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Esto es lo que dice Álvaro Bilbao sobre los padres que enseñan a sus hijos a comer con la boca cerrada: «Estás enseñando…»

Enseñar a comer con la boca cerrada tiene más que ver con los modales que con la educación

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comer boca cerrada
Blanca Espada

Álvaro Bilbao, neuropsicólogo y autor de referencia en lo que se refiere a crianza y desarrollo infantil, ha compartido un vídeo en sus redes sociales en el que explica de forma clara, cuál es la diferencia entre que nuestro hijo sepa por ejemplo, comer con la boca cerrada y el hecho de que esté o no educado.

En su vídeo, Bilbao explica: «Si a tus hijos les enseñas a ir bien aseados a la escuela, a comer con los codos fuera de la mesa, sentados y con la boca cerrada, pero no les enseñas cada día a tratar bien a los demás… les estás enseñando modales, pero no educación». Algo que muchas personas confunden, ya que es fácil enseñar a los niños a comportarse de forma correcta, pero eso en realidad, tiene que ver con algo que puede cambiar en función de los países o las culturas, pero que no se corresponde con la educación y que, cómo dice Bilbao, «es universal».

Comer con la boca cerrada es tener modales y no educación

De lo dicho por el neuropsicólogo Álvaro Bilbao y que ya se está compartiendo mucho por redes, nos queda claro algo en lo que muchas veces no pensamos: educar no es sólo enseñar a comportarse de forma correcta. No basta con que un niño se siente recto en la mesa o sepa comer con la boca cerrada si no sabe cómo pedir perdón, o no sabe empatizar o tratar a los demás con respeto.

Entonces, lo  Álvaro Bilbao plantea no es una crítica a las normas de cortesía, sino una matización necesaria. Porque los modales son aprendidos, sí, pero también son relativos. Como él explica, cambian según la cultura, el país o incluso la época. Lo que en un lugar pueden ser buenos modales, en otro puede parecer frío o exagerado. Pero la educación en valores es otra cosa. Es más universal. No cambia tanto con las modas ni con las tradiciones. Tratar con respeto, escuchar al otro, ser amable o compasivo, eso va más allá de ideales o culturas.

Y aquí es donde muchos padres y madres, sin darse cuenta, se enfocan más en la apariencia que en la esencia. Se esfuerzan porque sus hijos se comporten bien en público, sin armar escándalo, sin interrumpir, sin ensuciar. Y, claro, es lógico querer que tus hijos se integren, que no molesten, que sean considerados. Pero si todo ese esfuerzo se queda en lo externo, si no va acompañado de una construcción interna sólida, el resultado puede ser un niño que está educado a ojos del mundo, pero desconectado emocionalmente por dentro.

La verdadera educación empieza con el ejemplo

Una de las ideas más potentes que defiende Bilbao es que los niños no aprenden por lo que se les dice, sino por lo que ven. Puedes repetirles mil veces que hay que ser respetuosos, pero si luego te oyen gritar a un camarero o menospreciar a alguien por la calle, el mensaje que les llega es otro. Y esto, aunque suene evidente, es más común de lo que parece. Porque muchas veces nos olvidamos de que educar es, sobre todo, dar ejemplo.

Por eso, según el neuropsicólogo, el primer paso para formar a un niño verdaderamente educado es mirar hacia nuestro propio interior. Por ello, antes de pensar tanto en educar a tus hijos, plantéate cosas como por ejemplo, ¿cómo tratas a los demás?, ¿cómo reaccionas ante la frustración?, ¿qué hacemos frente a las personas que nos contradicen?. Si analizamos eso y nos damos cuenta que lo estamos haciendo bien, seguramente educaremos a nuestros hijos de forma correcta.

En muchas familias, la preocupación está puesta en que el niño no haga el ridículo o no llame la atención de forma negativa. Se corrigen rápidamente los gestos inadecuados, los ruidos, las manchas, los tonos de voz. Pero se pasa por alto cuando ese mismo niño excluye a un compañero, no cede su turno o no muestra empatía. Como si esas otras cosas fueran menos urgentes. Y, sin embargo, es en esos pequeños gestos donde se construye el verdadero carácter de una persona educada.

Bilbao no lo dice, pero está claro además en que la educación no se limita al ámbito escolar. Empieza en casa, desde el primer día, en cada conversación, en cada conflicto, en cada oportunidad para enseñar que los demás también cuentan. Enseñar a compartir, a reconocer los errores, a pedir perdón, a aceptar las diferencias, todo eso es educar. Los modales pueden llegar después.

En definitiva, en época marcada por las prisas, la inmediatez y las redes sociales, hay una necesidad urgente de volver a lo esencial. Y eso no se enseña con tutoriales ni con castigos. Se enseña acompañando, mostrando, viviendo. Que un niño sepa ponerse bien la servilleta está bien. Pero que sepa consolar a otro cuando llora, defender a quien está solo, o no burlarse de quien es distinto, eso es mucho mejor y a la larga, le convertirá en un mejor adulto.

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