¡Es un escándalo!

Begoña Gómez

Sinceramente, no creo que Begoña acabe en mono naranja, muy mona, a lo Orange is the New Black, o su versión ibérica, mucho más cutre e infinitamente más divertida y adictiva, Vis a vis. Tampoco creo que Sánchez dimita por esto, no hay pundonor ni sentido de la estética (scroll a su vida antes de tener estilista, con vaqueros desgastados artificialmente, un signo inequívoco de debilidad moral e intelectual)…

Imputada o investigada Begoña Gómez, lo que prefieran ¿sabían que fue el Partido Popular quien cambió la palabra «imputado» por el eufemismo que ahora manejamos?… Habilidades de la jerizonga política, oportunos circunloquios, hoy día, para los consumidores socialistas.

¿Recuerdan cuando los trajeron a cantar Quédate a Ferraz a cambio de un bocadillo de mortadela con aceitunas y una Fanta? ¿Ese sábado que llegaron autobuses para consolar a Pedro, el amoroso, y decirle que lo de Begoña eran sólo bulos de la derecha, que es muy machista y no quiere que las mujeres habiten el mercado laboral?

Lo que no sabían esos jubilados que vinieron (a llamarnos ultraderechistas a los que informamos, y a cantar consignas rancias apestando a naftalina) es que no venían a apoyar la democracia, ni a clamar contra el fascismo (no saben lo que es), sino que trabajan, existen y se ridiculizan a sí mismos solamente por los intereses espurios de Peter, de su mujer, cuyo oportunismo rayano en el delito está en manos de las autoridades competentes, y de un Gobierno mastodóntico sustentado en un vertedero de enchufados y estomagazos.

Me pregunto (con ternura y humor, que son la misma cosa) como justificaran Évole o Àngels, las recomendaciones de la “catedrática” a gigantes empresariales que le proporcionaban grandes sumas y servicios por el morro y que posterior y casualmente se veían beneficiadas desde el gobierno de España. ¿Cómo se explican los socialistas las embarazosas componendas económicas de Gómez?

Y, en paralelo, ¿cuál es su profesión, movilizar recursos? Uno se pierde entre los vericuetos de su jerga tecnócrata, retórica cargante y delirante que puede vencer, seguro, por extenuación.

Luego está lo más simpático de todo, que Pedro llegó al poder con una moción de censura contra la corrupción y es el primer presidente de la historia cuya esposa ha sido investigada, por corrupción.

No olvidemos que el 17 de mayo, Sánchez afirmó «no hay caso, sino fango», pero había caso y mintió, as usual, aunque había fango, mucho fango. Y más que brota cada día del asunto, mientras él sonríe en la sesión de control, retirándose el lodo de los ojos con la mano y restregándolo en las butacas de cuero del hemiciclo. Un cero en responsabilidad: ¡y un diez en autoindulgencia!

Jamás el narcisista, político o amante, rendirán cuentas por sus errores ni pedirán perdón (de eso tú sabes, Begoña). Su deteriorado autoanálisis evita la culpa desde esa atalaya de virtud dramatizada que despliega 24×7.

Lo que está claro, es que sus días de superioridad moral están contados, este escándalo, sea o no delito, solo se puede defender desde la psicopatía, el cinismo, o la idiocia.

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