Gira, el mundo gira

Gira, el mundo gira

La pesadilla de los gobiernos de izquierda radical parece que poco a poco se acaba. Gira, el mundo gira, hacia ideas nacionales y a través de los votos, los ciudadanos comienzan a despertar eligiendo gobiernos que se presentan y actúan sin complejos, con valores y sin miedos. Tras la caída de Lula, Bachelet, Kirchner y Correa, retirados por los ciudadanos por su corrupción, nepotismo, privanza e incompetencia, tan solo quedan las satrapías de Ortega en Nicaragua, Morales en Bolivia, el castrismo cubano y la humillada Venezuela del bufón de Maduro. Pobre y desnortada izquierda que se queda sin referentes, sin asesoramientos, sin melifluos “mitos románticos”, sin sollozos de “falsos intelectuales”, todos cómplices de tanta desdicha. Atrás van quedando las tiranías, la farisaica “igualdad” socialista incompatible con la libertad, la riqueza y la justicia, antagónica de la ley.

Comienza a ser pasado ese discurso vacío que en pro de tan prostituida igualdad no reparó en que el individuo, desde su nacimiento, lucha por mejorar y no por ser igual. El mundo comienza a girar, alejando esa falacia igualitarista que desencadena solo pobreza y miseria económica, social, política y sobre todo indigencia moral. Es la reacción ante el uso arbitrario del poder político cuyo fin último es la imposición de la voluntad colectiva sobre el conjunto de la sociedad. Y en ese giro, que como las manecillas del reloj se mueve hacía la derecha, el individuo descubre como la izquierda, con sus diferentes caras, ha persistido con su mensaje de engañar a los pueblos camuflándose en una hipócrita sensibilidad social para que algunos cándidos caigan en su trampa. Y todo ello con la complicidad de una mojigata clase política indefinida, miedosa ante el agresivo y violento poder de movilización de partidos de la extrema izquierda, timorata ante el riesgo de buscar problemas con esa izquierda extrema, arrancar vergonzosos votos o ser acusada de “fascista”.

Y frente a sistemas que solo reparten miseria, gira, el mundo gira, hacia gobiernos que distribuyen riqueza, ofertan futuro y consiguen bienestar. La América de Trump, que en su mandato y hasta ahora continúa creciendo, donde los salarios y los precios aumentaron un 3,1 % con respecto al año anterior y el índice de desempleo se mantuvo en el 3,7 %, cifras no vistas desde 1969. O en el Brasil de Bolsonaro, un Brasil mejor, con menos corrupción, menos violencia, infinita esperanza. Ha prometido recuperar los valores “judeo-cristianos”, combatir la “ideología de género” y situar a “Dios por encima de todos”. Y como primera medida para combatir el cáncer pseudo intelectual que carcome a nuestra juventud, impondrá la “escuela sin partido” para evitar la ideologización marxista en los centros escolares.

Y Europa, que comienza a darse cuenta de que se la vendió una prosperidad ficticia que empuja a las naciones a la pérdida de soberanía política en beneficio de oscuros intereses. Esa Europa que se considera patria de naciones y no un crisol, recelosa de transformar a la Unión Europea en un imperio monolítico y multicultural integrado por una diversidad de pueblos y con dirigentes convertidos en élites que sajan las raíces nacionales y convierten al Viejo Continente en un consorcio de empresas multinacionales y una coalición de especuladores financieros poco interesados en el bienestar de sus pueblos. Grandeza, fuerza y gloria de la Europa de verdad frente a poder, dinero e intereses. Gira, el mundo gira, mientras todavía algunos pretenden vender como escandaloso que un político afirme tener a su país como prioridad. Pero el pueblo empuja, desengañado ante tanta promesa embustera. Porque como dijo Focílides, poeta griego: “El pueblo, el fuego y el agua no pueden ser domados nunca.”

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