Hay Illa para rato
El otro día me decía un ex consejero convergente de la Generalitat que «tenemos Salvador Illa para ocho años». Y que no sean doce, pensé. A la chita callando, en efecto, el primer presidente socialista en catorce años se está consolidando en el cargo. Sin hacer ruido.
En efecto, no han pasado siquiera los cien días -fue elegido el 8 de agosto-. Y lleva apenas dos meses. Pero de momento gobierna. O da imagen de que gobierna. Que ya es mucho. Porque en la última década, incluso más, todo era postureo, gesticulaciones y lagrimeo.
Ha empezado, por ejemplo, a recuperar la maltrecha imagen de las instituciones catalanas. Ahora, por primera vez en mucho tiempo, hay un presidente de la Generalitat que no la lía. Ha normalizado también las relaciones con la Casa Real. Y las puertas de la Comisión Europea vuelven a estar abiertas.
En los Mossos, ha nombrado nuevo jefe. E incluso ha desbloqueado el tramo del Cuarto Cinturón entre Terrassa y Sabadell. Algo que a lo que se oponía Esquerra. Ya ven, en Madrid, van por la M-60 y aquí estamos todavía con el Cuarto Cinturón, que se arrastra desde el primer tripartito (2003-2006). Ya solo falta también la ampliación del Aeropuerto.
En cambio, TV3 sigue siendo intocable. Seguramente porque debía ser una de las condiciones secretas de ERC para pactar. Y porque el equipo directivo de la CCMA es heredado.
Continúan saliendo en antena las mismas caras que salían con el proceso: Toni Cruanyes, Ricard Ustrell, Helena García Melero, Xavier Graset. A estos dos últimos los vi, como fans, en el mitin de Puigdemont en Perpinyà. También, por cierto, los mismos humoristas del Puta España. Por la cuenta que les trae, van con más tiento.
Illa está pescando incluso en el antiguo espacio convergente. Nombró al último líder de Unió, Ramon Espadaler, consejero de Justicia. Y recibió a Jordi Pujol en Palau. Espadaler es el de arriba aunque no el único. Algunos del sotogoverno proceden también de esa área como un alcalde de Junts que ha fichado el de Exteriores, Jaume Duch.
A la incipiente consolidación de Illa -un corredor de fondo, no en vano corre medias maratones- coadyuva que Junts sigue en estado de shock. Sánchez depende de ellos, pero en la Generalitat y en el Ayuntamiento de Barcelona se han quedado a dos velas.
Puigdemont continúa haciendo la mosca cojonera. Que, en el fondo, es lo único que sabe hacer. Pese a que no se puede dirigir un partido desde Waterloo. Además, siempre es de tirar la piedra y esconder la mano. Ya renunció en su día a la presidencia del partido. Salió Laura Borràs. Ahora, claro, también ha renunciado a jefe de la oposición. Como va a ejercer el cargo si la amnistía, de momento, ha embarrancado
Mientras que los de ERC están en plena crisis. El partido de Macià y de Companys està abierto en canal. Con cuatro candidaturas en liza. Acusaciones cruzadas. Guerra sucia. Junqueras lanzó un ataque directo a Marta Rovira el pasado 21 de septiembre durante un acto en Olesa de Montserrat (Barcelona).
Sólo para una semana después decir, a través de una entrevista en el diario Ara, que «no contribuiré a que haya heridas en Esquerra». Rovira no quiso entrar al trapo pero ha mandado a pesos pesados a la ofensiva. Tanto Aragonés, expresidente de la Generalitat, como Carme Forcadell, expresidenta del Parlament; han pedido su relevo.
Por eso, en política nunca se sabe, pero parece que hay Illa para rato.
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