El Gobierno aplaude el rescate
El pasado martes asistimos atónitos a una escenificación a medio caballo entre lo increíble y lo grotesco, que, en cualquier caso, generaba estupefacción y vergüenza ajena: el presidente Sánchez se hizo recibir a su llegada de la Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE por el consejo de ministros en pie, aplaudiéndolo y haciéndole pasillo, como si de un partido de fútbol se tratase en el que uno de los dos equipos se ha proclamado ya campeón de la competición y es homenajeado por su rival.
Vivimos tiempos, especialmente en la izquierda, de la política-espectáculo, donde importa sólo la cubierta, no el fondo de las actuaciones, habiendo quedado la gestión en un segundo o tercer plano y donde sólo cuentan las frases huecas, lo políticamente correcto y el almíbar, mucho almíbar, para tratar de lavar el cerebro a los ciudadanos impidiéndoles ver la cruda realidad.
¿Por qué esa escenificación? No sé si le ocurriría a Iván Redondo, al propio Sánchez, a los dos, o a alguna otra persona del entorno monclovita, pero con ese fuego de artificios comenzaban a montar la argumentación que impida hacer ver que el Gobierno de Sánchez ha pedido -y se le ha concedido- un rescate económico en toda regla, sujeto, por supuesto, a condiciones.
Y es que el resultado de la cumbre es bueno para España, pero es malo para Sánchez y es mucho peor para Iglesias, porque no han logrado lo que querían, que no era otra cosa que un cheque en blanco para poder emplear los fondos a recibir como quisieran, cuando quisieran y en lo que quisieran. La UE no ha dado su brazo a torcer y ha dejado claro que debe velar por la estabilidad de la zona euro y de toda la Unión, donde no caben políticas que pongan en riesgo ni la moneda única ni la economía de la UE. Si Sánchez necesita ser rescatado, se lo concederán, pero con muy claras y férreas condiciones.
Todo, préstamos y subvenciones, van a estar sometidos a unas condiciones exigentes que garanticen la ortodoxia, especialmente las segundas, al ser ayudas no reembolsables. De esa manera, el Gobierno tendrá que presentar un plan de actuación a la Comisión Europea, que habrá de aprobar por mayoría cualificada, y cualquier país podrá solicitar que se paralice el desembolso de esas ayudas si no ve viable dicho plan, paralización que se mantendrá hasta que se discuta y aclare en una cumbre de jefes de Estado y de Gobierno, que habrá de aprobar el plan por mayoría reforzada.
Esto supone que, si quiere recibir los fondos, Sánchez no va a poder derogar la reforma laboral; en todo caso, habrá de flexibilizar más el mercado de trabajo para que sea más incentivador a la contratación. Igualmente, habrá de poner en marcha más reformas que garanticen la viabilidad de algunos temas, como el de las pensiones. Del mismo modo, tendrá que ajustar el gasto no prioritario, ya que le pedirán que retorne a la senda de estabilidad presupuestaria y que reduzca la deuda sobre el PIB, que se disparará este año.
Todo ello, va en sentido diametralmente opuesto al que el Gobierno quería darle a su política económica, impulsada por las ideas de Podemos y aceptadas por Sánchez frente a la propuesta ortodoxa de Calviño, que es uno de los pocos ministros en quien es entendible que aplaudiese, ya que esas condiciones impuestas por Bruselas para acceder al rescate están alineadas con sus postulados, ortodoxos. Que los ministros de Podemos aplaudiesen sólo podría interpretarse, en el símil futbolístico, como el reconocimiento de su derrota frente a la ortodoxia, pero, claro, para ello Sánchez tendría que ser ortodoxo y no un mero oportunista que elige en cada momento la corriente que despunta con tal de seguir en el cargo.
Sánchez ha necesitado un rescate al verse desbordado por la gestión realizada, por no haber sido capaz de generar confianza y por haber dilapidado el margen que España habría podido tener para endeudarse y salir adelante por ella misma si no hubiese gastado en actuaciones más pensadas en las elecciones de abril de 2019, con los reales decretos de los viernes, o por no haber sido ágil para adoptar medidas tempranas que hubiesen hecho innecesario cerrar la economía y que hubiesen evitado que tantas personas fueran al desempleo o que se hayan visto inmersas en un ERTE, con el coste terrible de las prestaciones por desempleo que se han originado al respecto.
El Gobierno en pleno, por tanto, aplaudió con mucha intensidad el rescate conseguido por Sánchez, por mucho que quieran venderlo como un espaldarazo a sus políticas. No hay tal espaldarazo, sino que, más bien, la UE le ha dado la espalda a las políticas de este Gobierno de coalición, que sabe que ha perdido la partida, aunque trate de sacarle partido político con toda su propaganda. Sánchez sabe perfectamente que el juego del populismo se ha acabado, a menos que no quiera recibir ni un céntimo, que va a tener que girar hacia la ortodoxia y que tiene un incomodísimo aliado en el banco azul, pues Podemos es totalmente incompatible con estas medidas ortodoxas que les impone la UE en el rescate. Que siga el aplauso.