Emergencia nacional, Gobierno de emergencia nacional

Emergencia nacional, Gobierno de emergencia nacional

Por no caer en el catrastofismo o en el realismo informado más bien, no debemos ocultar las apreciaciones de los que se saben: la última es ciertamente brutal porque apunta, en días, a una cifra cercana de infectados por el coranovirus al borde mismo de los cien mil casos. La cifra de los posibles muertos tampoco es gratificante; me eximo a mí mismo de escribirla. El contagio de las manifestaciones del 8 de marzo es ahora mismo abrumador. Nos quedan al menos tres semanas de gran sufrimiento. Las previsiones epidemiológicas son fatales y no mejores son otras, las económicas y las políticas que van a convertir a España -en opinión de todos los expertos- en un país destruido en su encarnadura sanitaria, y destrozada en su armazón institucional. Sobre esta estimación no valen paños calientes: el miedo ahora mismo es que, con la complicidad del PSOE, sus socios de Frente Popular, los radicalcomunistas de Podemos, se intenta la voladura del sistema democrático del 78.

A este respecto, un dato. Hace un par de días, y en el momento mismo en que el Rey de España, Felipe VI de Borbón, lanzaba un mensaje corto en extensión y en ambición, sumándose a las proclamaciones de unidad y resistencia ante el virus y sus catástrofes, los discípulos del vicepresidente leninista Pablo Iglesias, organizaron más que una cacerolada, un movimiento de agresión a la Monarquía. Un movimiento iniciático que finalizaba con un objetivo en forma de adiós: “Coronaciao”, que queda más republicano. Se de primera mano y de fuente segura que, tras conocerse las alteradas cuentas de Juan Carlos I en Suiza, el Gobierno de Sánchez y el PP de Casado pactaron -insisto, pactaron- una posición común en el que se aceptaban las críticas el Emérito, pero se salvaguardaba la impecable conducta de su sucesor. Eso ha durado exactamente un cuarto de hora, el tiempo en que los aliados bananeros de Sánchez, Podemos, se han tirado a la carótida no de los dos últimos Reyes de España, sino de la Monarquía como nuestro modelo de Estado. Y el PSOE callado como un difunto. Esto ha ocurrido mientras Iglesias, con una desvergüenza casi dolosa, aparecía en las televisiones al lado del depauperado doctor Simón, para exigir a los ciudadanos que no salgan de sus casas, él, que con su señora la enferma Montero, fue el mayor propiciador de la manifestación infectocontagiosa del pasado 8 de marzo.

El tal pacto ha saltado por los aires y nuestro porvenir como Nación se dibuja cada día con mayor oscuridad. Está en peligro; el que no quiera verlo es sencillamente un botarate. Por eso, hacen falta grandes remedios, y no los de un cronista más o menos enterado e ingenioso, sino los de los muchos españoles, los que ahora mismo se denominan “influencers”, que afirman que en una situación de emergencia como la que padecemos, y que se va a agravar, precisa de un Gobierno de emergencia nacional que aborde la situación con rigor, sin sectarismo ideológico y sabiduría. Es decir, un Gobierno radicalmente opuesto al batiburrillo del Frente Popular que no está conduciendo a nuestra más honda disolución histórica.

Y más datos aún que abonan la buenaventura de una solución como ésta: hace también unos días, desde la Moncloa el dúo Sánchez-Redondo intentó depositar sobre las espaldas del PP la culpabilidad de este virus monumental. “Todo viene a cuenta -indicaba a sus cómplices el gurucillo Redondo- de los recortes sanitarios del Gobierno de Rajoy; esos tienen la culpa”. Como la gente de este país no ha sido tal lerda como para tragarse semejante mercancía, ahora los citados han puesto en marcha la necesidad perentoria de unos Presupuestos Generales apoyados desde la oposición por, ¡fíjense!, decencia nacional. Una trampa. Es su última ocurrencia que coincide con otra, todavía de peor enjundia, venida y regada por los independentistas de Cataluña, otros de los socios de Sánchez. Una vez, estos barreneros hicieron cuajar en la sociedad abotargada, la especie de “España nos roba”; ahora han sustituido el verbo y se han puesto directamente letales: “España nos mata”. ¿Hace falta o no un Gobierno de emergencia nacional? Son los compadres de Sánchez. Unos miserables que le mantienen en La Moncloa.

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