¿Negacionismo o tiranía?

¿Negacionismo o tiranía?

Hace pocos días, una Catedrática de una Universidad española de las históricas me envió noticia de un grupo de médicos críticos con la gestión del COVID-19. Según estos «médicos por la verdad» se están exagerando los términos y las cifras, pues los asintomáticos no están enfermos y los muertos causados por el COVID-19 suelen fallecer por otras causas. Además, son muy críticos con el uso generalizado de las mascarillas. Al leer dicha información, me pareció interesante compartirla en Facebook para sondear opiniones. Todavía creo que la ciencia es colaborativa, y que bien está tantear diversos pareceres para indagar la verdad. Al fin y al cabo, los ciento y pico médicos «por la verdad» son tan médicos como los expertos del Ministerio de Sanidad. Cual no sería mi sorpresa cuando a los pocos minutos de mi publicación veo que Facebook superpone a lo que yo publicaba un enlace de “maldita.es” que califica de bulo lo que yo había publicado.

En la filosofía del bachillerato, aprendimos que la verdad era la adaequatio rei et intellectus, es decir la correspondencia entre la cosa conocida y el concepto intelectual. La noticia que yo compartía simplemente informaba de algo verdadero: que 150 médicos opinan diferente. Lo que puede ser discutible es lo que afirman sobre las muertes, los asintomáticos y las mascarillas, aunque la red social lo tacha de bulo, pues al parecer sólo se admite una posición científica.

Lo que me ha ocurrido con Facebook me parece un ejemplo más del ambiente  que nos envuelve. A diario oímos y leemos en los medios la comunicación (incluidos los supuestamente críticos con el Gobierno) hablar de «negacionistas» para referirse a los científicos que opinan distinto. En castellano el negacionismo es la “actitud que consiste en la negación de hechos históricos recientes y muy graves que están generalmente aceptados” (RAE). La palabra tiene por tanto una carga negativa tal que se podría considerar injuria el calificar a alguien de negacionista sin razón.

En su célebre “Los orígenes del totalitarismo”, Hannah Arendt analizó la generación en el siglo XX de enormes Estados que usaron la ley para extender su poder. A eso llamó totalitarismo, por diferencia con la tiranía, que suele actuar al margen de las leyes. Creo que el ambiente que vivimos tiende a la tiranía (como muestran los diferentes casos de anulación de decisiones estatales por llevarse a cabo sin una ley que las ampare). Y un problema de este ambiente tiránico es como lo alimentan los creadores de opinión. Ayer por ejemplo, el predicador matutino de la SER (Pedro Blanco) se quejaba de que los empresarios de hostelería impugnaban las restricciones sanitarias y que los Jueces no resolvían las impugnaciones con “criterios científicos”. ¿Acaso pretende el locutor que los Jueces se saltasen la ley por esos “criterios científicos”?.

Carezco de conocimiento científico suficiente para saber si la verdad sobre el COVID-19 la tienen los «negacionistas» o la doctrina oficial en que se basan las verificadoras para tildar de bulo sus afirmaciones. Dada la complejidad del virus, creo que tardaremos mucho en saberlo. Pero lo que si me parece es que muchas personas, en especial muchos informadores, construyen un relato del problema en el que la doctrina oficial se ha imponer de forma tiránica. Y eso pone en peligro nuestros derechos. Así pues, espero que las instituciones, en especial los Jueces, sigan funcionando mejor que estos medios, aunque no sigan «criterios científicos» (más aún sabiendo que en lo científico perdura la discusión).

 

Lo último en Opinión

Últimas noticias