La economía y el coronavirus: prudencia y templanza
La economía lleva meses sufriendo una desaceleración propia de la parte baja del ciclo, acrecentada con algunos factores que introducen inestabilidad en la misma, tanto desde el punto de vista internacional -guerra comercial, Brexit, tensión en Oriente Medio-, como nacional –inestabilidad política y presupuestaria e incertidumbre ante la política económica de la coalición que forma el nuevo Gobierno-.
Ahora, nos enfrentamos a un nuevo riesgo que ha ido cobrando fuerza a lo largo de las últimas semanas: el impacto económico de los efectos del coronavirus, enfermedad cuyo brote se originó en China en diciembre del año pasado, pero que crece en cuanto a número de afectados no sólo en China, sino por Asia, Italia, Francia, por otros distintos países y también por el nuestro. Es lógico que se haya propagado, al tratarse de un virus que se contagia de manera rápida, según dicen los expertos sanitarios, en un mundo globalizado como el que vivimos.
Ante ello, las bolsas están reaccionando con fuertes ventas, que hacen que los distintos índices de todo el mundo estén cayendo. Hay algunas empresas del norte de Italia que han cerrado o limitado su producción -no olvidemos que Milán y la región de la que es capital, Lombardía, generan el 40% del PIB italiano y el 6% del de la Unión Europea-, y en Japón también se ha iniciado el trabajo a distancia en algunas actividades. De la misma manera, el conjunto de la población empieza a sentir una cierta psicosis ante el posible contagio de la enfermedad.
Sin embargo, en mi opinión, guiado por los comentarios de los expertos sanitarios, debemos ser prudentes; diligentes si creemos haber sido contagiados, pero no alarmistas: todos los expertos sanitarios insisten en que es un virus que aunque se contagia de manera más rápida que la gripe común, tiene cura, muchas personas contagiadas no tienen ni síntomas y otras padecen las mismas molestias que con un catarro o que con la gripe común. La tasa de mortalidad no parece tampoco muy elevada, en línea también con la de la gripe común, según podemos oír a los expertos sanitarios. Es verdad que hay personas graves por dicha enfermedad, pero, generalmente, se trata de personas con defensas más débiles por enfermedades previas o respiratorias crónicas; en ellas, hay que redoblar la vigilancia y los cuidados, sin duda, como hay que hacerlo ante la propia gripe común, pues también esos mismos grupos son los que más riesgo tienen ante ella.
La actualidad manda, ya lo sabemos, y se narra a cada instante cada nuevo caso que hay de coronavirus, cada fallecimiento que existe en el mundo por dicha enfermedad, pero aunque cada muerte es dolorosa y cada persona irreemplazable, desde el punto de vista proporcional, viendo el impacto en el conjunto de la sociedad, debemos conservar la calma. Si a cada instante nos dijesen el número de personas que se contagian por gripe común cada invierno y los fallecimientos que por ella se producen, también nos asustaríamos. Si con la gripe común conservamos la calma, ahora debemos hacer lo propio: ser prudentes, ir al médico si tenemos algún síntoma sospechoso, y vivir con normalidad y trabajar con normalidad, con prudencia, evitando riesgos, pero con normalidad. Si no, la psicosis no nos dejará vivir y la histeria se llevará la economía por delante, con el riesgo de que la pobreza nos invada. En esta encrucijada, tenemos dos virus a los que vencer: el coronavirus, que se superará con la ayuda de los avances y cuidados sanitarios, y la histeria, que depende mucho de cada uno de nosotros el que no nos noquee.