Un destino poco adecuado

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Después de jugar al ratón y al gato con los medios de comunicación y con la ciudadanía española en general, al fin trascendió por medio de una escueta nota informativa hecha pública por la Casa de S.M. el Rey que el anterior monarca, Juan Carlos I, se hallaba en Abu Dabi, la capital de los Emiratos Árabes Unidos. Uno de los pequeños países del Golfo Pérsico que gracias al petróleo que la madre naturaleza ha almacenado en el subsuelo de aquella zona geográfica, nada en las más absoluta abundancia y cuyo sistema político está muy alejado de las normas democráticas que rigen para cualquier Estado homologable en la civilización occidental.

De todos los lugares que podría haber elegido Don Juan Carlos para instalarse en este obligado abandono del territorio español -República Dominicana y su lujosa Casa de Campo, Portugal en alguna de las fincas de amigos de la Familia Real española desde los tiempos de exilio en Cascais, Nueva Zelanda donde sus amigos regatistas se dedican a prepararse para conseguir la victoria en las siguientes competiciones de vela- el predecesor en la Corona de Felipe VI ha elegido el destino menos adecuado. Abu Dabi es un país regido por la dinastía de los Al Nahayan, que se han volcado desde siempre con los miembros de la Familia Real española. Prueba de ello son los valiosísimos regalos con los que les han obsequiado a cualquiera de ellos que les visitara, como un sable tipo alfanje o cimitarra cuya empuñadura estaba cuajada de piedras preciosas  que regalaron al entonces Príncipe de Asturias cuando visitó la fragata Santa María durante la primera guerra del Golfo. Su generosidad era también grande con los miembros de la comitiva real española, incluidos los periodistas que informaban de la visita de Don Felipe a la tripulación de la fragata española.

A pesar de que la sospecha de operaciones económicas y financieras irregulares, efectuadas precisamente en ese área de los pequeños países del Golfo Pérsico, pueden terminar con la apertura de una causa judicial al Rey Juan Carlos, él ha optado por ser tratado a cuerpo de rey en un hotel obscenamente lujoso. Un establecimiento convertido en fortaleza inexpugnable para cualquier fotógrafo que quiera captar imágenes del anterior Jefe del Estado español o investigar cómo es su vida en esa jaula de oro.

Para terminar de arreglar la situación, Corina Larsen ha puesto en marcha de nuevo todos los cañones y baterías a su alcance y ha denunciado en un medio tan prestigioso con la cadena británica pública, la BBC, la implicación de Don Juan Carlos y de toda su familia en las operaciones ilegales de carácter económico y financiero que se han venido realizando durante los últimos 40 años. Por supuesto, los 65 millones de dólares que recibió ella de Don Juan Carlos en 2012 fueron, según Corina, un regalo no solicitado en forma de donación para ella y su hijo.

Lo peor de toda esta historia es el daño que está haciendo al actual Jefe del Estado, que trata de poner toda la distancia posible con una actuación tan poco ejemplar que a veces parece imparable. Hay que confiar en que no lo sea.

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