Munar, la nueva mejor amiga de Prohens

Cuando aterricé en Baleares tenía 33 años y una extraordinaria capacidad de sorpresa. Eran los primeros dosmiles, acababa de ser nombrado director de la edición autonómica de El Mundo y no habían pasado ni dos semanas cuando me percaté de los niveles de corrupción tercermundistas que sufrían las Islas. Aquello se parecía éticamente más al África subsahariana, a México, a Venezuela, a Brasil o a Argentina que a Alemania, Reino Unido y no digamos ya los países nórdicos o el Benelux. La clase política era en sus niveles más altos una cuadrilla de gángsters.
El problema no era que los barandas locales fueran unos golfos, que también, sino que los medios estaban unánimemente comprados salvo contadas y no menos honradas excepciones como la de Gabriel Torrens, actual delegado de Es Radio. Consecuencia: robaban a manos llenas sin contrapeso alguno que les hiciera frente sacando a la luz sus miserias. La madre de todos los chorizos se llamaba Maria Antònia Munar. No había día en el que alguien no me sorprendiera con un trinque de la presidenta del Consell de Mallorca y número 1 de Unión Mallorquina (UM), el minúsculo partido que había ejercido de bisagra desde la Transición. Ellos decidían quién gobernaba, si el PP o los socialistas, a cambio naturalmente de un suculento negociete a cargo de la Administración regional, que es lo mismo que decir a cargo del contribuyente.
«Esto se va a acabar», me dije a mí mismo para, acto seguido, solicitar a mis colaboradores que se pusieran manos a la obra. No transcurrió ni un mes entre mi instrucción y el primer escandalazo de esta gentuza publicado por El Mundo balear:
—Munar transporta la grava de las carreteras que adjudica—, titulamos a toda portada.
El cristo que se montó fue de padre y muy señor mío. El resto de la profesión nos puso a parir por haber osado romper la omertà. Munar salió en rueda de prensa para desmentir nuestra noticia:
—Es falso que yo posea el 40% de esa empresa de transportes [hasta ahí habíamos podido llegar nosotros], tengo el 95%—, apuntó en su sincero y no menos desvergonzado mentís.
Meses después le comentaría literalmente a Ágatha Ruiz de la Prada:
—Da igual que contéis que hacemos negocio con las administraciones que gobernamos, aquí estas cosas no se tienen en cuenta—.
La UM de Munar decidía quién gobernaba Baleares a cambio lógicamente de algún suculento negociete a cargo de la Administración regional
Algo parecido sucedió con otro que tal bailaba, Jaume Matas, president popular del Govern, que me recriminó que destapásemos el tarro de las esencias de la mangancia de su socia Munar y de sus aliados de Unió Mallorquina.
—¡Eduardo, tenéis que dejar de meteros con Munar!—, me recriminó fuera de sí un tipo que acostumbraba a exhibir unas formas impecables bajo la inmensa cristalera que preside el salón de desayunos y comidas del Hotel Palace de Madrid.
—Jaume—, repliqué sin solución de continuidad, —es una corrupta del carajo y nuestra obligación moral y profesional es contarlo—.
—Baleares es diferente, Eduardo—, me contraatacó.
—No sabía yo que hubiera una ética para las Islas y otra para el resto del mundo—, zanjé irónicamente el debate.
Un año después nombré jefe de Investigación del rotativo a Esteban Urreiztieta y apunté a Maria Antònia Munar como gran objetivo a seguir. Ni podíamos ni debíamos permitir que el latrocinio le saliera gratis.
Nos pusimos las botas. Cuando no eran las autoadjudicaciones de contratos públicos que se hacía la pájara a través de su marido, eran las joyas, los bolsos y los atuendos que portaba —no salía de su casa sin menos de 120.000 euros sobre su augusto cuerpo—, y cuando no era ni lo uno ni lo otro eran los trinques de sus subordinados. Su vicepresidente, Miquel Nadal, otro pedazo de quinqui, se pagaba su hobby volador —era piloto de avioneta amateur— con fondos públicos; su mano izquierda, Dolça Mulet, también exigía mordidas como si no hubiera un mañana y, además, cada vez que llegaban unas elecciones municipales compraban votos entre la colonia sudamericana asentada en Mallorca. Aunque han pasado muchos años creo recordar que la papeleta electoral con el logo de Unió Mallorquina se cotizaba a 500 euros allá por 2007. El pucherazo les permitió mantenerse como bisagra durante 30 años.
