La indignidad de un presidente cobarde

La indignidad de un presidente cobarde
La indignidad de un presidente cobarde

No tiene precedente que un presidente del Gobierno altere intencionadamente el protocolo del desfile militar de la Fiesta Nacional obligando al jefe del Estado a esperar en el interior de un vehículo. Tampoco tiene precedente y supone un inaudito gesto de descortesía abandonar la recepción en el Palacio Real antes que el Rey. El jefe del Ejecutivo, con su retraso, buscó minimizar los previsibles gestos de reprobación y gritos en su contra, pero consiguió todo lo contrario. Los abucheos sonaron, si cabe, con mayor intensidad. Se equivoca el PSOE si piensa que quienes le gritaron durante el desfile son ‘fachas’ que utilizan de forma recurrente el solemne acto de la Fiesta Nacional para atacar al Gobierno. El diagnóstico que debería hacer Moncloa es radicalmente diferente, pues los gritos y abucheos contra Sánchez se han convertido ya en un fenómeno transversal que no se comprende solo por estrictos criterios ideológicos, sino que responde al  creciente malestar de una sociedad que entiende que Sánchez, además de una probada incapacidad para gestionar los problemas de la gente, ha unido su destino político a las formaciones contrarias a España y a su marco constitucional.

Lo que resulta inaceptable es que Pedro Sánchez decidiera parapetarse tras la figura del Rey al objeto de evitar que los gritos en su contra pasaran desapercibidos. Si la solución que encontró el presidente es llegar tarde para intentar zafarse de los abucheos habrá que convenir que, además de un solemne maleducado, es un cobarde. Porque su obligación es afrontar la situación con dignidad y arrojo. Otros presidentes lo hicieron antes que él y no urdieron ningún plan que pasara por utilizar al Rey. Lo que destila Pedro Sánchez es impotencia, porque todos sus intentos de revertir el estado de ánimo de una sociedad cada vez más crítica con su forma de ejercer el poder han resultado un estrepitoso fracaso. Sánchez ha vuelto a demostrar que le faltan dignidad y valentía. Lo sabíamos, pero su maniobra durante el desfile de la Fiesta Nacional le retrata definitivamente.

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