado de guardaespaldas, mamandúrricos edecanes y sectarios bien pagados. El pueblo llano, cuanto más lejos mejor, no vaya a ser que le dé por decirle al conducator lo que no soporta oír.
Como hizo en la DANA y otras catástrofes, Sánchez se llamó a andanas, se puso la camiseta de tirantes y prefirió el chinchón maretil y el regocijo vacacional a cumplir con su deber, como corresponde a un gobernante que se precie. Como en anteriores ocasiones de trágicas circunstancias, el primer ministro (que ya no cuenta para nada en la esfera europea e internacional, como ha quedado evidente esta semana), prefirió dejar a las comunidades autónomas al pairo, naturalmente gobernadas el PP, cuando sabe que una situación de emergencia nacional (esta lo era) corresponde tomar la iniciativa al Gobierno de la nación, como bien le ha recordado el ex magistrado del Tribual Constitucional, Manuel Aragón, nada sospechoso de remar para el PP, y uno de los grandes expertos reconocidos en la interpretación de la Carta Magna.
España en llamas, unas llamas que todavía continúan ardiendo a la hora de escribir este post. A ello se une el colapso energético, que volverá, según los expertos: trenes varados, carreteras en trance de convertirse en meros caminos, sanidad saturada y deuda galopante. Siete años de sanchismo que le han servido para recaudar más de billón y medio de euros extra en forma de impuestos y nadie sabe dónde han ido a parar porque, si todo lo anterior fuera poco, el oscurantismo es una de las señas de identidad de un régimen persona que periclita… ¡Una democracia agónica!
¿Cómo se arregla? Dejad al pueblo que hable, que hable limpiamente, sin subterfugios y votos mal contados; y después, que venga otro presidente sin problemas sicológicos irresolubles. Que se lo pregunten a los del Financial Times, que el pasado miércoles se despachó a gusto.
P.D. Ni soy ni pretendo ser un experto en la prevención de incendios. Sólo recuerdo que hace muchos años oí a Félix Rodríguez de la Fuente dar la receta: «limpiar los bosques, quitar la enorme basura en las cuencas de los ríos y arroyos, acabar con la civilización de la basura, y dejar que la gente viva en sus predios».