Ayuso como trampantojo

Ayuso

Decimos que alguien ha entrado al trapo cuando responde irreflexivamente a una provocación. El origen de esta expresión está en la tauromaquia, donde el torero usa el capote para dirigir los movimientos del toro al embestir, entrando al trapo. Como a las personas normalmente no se nos puede provocar con un capote, cuando alguien quiere manipularnos para que vayamos por el camino que desea, se usan otro tipo de trampas con las que nos engañan haciéndonos ver lo que no es y así llevarnos donde ellos quieren. A este otro tipo de trampas se le llaman trampantojos -de trampa ante ojo- y sus sinónimos serían artificio, enredo, engaño y, ahora, Ayuso. Ayuso es el trampantojo conque independentistas y socialistas, entiéndase la redundancia, tratan de conseguir desviar la atención del nuevo cupo catalán, ese al que eufemísticamente llaman «financiación singular» y no es otra cosa que robar a los pobres para darle a los ricos.

Hasta los más demagogos saben que las regiones no pagan impuestos, que sólo nos los cobran a las personas y a nuestras empresas. No existe ningún tributo que se calcule, por ejemplo, sobre el producto interior bruto (PIB) del País Vasco, ni sobre el patrimonio o el IVA de Cataluña. Lo que se grava es la renta, el consumo y la riqueza de vascos, catalanes, andaluces y extremeños. Y conforme al tan discutible como inalterable principio fiscal de progresividad, pagan más los vascos, catalanes, andaluces y extremeños que más ganan o que más tienen, o sea, los más ricos; dicen los socialistas de todos los partidos que para así redistribuir la riqueza hacia los más pobres. Lógicamente en las regiones donde hay más ricos se recaudan más impuestos que fluyen hacia las comunidades con más pobres, con una excepción; hasta ahora sólo el País Vasco se exceptuaba de esta redistribución tan socialista y los ricos vascos sólo ayudan a los pobres vascos, pero no a los extremeños o andaluces.

Gracias a Pedro Sánchez y a su imperiosa necesidad de permanecer dos años más en la Moncloa, aferrado a una marioneta de fiscal general del Estado y escondido detrás de un presidente del Tribunal Constitucional sin escrúpulos, para que entre ambos le frenen las imputaciones a su esposa, su hermano y sus dos hombres de máxima confianza; a partir de ahora la insolidaridad del cupo vasco va a ser permitida también a Cataluña, lo que tendrá unas consecuencias fácilmente entendibles por cualquiera. Tan sólo hay que saber que, mientras el PIB de los apenas 2,2 millones de insolidarios vascos sólo supone un 5% del Producto Interior Bruto de toda España, el de los más de 8 millones de catalanes se eleva a casi un 20% del total, con lo que las dificultades para ayudar a los andaluces o extremeños menos ricos se multiplicarán por cinco. Sólo hay que tener en cuenta que el PIB per cápita de los catalanes es de más de 35.000 euros anuales, el de los vascos casi 40.000 euros al año, mientras que el de andaluces y extremeños apenas llega a 23.000 € al año.

Hasta los más sectarios y menos listos entienden que no hay nada menos socialista que estos cupos vascos y catalán con los que los ricos dejan de pagar impuestos para los pobres. Y como esto es una realidad indiscutible, el Gobierno de socialistas y comunistas y sus socios independentistas han sacado de muleta el trampantojo de Ayuso, con el que pretenden que todos entremos al trapo y desviemos nuestra atención. Yolanda Díaz, Salvador Illa y Diana Morant han comenzado de manera sincronizada una campaña contra las rebajas fiscales de la presidenta de la Comunidad de Madrid, acusándola de la insolidaridad que, en realidad, afecta al nuevo cupo de los catalanes. En vez de caer en su trampa y entrar al trapo, tenemos que centrar la atención en lo fundamental que nos quieren ocultar. La financiación singular es un cupo catalán insolidario con los pobres de otras regiones y contrario a una doctrina de solidaridad y redistribución socialista a la que Salvador Illa y Yolanda Díaz han renunciado por puro egoísmo.

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