La imagen del embajador en Venezuela es el miserable retrato del Gobierno
Las imágenes del embajador de España en Venezuela, Ramón Santos, presenciando impertérrito en su residencia oficial el chantaje de la dictadura a Edmundo González constituyen un impagable documento gráfico sobre la indignidad y la inmoralidad. Que un diplomático español se comporte con la displicencia cómplice que muestra Ramón Santos constituye el retrato más degradante y ruin.
Por supuesto, no vamos a ser ingenuos: el embajador no hizo otra cosa que cumplir las órdenes del Gobierno, pero el relato de Edmundo González sobre cómo se gestó su salida de Venezuela, en medio de las amenazas de la dictadura, colocan al embajador en una situación imposible. Tendrá que explicar por qué cedió su residencia oficial para que Delcy Rodríguez, número dos del régimen, la utilizara como sala de torturas.
Con independencia de que actuara como un mandado, su permanencia en el cargo es imposible. Porque su comportamiento no es que fuera impropio o improcedente, sino que, incluso, puede ser constitutivo de delito. Ya hay dos denuncias presentadas ante la Audiencia Nacional por coacciones y colaborador necesario. Luego habrá que depurar responsabilidades en las esferas más altas, pero lo inmediato es que el embajador sea fulminantemente destituido.
No se trata de convertirle en chivo expiatorio para salvar al Gobierno de Pedro Sánchez -todo lo contrario-, sino de forzar al Ejecutivo a retratarse: ¿Le parece al Gobierno que el papel del embajador estuvo a la altura de que lo que se espera de un embajador de España? Por supuesto, Ramón Santos no es el auténtico culpable, porque la responsabilidad primera del infame episodio vivido en la residencia del embajador es de Pedro Sánchez. A estas alturas, el Gobierno -parece evidente- ha quedado retratado: bajo la excusa de acoger a Edmundo González por razones de humanidad en España lo que hizo fue servir a los intereses de la siniestra dictadura de Maduro. Por acción u omisión. Existió negociación, vaya que si existió. Y por lo visto, la voz cantante y amenazante la llevó Nicolás Maduro a través de Delcy Rodríguez. No hay más que verlo.
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