La monja está poseída
Sor Lucía Caram está poseída por su forofismo culé. Como si fuera una especie de mística, vive en constante genuflexión ante sus totems balompédicos. Una pasión que trasciende lo racional y que no responde ante Dios ni ante la ley. La monja televisiva, admiradora acérrima de Pep Guardiola, dice que la condena de 21 meses de cárcel a Messi por fraude fiscal es debida a la injerencia del Real Madrid. Con esta barbaridad, que oscila entre el sempiterno victimismo barcelonista y un mero delirio pueril, se ha despachado Caram en redes sociales a la hora de valorar la decisión de la Audiencia de Barcelona, que este miércoles ha dado su veredicto sobre el caso donde el futbolista y su padre, Jorge Horacio Messi, estaban acusados de defraudar a Hacienda un total de 4,1 millones de euros en los ejercicios de 2007, 2008 y 2009.
La monja argentina, simpatizante y partidaria del separatismo catalán, ha cimentado este argumento peregrino en el hecho de que Marta Silva, exdirectiva del Madrid, sea actualmente abogada del Estado y directora de sus servicios jurídicos. Esta teoría de la conspiración venía de lejos. Caram ya trató de exculpar a Messi el pasado 2 de junio con el freno de mano echado. «Quién está detrás de todo esto…», deslizó como por descuido en Twitter. Para ella, lo importante no era el veredicto final de la justicia sino encontrar un culpable, preferiblemente por anticipado y ubicado en la capital de España. Mientras prosigue con su conspiranoia de «buenos y malos», la única certeza es que el juez desestimó la petición del fiscal de absolver a Messi.
A pesar de ello, la estrella del Fútbol Club Barcelona puede recurrir la sentencia. En principio, no implica el ingreso en prisión por tratarse de una condena menor a los dos años, tal y cómo establece el Código Penal. Padre e hijo carecen de antecedentes penales y, además, Messi está al corriente de todas sus deudas con Hacienda tras saldar la cantidad que tenía pendiente. Sor María Caram haría bien en dejar los infundios cerrados bajo llave y respetar a la justicia española. Sobre todo, cuando ésta aún no ha dicho la última palabra.