Una limusina para Broncano

David Broncano

Todo aquel que deja ser utilizado por Pedro Sánchez acaba destrozado y convirtiéndose en un juguete roto. Ahí tenemos el caso de la lideresa laborista –Iván Redondo dixit– Yolanda Díaz que ha pasado de posible presidenta del Gobierno –otra vez Iván Redondo dixit– a número tres de la plataforma que ella misma había creado. Si su carrera sigue así, acabará de vocal 4ª de su comunidad de vecinos. Sin olvidarnos del simpar Pablo Iglesias, azote del fascismo y líder del marxismo-chaletismo, que pasó de querer asaltar los cielos con sus 71 diputados a YouTuber de rebajas ya líder moral de una formación que, con suerte, sacará media docena de escaños. Sin olvidarnos del mismo Redondo, que ha pasado de ser el hombre fuerte de Moncloa a ser un articulista que más que un politólogo, parece Aramis Fuster, dada la certeza de sus pronósticos.

También hemos de mencionar a la brillante Esquerra Republicana de Oriol Junqueras y las impresoras Gabriel Rufián, que llegó a reinar en la Generalitat, a gobernar un buen número de grandes ciudades catalanas, a ganar las elecciones municipales en Barcelona, ya tener 13 diputados en el Congreso. Su sumisión a Sánchez ha llevado a ERC a dejarse la mitad de los escaños, a perder el gobierno autonómico catalán y alcaldías tan importantes como Tarragona o Lérida. Y en Barcelona pasó de ser la primera fuerza, a la cuarta.

Y no nos olvidemos del PNV, que está a un paso de ceder la hegemonía política en el País Vasco a los fans de los terroristas de ETA, EH Bildu. Es curioso que los únicos que han resistido el gafe sanchista sean Otegi y sus amigos. Ni Puigdemont se salva, porque sus cesiones al inquilino de La Moncloa –no se crean el teatrillo de Junts, a la hora de la verdad siempre vota sanchismo– han alimentado a la Aliança Catalana de Silvia Orriols, mucho más efectiva y contundente en su mensaje hispanófobo. En las siguientes elecciones que se convoquen en Cataluña Puigdemont se va a dejar los dientes y buena parte de sus escaños.

Y ahí tenemos a David Broncano, que se las prometía muy felices con sus veintiocho millones de euros y sus índices de audiencia resplandecientes en las primeras semanas de emisión de La Revuelta. Todos los telediarios, y toda la prensa amiga de La Moncloa, se volcaron con el humorista de Jaén para intentar hundir a Pablo Motos por haber osado no haber puesto El Hormiguero al servicio del galgo de Paiporta. Espero que Broncano no esté malgastando la millonada que cobra del dinero de todos los españoles en vivir a lo grande, porque si esperaba enganchar un contrato millonario tras otro igual se encuentra que no va a ser así. No va a haber televisión privada –ni a este paso pública– que pague esas cantidades astronómicas por un presentador que se está hundiendo en las audiencias y lucha por no bajar del 10% del share. Si sigue el camino de otros juguetes rotos por el sanchismo –que es lo que será cuando deje de ser útil a la maquinaria de propaganda del PSOE– le veremos tocando el bombo en el metro para luego pasar la gorra.

Broncano fue un gran humorista, que supo innovar el concepto de late-show televisivo y el de la radio humorística en España, pero que al aceptar formar parte del entramado mediático de Sánchez ha conseguido que muchos que pensábamos que era un buen cómico le veamos como un monclovita más. Que ahorre mucho dinero del contrato estratosférico que los socialistas le han regalado, porque lo tiene muy difícil para ser el golden boy de la televisión nacional. Y es que cada día es menos dorado y, por razones del paso del inexorable paso del tiempo, menos boy.

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