Cuidados del bebé

Las 8 claves para que los padres entiendan los (temidos) 18 meses, según Álvaro Bilbao

El comportamiento del bebé puede cambiar a partir del año medio. Un pediatra da las claves para saber hacerle frente

Regresión infantil: ¿por qué tu hijo se comporta como un bebé?

Las etapas del desarrollo del primer año de tu bebé

18 meses
Blanca Espada

Quien convive con un niño de 18 meses sabe que hay algo especial en esa etapa. Ya no es un bebé completamente dependiente, pero tampoco un niño que entienda el mundo como lo haría más adelante. Es un punto medio lleno de contradicciones: te abrazan con fuerza y al minuto te empujan; piden ayuda para todo, pero se ofenden si no los dejas hacerlo solos. Y en medio de este caos emocional, los padres intentan descifrar qué está pasando.

Es una edad que puede desconcertar: aparecen rabietas, rechazo a ciertos alimentos, actitudes desafiantes y una energía que parece no agotarse nunca. Y sin embargo, detrás de cada uno de esos comportamientos hay una explicación evolutiva, un mensaje que aún no pueden verbalizar, pero que sí pueden expresar con sus actos. Comprender lo que ocurre en esta etapa puede cambiar por completo la forma de acompañarlos. El neuropsicólogo y divulgador Álvaro Bilbao ha compartido recientemente en su cuenta de Instagram una guía muy útil con 8 claves para entender a los niños de 18 meses. Porque cuando sabemos lo que ocurre en su cerebro, lo que parece “capricho” o “mal comportamiento” se transforma en una oportunidad para acompañarlos mejor.

Claves para comprender el mundo de los niños a los 18 meses

Cada gesto, cada berrinche, cada negativa esconde una necesidad real. A esta edad los niños no buscan manipular, sino explorar y afirmarse. Comprender sus reacciones desde la mirada del desarrollo cerebral, como propone Álvaro Bilbao, puede marcar la diferencia entre la lucha diaria y el acompañamiento consciente, así que conozcamos a continuación, las 8 claves que recomienda: 

Suelen tener un preferido 

Según explica Álvaro Bilbao, a esta edad los niños desarrollan una fuerte conexión emocional con una persona concreta, su “preferido”. No lo hacen con intención de excluir, simplemente sienten más seguridad con esa figura, que puede ser mamá, papá u otra persona cercana.

Es habitual que sólo quieran que esa persona les dé de comer, les acueste o les consuele. Bilbao insiste en no tomárselo como algo personal si no eres tú. Lo importante es seguir ahí, disponible, sin competir. Están aprendiendo a construir confianza.

Comprenden más de lo que parece

Aunque apenas puedan decir 15 palabras, los niños de 18 meses entienden muchísimo más. Tal y como detalla el experto, su cerebro está escuchando todo lo que sucede a su alrededor, incluso cuando parecen distraídos.

Por eso, es fundamental hablarles con respeto y cuidado. Las palabras también educan emocionalmente. Bilbao aconseja hablarles despacio, con tono sereno y evitar frases que puedan herirles, aunque sean “en broma”.

Pueden tener rabietas (casi a diario) 

Las rabietas no esperan a los dos años. Como bien señala Álvaro Bilbao, pueden comenzar a los 18 meses y son una parte esencial del desarrollo emocional. No son malcriados ni manipuladores: están aprendiendo a tolerar la frustración.

La clave es no castigar ni ridiculizar sus emociones. Intenta ponerte a su altura, hablar con calma y ofrecer tu presencia, aunque no puedas resolver su enfado. Muchas veces, lo único que necesitan es tiempo y contención.

Sus prioridades cambian cada día

A veces quieren comer solos, al día siguiente que tú les des de comer. Hoy adoran jugar con agua y mañana solo quieren cuentos. Este vaivén emocional es parte de su forma de experimentar el mundo.

Bilbao propone aceptarlo como algo natural: no es inestabilidad, es exploración. Y en ese terreno cambiante, lo mejor que puedes hacer es adaptarte con flexibilidad, sin intentar encajarles en una rutina rígida.

La «hiperactividad» es parte del desarrollo 

¿Tu peque no se está quieto ni un segundo? Perfecto. Según Álvaro Bilbao, eso no es hiperactividad: es curiosidad en movimiento. Acaban de descubrir que pueden caminar, correr, empujar cosas, abrir puertas, explorar cada rincón.

El movimiento constante en esta etapa es una necesidad biológica. Su cerebro se desarrolla a través de la acción, por eso lo mejor es ofrecerles espacios seguros para moverse, explorar y descubrir por sí mismos.

Comienzan a ser selectivos con la comida 

De pronto empiezan a rechazar verduras que antes comían sin problema o a querer solo ciertos alimentos. Bilbao señala que esto tiene que ver con su creciente autonomía: empiezan a decidir lo que quieren y lo que no.

La recomendación es clara: sin peleas. Ni premios, ni chantajes. Simplemente, sé ejemplo, ofrece variedad y mantén la calma. Lo importante no es que coman perfecto cada día, sino que tengan una buena relación con la comida.

Aparecen comportamientos desafiantes

Bilbao lo explica con claridad: cuando tu hijo hace lo contrario a lo que le dices, no te está poniendo a prueba. Está descubriendo que tiene una voluntad propia y quiere ejercerla. Es su manera de empezar a distinguirse de ti.

Por eso, es importante mantener los límites con firmeza, pero también con ternura. No tomártelo como algo personal cambia la dinámica por completo. No buscan pelea: buscan identidad.

No pueden vivir sin ti (aunque a veces lo parezca)

Quieren hacerlo todo solos, rechazan tu ayuda y hasta tus abrazos… pero solo en apariencia. Como recuerda Bilbao, su cerebro sigue necesitando cercanía, contacto, cariño y seguridad constante.

Déjales creer que son autosuficientes. Pero que siempre sepan que tus brazos están abiertos. Porque en el fondo, la independencia solo se construye cuando se sienten seguros de que tú estás cerca, aunque no te miren.

Los 18 meses no son una crisis: son una evolución. Una etapa desafiante, sí, pero también llena de oportunidades para crecer juntos. Lo que parece testarudez es solo una forma de decir “quiero hacerlo yo”. Lo que parece desobediencia, muchas veces es simple inmadurez cerebral.

Como señala Álvaro Bilbao, cuando entendemos lo que hay detrás de cada conducta, cambiamos la manera de acompañar. No se trata de evitar los conflictos, sino de vivirlos desde otra perspectiva.

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