Los lazis hacen cosas de lazis
Cuando las tropas aliadas vencieron a Alemania en la II Guerra Mundial y sus ejércitos fueron descubriendo los campos de concentración no había civiles alemanes que se declarasen nazis, todos negaban saber lo que ocurría en esos campos de exterminio, así que los aliados los pusieron a enterrar judíos para que se enterasen de lo que habían consentido. Pero claro, desde la primera deportación en masa de 1938 hasta el suicidio de Hitler en abril de 1945 habían pasado muchas cosas. Ni siquiera la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, la de los Cristales Rotos, llegó de repente. Aunque el antisemitismo y los pogromos son muy anteriores al nazismo, Hitler publicó ‘Mein Kampf’ en 1925, seis años después del Tratado de Versalles que puso fin a la I Guerra Mundial, humillación que sirvió de excusa a los nazis para generar odio hacia los judíos, a quienes culpaban de la derrota alemana. Más de 20 años de nazismo en los que cada vez se llegaba un poco más allá y muchos civiles alemanes consentían.
Horrorizados por las consecuencias de la I Guerra Mundial, fueron muchos los políticos europeos que se esforzaban en mantener la paz con la Alemania del Tercer Reich. La cabeza visible de esta política de apaciguamiento que permitió a Hitler llegar hasta donde llegó fue el primer ministro del Reino Unido, Neville Chamberlain a quien Winston Churchill dirigió esta conocida sentencia: «Tuvo usted para elegir entre la humillación y la guerra, eligió la humillación y nos llevará a la guerra». Aceptar las agresiones de un matón para evitar una confrontación que puede ser desagradable, intentando apaciguarlo, no suele dar buen resultado. Ese atacante se crece, sus embestidas aumentan conforme comprueba que son impunes y se incrementan sus simpatizantes cuando se dan cuenta de que la violencia es útil para conseguir sus objetivos.
Este sábado, en Barcelona, una mala bestia lazi le ha roto la nariz de un puñetazo a una señora que, con sus hijos, quitaba lazos amarillos de los espacios públicos. No ha sido la primera ni será la última agresión lazi. El lazo amarillo representa hoy en Cataluña lo mismo que la esvástica representó en Alemania durante los años 20, nacionalismo xenófobo, racista y violento. Ese que hace que el alcalde de l’Ametlla de Mar llame “bicho” a Arcadi Espada por pintar de rojo un lazo amarillo colocado en una rotonda del pueblo. O el que provoca que Torra escriba cosas como que los no independentistas somos “carroñeros, víboras, hienas, bestias con forma humana que sorben odio”. Igual que los nazis llamaban ratas a los judíos los lazis deshumanizan a los que opinan diferente y todos sabemos adónde lleva ese camino porque las agresiones ya han empezado.
No se puede dejar crecer a la bestia, la violencia, el racismo y la xenofobia lazis deben ser cortados de raíz porque el apaciguamiento tendría unas consecuencias fácilmente predecibles. Los partidos políticos constitucionalistas deben ponerse al frente de ese movimiento ciudadano de resistencia contra el lazismo que intenta limpiar los espacios públicos de lazos amarillos. Ya que los Mozos de Escuadra no lo hacen, hay que proteger físicamente a estos héroes de la resistencia y denunciar ante la justicia a sus agresores y a los Mozos que no les defienden, para que sobre ellos caiga todo el peso de la ley. Se deben organizar excursiones con brigadas de limpieza que desde otras comunidades se desplacen allí para ayudarles y demostrarles que no están solos. Toda España debe tomarse en serio el lazismo antes de que sea demasiado tarde, como pasó con el nazismo.