El mal ejemplo italiano tiene sus corolarios españoles

El mal ejemplo italiano tiene sus corolarios españoles

Uno de los dirigentes europeos más respetados mundialmente, Mario Draghi, ha caído víctima de los populismos italianos que tanta similitud tienen con los españoles. Una pésima noticia para Italia, Europa y España. Ante el “populismo” acomplejado de Sánchez (antes del Debate sobre el Estado de la Nación donde ya se rindió sin ambages al podemismo) siempre nos quedaba el reflejo transalpino de un país tan cercano a nosotros en problemas, esperanzas y sueños rotos.

El hombre que salvó al euro y en los últimos años a Italia, el profesor de Harvard, harto de tanto filibusterismo por parte de los profesionales de la política, ha cedido dar carpetazo a su etapa como primer ministro convencido de que no se puede construir nada serio en medio de la turbamulta. Le hubiera resultado muy fácil rendirse a las exigencias de los extremos italianos donde también Silvio Berlusconi y sus herederos son extremos.

Un dirigente serio, aunque no tenga partido, no puede estar a merced de los caprichos de los que no saben nada, ni les interesa. Aquí, los extremismos son los que detenta el poder y aspiran a detentarlo por mucho tiempo. No se revuelven contra Sánchez en el bien entendido de que el presidente es uno de ellos. Draghi es un hombre con cuaderno de bitácora, valores y conocimientos que raramente coinciden con los demagogos baratos o los telepredicadores de sobresaltos. Evitó durante algún tiempo que Italia, la tercera potencia económica de la Unión Europea, se convirtiera en el primer problema de la UE. A partir de ahora, el país del presidente Sergio Mattarella, el principal damnificado por la marcha de su primer ministro, camina rumbo a lo desconocido. Hay que añadir en este contexto que el país amigo dispone de una sociedad civil mucho más organizada y poderosa que la española y ello es siempre un dique de contención frente a los desvaríos políticos.

Los gendarmes “fake” del sistema democrático, por aquí pululan unos cuantos, siempre han repudiado que un tecnócrata que sabe cosas pueda presidir un gobierno. Ya sabemos que el sistema representativo se asienta sobre el voto; nadie en su sano juicio y con un mínimo de pudor democrático puede ponerlo en duda. Sin embargo, hay momentos extraordinarios -vivimos en una de esas excepcionalidades- donde la salvación del pueblo viene de la mano de conciencias genuinamente democráticas que no están enfrentadas a la sabiduría, el saber y la determinación a la hora de tomar medidas para solventar grandes crisis. En el caso español podemos observar el nivel técnico de aquellos que presumen de gobernarnos. Ahí están sus hechos. Y frente a hechos no caben argumentos.

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