El desahogo llegó al paroxismo cuando se convocó el concurso de Can Domenge, el único gran solar que quedaba vacío en el epicentro de Palma. Era propiedad del Consell. Se presentó todo quisqui: todas las grandes promotoras locales y buena parte de los gigantes nacionales acudieron al concurso. El que más pujó fue José Luis Núñez, histórico ex presidente del Fútbol Club Barcelona, que puso encima de la mesa 60 millones de euros, 60 millones de euros de los de hace dos décadas, que se dice pronto. Y el que menos Sanahuja, otro constructor de postín catalán, en cuyo sobre aparecía una cantidad que era exactamente la mitad: 30 millones. Entre medias había todo tipo de ofertas: 35, 40, 45, 50 y 55 millones.
Cada vez que llegaban unas elecciones municipales Unió Mallorquina compraba votos entre la colonia sudamericana asentada en la isla
Y resultó que Munar le adjudicó la joya urbanística a quien menos había ofertado de entre la decena de aspirantes: Román Sanahuja. El mundo, que no la palma de la mano, al revés. Nuevamente, todos callaron… menos el medio que dirigía un servidor. El que paga, manda, y Munar mandaba mucho porque untaba a base de bien a todos los diarios menos al nuestro. Pasaron los años, no cejamos en el empeño, despertamos la atención de la gente honrada de la Agencia Tributaria y de una minoría de la Fiscalía que quería hacer justicia, demostraron que había percibido coimas por esa adjudicación al peor postor y otras, la imputaron, la procesaron y finalmente le cayeron 14 años de prisión, la sanción más alta jamás impuesta a un político de postín en nuestra democracia. Unió Mallorquina se disolvió al más puro estilo Convergència, cual azucarillo.
Desafortunadamente, no le cazaron el botín que escondía e intuyo esconde en paraísos fiscales. Estamos hablando de una ciudadana con una fortuna de 120 millones, un auténtico milagro de los panes y los peces para alguien que se ha dedicado toda la vida a la política y no superó nunca los 60.000 euros brutos anuales de soldada.
Ella se hacía con el botín en el Consell y Matas hacía lo propio en el Ejecutivo balear. El popular adquirió siendo presidente un palacete en el Casco Antiguo de Palma valorado entonces en 5 millones, dos pisos en el barrio de Salamanca de Madrid que luego juntó montándose un casoplón y un apartamento mirando a la Isla de Cabrera, mientras lucía en su muñeca pelucos de 200.000 euros. Su salario público era de 69.000 euros brutos al año. ¿De dónde sacaba pa tanto como destacaba? Pues del mismo lugar que su socia Munar. Obvio. También terminó en el hotel rejas.
Nuestra protagonista acabó dando con sus huesos en la cárcel de Palma, donde vivió siete años, y ahora disfruta del tercer grado. Vamos, que técnicamente continúa siendo una reclusa por mucho que goce ya de libertad. El arriba firmante pensaba que, naturalmente, ostentaría la condición de paria de la tierra o apestada el resto de sus días. Mi capacidad de sorpresa se volvió a ver sobrepasada con 24 primaveras más —quién me lo iba a decir— el 31 de julio cuando me contaron que la presa más conocida de Baleares, la gran ladrona, se había plantado en la inauguración en la Lonja palmesana de una antológica de la obra escultórica de Joan Miró que, por otra parte, es altamente recomendable: La força inicial.
