«Se hace caso al interior, se pule el estilo y, de fondo, Sevilla… sin exageraciones»

«Se hace caso al interior, se pule el estilo y, de fondo, Sevilla… sin exageraciones»

Esta cita, canonizada ya como un santo, es de unos sevillanos de los que tengo muchas cosas que contarles; pero no será hoy, sino un poco más adelante. Un nuevo amigo, que se acercó a mí con curiosidad eclesiástica, me rebautizó el proyecto, provocándome una sonora carcajada que hizo tambalearse a toda la flora salvaje tropical de la zona. Como vivo en el centro de Sevilla, pues no se tambaleó nada.  Lo tituló así: “Victorio y Alucino”. De todo ello hablaremos largo y tendido. Ya imaginan, cosas de mujeres guapas, aristócratas divinas y otros axiomas de Euclides. Todo ello compendiado en folios de tacto y color exquisito, impresos en la imprenta más antigua de España, con guardas rugosas color sangre fresca y juvenil, y una portada que es para llorar de bonita. No sigo, porque me emociono.

Avanza este otoño sin grandes noticias políticas, más que las de siempre y, como gobiernan ‘los rastas’, pues lo de siempre, pero con mal gusto. Esto es: disputas por el trono, por quién se lleva la mejor propina, por quién sale más minutos en la televisión (ese dromedario del siglo XX), por quien inventa lo que ya está más que inventado pero nadie conoce y poco más. La de Igualdad sigue cobrando igual (dá), pero vive más tranquila desde que su chorbo se quitó de en medio, para no protagonizar el declive de su invento. Díaz es la que está tomando el relevo. Su falsa dulzura es como el disfraz del lobo feroz. Tiene atemorizado hasta al Ken de barrio, que se refugia en las faldas begoñiles para seguir aparentando que es un ser humano y no un robot. “Yo, Sánchez; usted, tonto”.

Lo más llamativo de este otoño en Sevilla es la recuperación del bullicio turístico. Caminaba hace unos días por una de mis calles favoritas, Mateos Gago, sobre la una del mediodía, y aquello parecía Joselito el Gallo un martes de Feria. Tuve que deslizarme entre codazos, cantaores con sus cuadrillas espontáneas jaleaban el ambiente, gente y más gente, una alegría contagiosa se respiraba, ¡qué maravilla! Y los turistas felices, venga a gastar y gastar, más manzanilla, otra cervecita, póngame otra de caracoles, más jamón… “¿Ha visto el cartel?”. Escuché que decía un camarero a un alemán, que parecía un roble en formol, “Mire lea: Ensaladilla de gamas. Al que encuentra una gamba, le toca un viaje al Caribe. ¿Quiere irse usted al Caribe? Pida ensaladilla a ver si hay suerte”. El alemán, que no se enteraba de nada, le dijo bajo la atenta mirada de su rubia mujer y sus cuatro germanitos: “Natürlich!”.

En cuanto a la reforma laboral, la subida del precio del gas, las carísimas lucecitas de esta Navidad, etcétera, pues ya lo dice mi titular: “Se hace caso al interior, se pule el estilo; y de fondo… sin exageraciones”. Mi opinión de Calviño es favorable. Me parece que es una mujer seria, que conoce su materia de trabajo, tiene experiencia y sobre todo -y lo recalco-: ¡sentido común!, que es el bien más preciado, viendo lo que se ve en los gobernantes ‘rastas’. Enfrenten a Calviño o a Robles con Castells, Ribera o las Montero. Telita, que decimos en el sur. Menudo jauría conforma este gobierno de coalición. La solución general, para empezar con buen pie en los años que nos vienen, empieza por tener menos partidos, más sólidos, menos rellenos de carne sin neuronas válidas y, a partir de ahí, empecemos a hablar. Haciendo analogía con los turistas, que esa parte es más divertida: “¡Camarero, menos patatas, por favor, y échele más gambas a la ensaladilla”. Y que brillen bien fuertes este año las ilusionantes lucecitas de Navidad, sobre todo para iluminar a todas las personas que siguen sufriendo las consecuencias del inolvidable virus del murciélago.

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