Non compares: Galicia é diferente

Galicia Rueda

Hago la afirmación de un persistente cronista que ha seguido todas las elecciones regionales en Galicia desde que en octubre de 1981 y contra todas las encuestas publicadas, la Alianza Popular de Fraga Iribarne y, sobre todo, de un proctólogo eficaz y amable, el doctor Fernández Albor, ganó a los gobernantes de UCD que entonces ya se estaban batiendo en retirada. Galicia fue diferente en aquel momento a lo que se preveía y todos los paracaidistas que llegamos hasta aquella región para intervenir o contar -nuestro caso- lo que ocurría allí, notificamos una doble realidad: primero que, efectivamente, Galicia é diferente y, segundo, de forma más empírica, que es bastante inútil insistir en que un gallego revele por anticipado el sentido de su voto. Así que ojito con las encuestas.

Una anécdota al respecto: pululábamos cuatro periodistas por las cuatro provincias del noroeste español para narrar en tiempo y hora las entrañas de las primeras elecciones. Aparcamos nuestros estómagos en un bar interpueblos de Orense, y allí nos topamos con cinco individuos vestidos de pontifical: trajes de domingo, corbata, eso sí, discreta, de guardarropía, y albarcas festivas para navegar por el presunto terreno mojado de la provincia. Nos avecinamos con ellos y les preguntamos: «¿Qué? ¿De mitin?». Callaron como difuntos hasta que al despedirnos, después de haber engullido un descomunal lacón con grelos, el más despavorido de lengua, ¡fíjense!, nos confesó: «No es que no queramos decir nada, es que hemos dicho a nuestras mulleres que vamos de boda, pero en realidad vamos a un acto de Franqueira».

Éste, Gómez Franqueira, era la sazón, el cacique económico de Orense, el fautor de las cooperativas Coren que vendían a toda España y allende Pirineos. Había adquirido fama nacional porque entonces fue -y ahora lo sigue siendo- el único civil que se ha enfrentado cuerpo a cuerpo con ETA. En efecto, en junio de 1980, Zapatones, Antxón Alcocer Gabaldón, quiso secuestrar a don Eulogio para sacar a su familia una millonada por su rescate: en la refriega, don Eulogio agarró una escopeta cercana y persiguió al comando de Zapatones escaleras abajo de su vivienda. Los terroristas huyeron como lagartijas, y Franqueira explicó su hazaña de esta manera: «¡Bah! No tenían huevos».

El sí los tenía y los expandía por España entera. Su negocio. Era el cacique de Orense, de la misma forma que Cacharro Pardo, natural de Jaén, lo fue de Lugo, y Paco Vázquez de Coruña, por eso Galicia tomó fama, en parte cierta, de ser refugio de oligarcas made en el terruño. A todos, a los iniciales y a los herederos, les lidió con éxito Albor, apodado El Merendinhas, dada su afición a hacer de sus mitines suculentas reuniones en las que el pulpo y la empanada de vieiras, eran los invitados especiales. Luego a Fraga, derrotado en las generales, le dio por refugiarse en su tierra de origen, en el refajo de la tía Amadora, y se colocó como candidato con un horrible cartel que se adornaba con una imagen de fotomatón y un lema que rezaba de este modo: «Galego coma ti». Uno y otro, el cirujano y el padre constitucional, fueron venciendo en sucesivas elecciones con un mensaje galleguista muy nítido y criticado en la Corte: Gallegos, efectivamente como tú. Diferentes.

A Feijóo también le llegó la crítica de la Corte centralista por eso. Los paisanos nunca quisieron que «los de Madrid» se llegaran penosamente (las comunicaciones eran y son terribles) hasta Galicia a impartir lecciones de vencedor. En la manía de los partidos de programar auténticas excursiones de políticos de cabecera para apoyar a los candidatos del lugar, se hicieron risas en su momento -quizá todavía duren- de un ministro de Obras Públicas que se alzó prepotente en su mitin y prometió: «Nunca más el río de este pueblo quedará sin puente». El pueblo no tenía río y un aldeano sentenció: «¡Pobriño!».

Galicia era y es muy diferente y también morigerada pero nada complaciente. Ahora respira indignación porque se ha enterado de que ellos, los ciudadanos de la autonomía, están pagando 400 euros por barba de la deuda de Cataluña. El pillastre de La Moncloa, que en cinco años sólo ha visitado Galicia en tres ocasiones, ahora se monta en «nuestro» Falcón y aterriza en Santiago o en Vigo con la cartera abierta de nuestros impuestos: hoy ofrece un buque que nadie le ha pedido, mañana prometerá dádivas sin cuento a los presuntos votantes. Pero estos -ya lo digo- le han cogido el móvil al psicópata (allí también le califican así) y se dicen: «Pero, home, ¿de qué va este?».

El PP ya ha presupuestado educación gratis desde la guardería a la Universidad y autobuses gratis total. «¿De qué va este?», se repiten unos electores, los socialistas, que según sugieren (cuando les da por ahí) a quien les interroga que en febrero se van a quedar «a nosa casa». Contestan como contaba Pío Cabanillas, padre que lo hizo una aldeana pontevedresa la primera vez que un encuestador llamó a su puerta. El diálogo fue así: «¿Ya tiene decidido usted su voto?», preguntó el sondeador, y la vecina, atusándose el mandil, replicó: «La señora no está aquí». La señora, naturalmente, era ella.

En este momento tempranero de campaña los sondeos producen recelo, más que nada porque el recuerdo de julio también se ha acomodado en los temores del noroeste, pero lo que apuntan mayoritariamente es, ya lo saben, una repetición de la mayoría absoluta del PP. Existe preocupación por dos circunstancias: la primera, por si la inútil presencia en Galicia de Vox restara votos al PP, y una más local, por si en Orense la Democracia Orensana de un perturbado, tránsfugo del PP, Gonzalo Pérez Jácome, le puede dar un disgusto al pacífico y muy acreditado candidato, Alfonso Rueda. Los «pellets» no le han funcionado a los artistas invitados; veinte años después del Nunca mais creyeron que iban a llenar de cofradías pesqueras la plaza del Obradoiro y de sesenta convocadas sólo acudieron tres a la cita.

Estos cenutrios/as enrabietados/as no recuerdan que, tras el Prestige, arrasó el PP en la Costa de la Muerte. Ahora, este domingo próximo, los independentistas del bloque vuelven a la carga del alboroto; no cuentan naturalmente con la santiaguesa Yoly Díaz que, aún vestida de Dior y según todos los pronósticos, no se va a comer un saci el día 14. O sea, Vox está más en fastidiarle la nueva fiesta al PP que en combatir al PSOE, al que, por cierto, todas las muestras le aventan una bajada notable. Galicia, en resumen, tan diferente en costumbres, modos y templanza, no está -parece- por darle un revolcón a su paisano Rueda, pero el miedo atenaza ahora el cuerpo del PP. ¿Qué fechoría perpetrará el desalmado presidente? Por lo pronto, acuérdense de ésta: un día abordará el Falcon y prometerá AVE gratis en días. Será otra mentira más, pero Galicia le castigará: é diferente y no se tragará los embustes del psicópata. A lo más, como el aldeano citado, musitará: «¡Pobriño!».

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