La fortuna estimada de Munar es un auténtico milagro de los panes y los peces para alguien como ella que se ha dedicado toda la vida a la política
¿Quién organizaba la muestra? Pues ni más ni menos que el Govern balear y el Ayuntamiento de Palma. ¿Quién es la propietaria de la Lonja? La primera de las instituciones. Conclusión: el pase se lo habían cursado desde la Presidencia del Ejecutivo autonómico. Las pocas dudas que albergaba se redujeron a la nada cuando observé en el reportaje fotográfico a la actual presidenta balear, la popular Marga Prohens, colegueando y riendo a mandíbula batiente con Munar y su antaño lugarteniente, Dolça Mulet, también condenada a prisión por sisar dinero público. Me quedé literalmente ojiplático. Prohens no es una novata en el dudoso arte de los homenajes a corruptos: hace dos años hizo lo propio con José María Rodríguez, antaño conseller y secretario general del PP balear.
Nuevamente, OKDIARIO se convirtió en la excepción que confirma la regla al publicar la noticia que todos los demás callaron. Debe ser que el dinero de todos está para mirar hacia otro lado con la corrupción. No entendía nada hasta que alguien me sopló recientemente que a los genios del Consolat de Mar, los spin doctors de Prohens, se les ha ocurrido que lo más conveniente para no tener que depender de Vox es arañar voto nacionalista rehabilitando a Maria Antònia Munar, una sujeta que se autodefinía como tal pese a que sólo ha profesado dos ideologías: la peseta y luego el euro.
Una imbecilidad sideral que sería para estallar en carcajadas si no estuviéramos hablando de algo tan crucial en democracia como la legalidad, la ética y la estética. La cuadratura del círculo se produjo hace pocos días cuando conocimos que Unió Mallorquina quiere regresar a la arena política aunque con otro nombre, naturalmente. Que son golfos pero no tontos.
Me quedé literalmente ojiplático cuando vi a Marga Prohens colegueando y riendo a mandíbula batiente con Munar y su antaño lugarteniente MuletEn el haber de Marga Prohens existen muchas cosas buenas: ha eliminado el Impuesto de Sucesiones, el de Donaciones, ha bajado el tramo regional del IRPF y está liberalizando el suelo. Y nadie le puede discutir su talento para la oratoria, habla como los ángeles, y un envidiable espíritu de superación frente a las adversidades médicas. Pero nada o casi nada bueno ha hecho en el terreno de la libertad lingüística. Tan sólo ha eliminado esa paleta obligatoriedad de saber catalán para optar a una plaza de médico en la Sanidad balear. En todo lo demás siempre vota por acción u omisión con los nacionalistas. No es una opinión, son hechos. Hace bien poco el PP respaldó una moción para que los anuncios de vuelos en los aeropuertos de Son Sant Joan, Menorca e Ibiza sean en inglés y catalán exclusivamente. Ya se sabe que el español es una lengua facha. Y también se está luciendo negándose a reducir las viviendas turísticas, demagógica machadita que sólo ha conseguido masificar unas Islas sobresaturadas y meter un rejonazo de campeonato al estratégico sector hotelero. Unas cuantas de cal en materia fiscal y algunas de arena, como por ejemplo esa vuelta de tuerca a la comunistoide ecotasa y a los gravámenes a los coches de alquiler.
Esto es como si Alberto Núñez Feijóo se empeñase en devolver a la categoría de político digno a Jordi Pujol amén de fomentar el renacimiento de Convergència para ver si suena la flauta y los votos de Abascal dejan de ser imprescindibles. O como si hablase de Luis Bárcenas como «el hijo pródigo de Génova 13» y, acto seguido, le devolviera el carné de militante. O como si colase en las listas a Ignacio González o a la ladrona de Eroski, Cristina Cifuentes. Todos pensaríamos que o bien no es el personaje impecablemente ético que conocemos o que es necesario incapacitarlo. Prohens corre ese mismo riesgo, además de otro no precisamente menor: que sospechemos que la política cosmopolita, moderna y honrada que nos vendieron era mentira. Que en realidad se trata de una casposa criptonacionalista, además de una suicida porque siempre habrá quien la identifique moralmente con una corrupta nivel dios. Poco nos pasa y poco les pasa.