El ‘friki’ Consell de la República
Esta semana la prensa nacional ha dedicado una amplia cobertura a la consulta que el autodenominado Consell de la República organizó, por iniciativa de uno de sus afiliados, con la siguiente pregunta: «¿El Consell de la República debe promover el bloqueo a la investidura del presidente del Estado español por parte de los partidos independentistas catalanes?». Teniendo en cuenta que este organismo fantasmagórico fue creado por Carles Puigdemont, y que son sus fieles los que se apuntaron, el objeto de esta votación era que Junts bloqueara la elección de Sánchez, dado que a ERC le importa tanto lo que vote dicho Consell como a mí lo que diga Ada Colau sobre las «nuevas masculinidades».
El resultado ya lo conocen: con una fantástica participación de poco más del 4% (4.021 afiliados sobre 90.484), el 74,9% apostó por bloquear la investidura de Pedro Sánchez. Estos son los datos. Ahora vayamos a lo serio. Si Junts se ha convertido en el refugio de buena parte del frikismo separatista (les recomiendo que se lean el libro El brazo friki del procés, de Joan Ferran sobre este tema), el Consell de la República agrupa a lo más granado del independentismo lunático. Y dentro de esos 90.484 ilustres, lo más selecto son esos cuatro mil que se molestaron en votar en una consulta que tiene el mismo valor que el peso tras la victoria de Sergio Massa en la primera ronda de las presidenciales argentinas.
Carles Puigdemont puede hacer dos cosas con este resultado. Si decide, evidentemente por otras razones, no apoyar la investidura de Sánchez, puede utilizarlo como argumento para justificar lo que es, sin duda, la pérdida de una grandísima oportunidad para seguir sangrando al Gobierno de España a costa de la gigantesca ambición del líder socialista. Y si decide aprovecharla, y pacta con el PSOE su permanencia en Moncloa, el líder de Junts podrá imprimir los nombres de los 4.021 miembros del Consell que han votado «no» a la investidura, enrollar el papel –le recomendamos que sea de textura suave– y ponerlo en cualquier lavabo de la Casa de la República en Waterloo a disposición de sus visitantes.
El separatismo catalán hace tiempo que perdió la compostura y la vergüenza. Basta ver, por ejemplo, como los recién galardonados con el Premio Ondas Jair Domínguez y Peyu, dos cómicos muy populares en la Cataluña independentista gracias a TV3 y Catalunya Ràdio, han forjado su carrera con el grito de «Puta España» en los programas que dirigen o en gags en los que fantasean con actos sexuales con la Reina Letizia o la Princesa Leonor. O como el empresario Toni Soler ha facturado más de cien millones de euros a TV3 para difundir sketches tan penosos como el de la Virgen del Rocío –»doscientos años llevo sin poder echar un polvo», dijo una actriz caracterizada– o en el que se llamó «perros» a los Mossos d’Esquadra.
Pensábamos que era difícil que existiera un independentista más lamentable que el ex presidente Quim Torra –el que llamó bestias con forma humana a los castellanoparlantes–, pero existen, como la ex consejera de la Generalitat Clara Ponsati o el ex presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, y actual diputado en el Parlament, Joan Canadell. Todos ellos del entorno de Junts, y que son, o han sido, aliados de Carles Puigdemont. Así que pensar que el «no» del 4% de los miembros del Consell per la República significa que Sánchez se va a quedar sin investidura es un error. Porque Junts puede votar «sí». O tal vez «no». O Puigdemont, Nogueras y Comín se pueden montar en el cohete de Yolanda Díaz para intentar colonizar Marte y que sea el primer planeta en el que el catalán sea la única lengua oficial.