La mirada singular de Schiff al tránsito del clasicismo al romanticismo, tomando a Bach como observador áureo
El pianista húngaro Sir András Schiff se acercó el 12 de agosto al Festival de Pollença por derecho propio

El pianista húngaro Sir András Schiff se acercó el 12 de agosto al Festival de Pollença por derecho propio, aunque técnicamente cabría entender que vino a llenar el vacío ante la negativa de Grigory Sokolov a tocar el piano en espacio abierto como el claustro de Sant Domingo. Pese a ello, estuvo el ruso el 30 de junio en el Auditórium de Palma, regalándonos momentos de gran intensidad y brillante magisterio. Ambos comparten el vivir instalados en el olimpo de los grandes intérpretes. La única diferencia que Sokolov, de 74 años, guardó un riguroso silencio durante la velada, mientras Schiff, de 71 años, eligió dar a conocer cada pieza de su repertorio durante el recital.
Este 2025, András Schiff acostumbra en sus recitales por el mundo a incluir obras de Bach, Haydn, Mozart, Brahms y Beethoven, dejando cuantos bises quiera –cinco esta vez- para recrearse en Mendelssohn, Chopin y Schubert. Según explicación del programa de mano, no incluir el repertorio concreto se explica en la cita del libro de Schiff La música nace del silencio, donde subraya la confianza en el chef a la hora de elegir los platos, «dejando que él arme el menú como a él le parezca mejor». También suele decir que «la gente ya sabe cómo toco, y me gusta dar prioridad a las vibraciones que me llegan del lugar donde voy a tocar, decidiendo el repertorio a última hora».
Lo que sí queda claro es que el objetivo sobresaliente de los recitales de 2025 es mostrar argumentos, escritos con sus dedos, del tránsito del clasicismo al romanticismo y como punto de partida siempre Bach, el padre de la música desde el barroco a nuestros días según la trinidad que nos describe Schiff: «Bach es el padre, Mozart el hijo, Schubert el espíritu santo». Los tres en el recital del claustro de Sant Domingo. Abrió, apelando a la plenitud de J. S. Bach, con Aria de las Variaciones Goldberg (1741), para retroceder hasta 1704 y mostrarnos a través de Capriccio sota la lontanaza del suo fratello dilettissimo, una obra de juventud, la capacidad temprana de Bach para la evocación de emociones a través de la música. A partir de aquí, a transitar.
Fiel a su propósito de extremar el intimismo, acarició acto seguido Sonata en Do menor de Haydn y Rondó en La menor de Mozart. Parecía lógico continuar con Beethoven, por la conexión existente entre Haydn amigo de Mozart y mentor del propio Beethoven, pero decidió decantarse por Tres intermezzi de Brahms, por cierto uno de sus trabajos más introspectivos, y ahora sí, cerrando el recital la Sonata nº 30 en Mi mayor de Beethoven, una de las favoritas de Sir András Schiff y que además conectaba bien con el momento por su escala íntima, en especial por las seis variaciones del tercer movimiento de marcado carácter personal y lírico. De paso iba a servir de bálsamo a lo sucedido anteriormente. Así llegamos a los bises, al rescate de la figura de Schubert como el tercero de la trinidad de Schiff.
Empezó con dos mazurkas de Chopin, no hay pianista que visite Mallorca sin rendirle pleitesía a Chopin, y acabó con los Impromptus de Schubert, dándole así cuota al romanticismo. Entre medias, vuelta a J. S. Bach para recrearse en el primer movimiento de su Concierto italiano.
Ahí queda constancia del repertorio de la velada del 12 de agosto en la que asistimos con recogimiento y expectación a la mirada singular de Schiff al tránsito del clasicismo al romanticismo, tomando a Bach como observador áureo. No en vano Schiff está reconocido mundialmente como intérprete de referencia de las obras de Johann Sebastian Bach. Su recogimiento provoca un silencio perturbador, sobresaliendo la pureza de las notas expulsadas del teclado con suma delicadeza y por momentos intuyendo los pensamientos del propio compositor; la manera en que fluían por su cabeza. Un sin igual.