Cuando los mallorquines emigraban y trabajaban

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Mallorca ha sido históricamente una tierra de gente trabajadora, honrada y dispuesta a buscarse la vida lejos de su hogar cuando no quedaba otra opción. Durante los siglos XIX y XX, muchos mallorquines hicieron las maletas rumbo a América del Sur —a Argentina, Uruguay, Cuba— no para vivir del cuento, sino para empezar de cero con esfuerzo, humildad y sin pedir nada a cambio. Hoy se nos dice que “nosotros también fuimos emigrantes”, para justificar la actual inmigración ilegal que llega sin control a nuestras costas. Pero lo que está ocurriendo ahora no tiene nada que ver con aquella emigración mallorquina.

Nuestros abuelos no llegaban en patera, ni a la fuerza, ni burlando leyes. Pagaban su pasaje como podían, y lo primero que hacían era buscar trabajo. No esperaban que nadie les mantuviera. No exigían viviendas, ni ayudas sociales. Se integraban con naturalidad, porque hablaban el mismo idioma, compartían valores y, sobre todo, llevaban el trabajo como bandera. Esa emigración fue ejemplo de dignidad, no de victimismo.

Hoy, en cambio, asistimos a una oleada de inmigración ilegal que poco o nada tiene que ver con eso. Decenas de pateras llegan cada semana desde el norte de África. La mayoría de quienes vienen no lo hacen con un contrato bajo el brazo ni con intención de respetar nuestras normas. Se cuelan en nuestro país sin documentación, sin filtros y sin control sanitario. Muchos acaban en redes delictivas, en okupaciones, o generando inseguridad en barrios que ya no pueden más.

Y mientras tanto, los políticos de siempre —los del “acogemos” desde su chalet y su seguridad privada— siguen subvencionando ONGs, alquilando hoteles para convertirlos en centros de acogida y vendiendo el discurso de la falsa solidaridad. Pero que quede claro: esto no es solidaridad, es abandono de los mallorquines de a pie. De los que pagan impuestos, esperan años una vivienda pública y ven cómo sus barrios se transforman sin que nadie les pregunte.

Desde VOX lo repetimos sin complejos: no se puede comparar la emigración digna y legal de nuestros antepasados con la inmigración ilegal y masiva que sufrimos hoy. Una cosa fue buscarse la vida dentro de la legalidad, aportando, adaptándose. Otra es entrar en nuestro país por la puerta de atrás, sin respeto, y con la exigencia de que se les mantenga.

Y no, no es xenofobia. Es sentido común. Mallorca no puede soportar más presión migratoria sin romperse por dentro. Nuestros servicios sociales están colapsados, la sanidad sufre, la educación pierde calidad, y la inseguridad crece. ¿Hasta cuándo vamos a seguir permitiendo esta invasión silenciosa?

A esto se suma un elemento aún más grave: la pérdida de identidad cultural. En muchas localidades se fomenta el multiculturalismo forzado, mientras se arrinconan nuestras costumbres y hasta nuestros símbolos. ¿Quién defiende al mallorquín que se siente extranjero en su propio pueblo?

Nuestros mayores no cruzaron un océano para acabar siendo sustituidos en su propia tierra. Esta isla tiene una identidad, una cultura y un modo de vida que merecen ser defendidos. No podemos permitir que el buenismo y la cobardía del bipartidismo conviertan a Mallorca en un territorio sin ley.

Desde VOX no vamos a mirar hacia otro lado. Vamos a seguir exigiendo fronteras seguras, deportaciones inmediatas de los ilegales y prioridad para los mallorquines. Porque esta isla no es una ONG. Es nuestro hogar. Y no vamos a pedir perdón por defenderlo.

  • David Gil es portavoz adjunto de Vox en el Consell de Mallorca.

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