Madrid no roba: paga la fiesta de otros

Madrid no roba: paga la fiesta de otros
Diego Buenosvinos

Así es el nuevo crimen perfecto de la política española: acusar a Madrid de dumping fiscal mientras se premia con millones a los que quieren romper España. Y ahí está Yolanda Díaz, peinada por el viento del populismo, diciendo que la presidenta Ayuso crea una desleal competencia por bajar impuestos. ¿Cómo se atreve? ¿Dónde estaban los moralistas del BOE cuando Sánchez quitó ya 17.000 millones de deuda a Cataluña para que Puigdemont duerma en paz en Francia y Sánchez despierte tranquilo en La Mareta?

Porque esa es la otra: el Gobierno se va de vacaciones sin presupuestos, sin proyecto, sin decencia, pero con jet privado y chanclas en la piscina oficial. Mientras tanto, Madrid, a pulmón, financia un país que le escupe. ¿Dumping fiscal? No, señora Díaz: esto es éxito fiscal. Aquí no se roba: se recauda. Aquí no se expulsa la inversión: se la invita con cañas y sin peajes ideológicos.

Mientras el gobierno central convierte a España en un infierno fiscal (90 subidas de impuestos en cinco años, que no son pocas ni inocentes), Ayuso construye un oasis. Y claro, molesta. Porque en este país el mérito se castiga y el privilegio se premia. Decía Cela que en España quien resiste, gana. Ayuso resiste y gana, pero la quieren derrotar con una guerra sucia de titulares fabricados en Moncloa.

¿Dónde estaba Salvador Illa cuando decía que Madrid roba a los demás? ¿Quién roba a quién, presidente por casualidad? Madrid no sólo no roba, sino que paga la fiesta, el vino y el confeti. Cataluña aporta algo, sí. Pero Madrid aporta más. Sin quejarse. Sin chantajes. Sin embajadas ni mediadores.

Yolanda se escandaliza del modelo fiscal madrileño, pero no se inmuta ante la amnistía de corruptos, la destrucción del Estado de derecho o la cesión infinita al nacionalismo tribal. Lo suyo no es economía: es ideología. Y la única igualdad que persigue es la que baja a todos al barro, nunca la que impulsa hacia arriba. El socialismo no quiere que tú vivas mejor, sino que el vecino viva igual de mal que tú.

Ayuso hace política con los ciudadanos en el centro. Díaz y Sánchez lo hacen con Puigdemont en el cogote. La diferencia es abismal. El dumping real es político: se regala la nación a cambio de votos. Se entrega la financiación a quienes dinamitan el Estado. Y se culpa de ello a Madrid. Tiene gracia. Tiene narices.

Pero cuidado, que los que hoy llaman dumping a la libertad fiscal son los mismos que convierten a los condenados por corrupción en interlocutores válidos. Y esto no es retórica, es hemeroteca.

Madrid seguirá bajando impuestos mientras otros suben el gasto en propaganda, televisión pública y chiringuitos. Y cuando el Gobierno se hunda entre sus contradicciones, Ayuso estará donde ha estado siempre: con la gente, con la libertad, y sin pedir permiso a los que reparten carnés de progresismo desde el salón de La Mareta.

Porque, como decía Ortega, no se trata de cambiar de amo, sino de no tener ninguno. Y en Madrid, de momento, nadie manda sobre los que no se dejan mandar.

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