Fallo en Matrix: el PP ha ganado el relato

Fallo en Matrix: el PP ha ganado el relato

Estamos tan acostumbrados a ser el bando perdedor de la estrategia y la comunicación política que, cuando ganamos, parece que nos da miedo salir de la anestesia general que nos evita el dolor y el bochorno constante.
Pero cuando se obra el milagro, y en las elecciones europeas se ha obrado, hay que regocijarse. Por primera vez desde el 28 de mayo, la guerra psicológica la hemos ganado los buenos.

Comencemos por el principio. Esto no aspira a ser un análisis electoral sobre la derrota de Pedro Sánchez, que algunos argumentarán, con razón, que es insuficiente en un contexto en el que se amnistía a delincuentes prófugos de la justicia y la mujer del presidente del Gobierno está imputada por corrupción. Si éste fuera un país justo, el PSOE sería un partido extraparlamentario, pero como amamos España aún en sus imperfecciones nos conformaremos con verle sufrir electoralmente tanto como nos permitan nuestros ya habituales errores no forzados.

Estas líneas son un análisis sobre la batalla del relato. Sobre quién es el ganador moral de las elecciones y, sobre todo, el perdedor. Lo que más allá del argumentario del partido percibe el ciudadano medio, al que le da igual si el porcentaje de voto ha subido respecto a 2019 porque en realidad lo que esperaban era un perrugazo en sus distintas versiones ideológicas que en realidad no se ha dado. La ausencia de autocrítica lleva a la destrucción y la crítica destructiva también, pero la escala de grises intermedia es interesante transitarla de vez en cuando, no vaya a ser que sean los ciudadanos los que lo hagan por ti.

Pero volvamos al sanchismo. Han vuelto a perder las elecciones, pero lo cierto es que en términos relativos era absurdo para cualquiera plantear que pudieran ganarlas. Nadie que no fuera el malversador Tezanos atisbaba esa posibilidad siquiera de lejos. Pero, por el motivo que fuera, en Ferraz y en la sanchosfera militante y mediática llegaron a creer que el milagro era en realidad una verdad a punto de ser desvelada. Remontaron un resultado previsiblemente nefasto a costa de engullir a Restar (ahora que estamos todos comprometidos en la lucha contra los bulos, sería buena idea no emplear eufemismos con el partido de Yolanda Díaz) y por supuesto de hacer suyo el voto de cualquier formación política con pasado delictivo del arco parlamentario nacional. En realidad su resultado, a pesar de España, es una heroicidad, pero su gestión de las expectativas y su comunicación verbal y no verbal de la noche electoral lo ha convertido en una derrota sin paliativos.

A veces hay fallos en Matrix, y ayer fue uno de esos felices días: Génova comunicó primero y mejor, estableció el marco de victoria propia y derrota ajena, apuntó debilidades de Sánchez que un Sánchez en plena forma habría despachado con una sonrisa displicente y consiguió, para deleite de la derecha nacional, que los tertulianos de izquierdas de todas las televisiones fruncieran el ceño en una mezcla preciosa de tristeza, odio y resignación.

A medida que pasan las horas, en esta posverdad que hoy afortunadamente se construye sobre la verdad, la victoria del Partido Popular es cada vez mayor. El PSOE lleva horas repitiendo que «reflexionarán» sobre el resultado, que a pesar de ayer «seguirán en su estrategia» y que «queda gobierno para rato». Un relato de perdedores derrotados que implica que por primera vez en mucho tiempo hay una grieta en el sanchismo que la derecha tiene que ser capaz de explotar.

En contra del pronóstico de Moncloa, amnistiar a delincuentes corruptos de extrema derecha que subvirtieron el orden constitucional por motivos puramente racistas, no es buena idea. En contra de lo que cree Sánchez, pasearse con su mujer como la nueva Eva Perón cuando está acusada de haberse aprovechado de su condición de primera dama para reunirse con el presidente de Indra para negocios privados, de haber recibido una cátedra regalada o de conseguir financiación de empresas que después reciben fondos públicos otorgados por su marido no es, al parecer de los españoles, algo que merezca su refrendo.

Hoy, por primera vez en meses, en Moncloa y en Ferraz han perdido el pulso global de los suyos y de las urnas. Sus planes ya no salen como antes. Sus derrotas transformadas en victorias retóricas ya no funcionan.
Hoy, por fin, el perro está abatido. Es hora de cazarlo.

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