El fin de la burguesía catalana

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La visita de la plana mayor de Fomento del Trabajo a la localidad francesa de Elna para reunirse con Carles Puigdemont es la viva imagen del ocaso definitivo de la burguesía catalana.

Semejante acontecimiento tuvo lugar el pasado lunes. La delegación iba encabezada por el presidente de la patronal catalana, el ex diputado de Unió Josep Sánchez Llibre.

Pero apunten también el resto de nombres: el secretario general de la entidad, David Tornos; y los vicepresidentes Baldiri Ros, Mar Alarcón, Xavier Panés, Santiago García-Nieto, Josep Maria Gardeñes y Cinta Pascual.
Por parte de Junts, participaron en el encuentro -además del propio Puigdemont- el número 2 del partido, Jordi Turull; el ex portavoz en el Parlament, Albert Batet; y el fichaje estrella de estas elecciones, Anna Navarro.

A mí sorprendió que, en la reunión, hasta estuviera el presidente del Institut Agrícola Català de Sant Isidre, Baldiri Ros, que agrupa a los terratenientes. Como se enteren los de la CUP.

El citado instituto fue el que, en 1934, presionó a la Lliga para llevar la Ley de Contratos de Cultivo al Constitucional de entonces -el llamado Tribunal de Garantías Constitucionales- lo que propició el 6 de octubre de Companys. Para que vean que, aparentemente, son gente de ley y orden. De hecho, cuando la patronal catalana eligió a Josep Sánchez Llibre como presidente en el 2018 me pregunté: ¿no tienen los empresarios catalanes a nadie más?

Porque Sánchez Llibre tiene de empresario lo que yo de Brad Pitt. Hace unos meses fue reelegido para un segundo mandato, pero antes tuvo que reformar los estatutos porque lo impedían. Como en el proceso: «Això va de democràcia» («Esto va de democracia»).

En realidad, de los dos Sánchez Llibre el empresario era el otro: Daniel, que al menos estuvo al frente de la empresa familiar. Empezó el padre vendiendo especies. Luego diversificó y compró una factoría de conservas en Galicia para entrar en las grandes superficies, que se le resistían. Daniel ya hizo el negocio de su vida vendiendo las acciones de su querido R.C.D Espanyol a un empresario chino al que, me permitirán el chiste fácil, engañó como a un chino. No sé qué cobró por las acciones, pero hizo el negocio de su vida.

El Espanyol está ahora en Segunda y trata, a trancas y barrancas, de subir. Cómo deben añorar los periquitos a José Manuel Lara.

Pero lo que decía: Josep Sánchez Llibre se había dedicado toda la vida a la política. Primero como diputado en el Parlament entre 1988 y 1993. Luego, cuando se acabó el chollo, Duran lo metió de senador por designación de la propia cámara catalana.

Finalmente, 23 años -se dice pronto- de diputado en el Congreso (1993-2016). Semejante récord creo que solo es superado por el ex consejero Carles Campuzano, que estuvo 26.

Era conocido como el hombre del maletín del citado Duran, que también pulula por Fomento. Pero no piensen mal. No por un tema económico, sino porque era algo así como el chico de los recados en versión adulta.

Recuerdo que su iniciativa legislativa más importante fue colar, creo que en una Ley de Acompañamiento, que los concesionarios devolvieran los vehículos no vendidos a final de año.

Supongo que a propuesta de la asociación del sector. No en vano, Unió hacía a veces de lobby: defender los intereses económicos de los suyos.

Como se pueden imaginar, los fabricantes de automóviles pusieron el grito en el cielo y la medida se paralizó. Sánchez Llibre tiene otra cualidad que no soporto en un político: siempre quiere quedar bien con todo el mundo. Es de esos que te recibe con una sonrisa de oreja a oreja. Incluso cuando me ve a mí.

De hecho, a Fomento del Trabajo se la conoce ahora por la nueva Unió. Partido que desapareció con 22 millones de euros de deuda, lo que tampoco inspira mucha confianza sobre su capacidad de gestión.

En la patronal catalana, en efecto, están diversos antiguos dirigentes: Jordi Casas, Benet Maimí, Salvador Sedó. Un día me encontré en la estación de Sants a su última portavoz, Montserrat Surroca, y pensé: mira una que no está en Foment. Se lo pregunté para cerciorarme:

– ¿Dónde estás ahora?

– En Foment, respondió.

Pero lo que decía. Tan conspicua delegación ha ido, en teoría, a presentar sus reivindicaciones al candidato de Junts: menos impuestos, inversiones en infraestructuras y, según la nota oficial, «una mayor seguridad jurídica». En realidad, han ido a rendir pleitesía.

A mí me recuerda al PNV, con Andoni Ortuzar a la cabeza, que también fueron a Waterloo a entrevistarse con Puigdemont. Poco después defenestraban al lehendakari Urkullu como candidato y ponían a un desconocido Imanol Pradales. Me recuerda a Artur Mas cuando empezó, que también parecía un robot. A ver cómo les va el domingo.

Porque no deja de ser curioso que la patronal catalana se entreviste con el máximo responsable del proceso, es decir, de la marcha de más de 8.000 empresas catalanas. No sólo eso, sino que la inmensa mayoría no han vuelto. ¿Dónde mantienen sus sedes la Caixa o Banco Sabadell? ¿Cómo van a volver si los que lo provocaron el incendio van diciendo aquello de «ho tornarem a fer» («Lo volveremos a hacer»).

Los negocios, para funcionar, necesitan estabilidad legislativa y seguridad jurídica, entre otras cosas. Se nota que Sánchez Llibre procede de la política más que de la economía.

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