El derbi de la vacuna

El derbi de la vacuna

Allá por el siglo XVIII, el conde de Derby lanzó una moneda al aire para elegir el nombre de una nueva competición cuyos participantes deberían sostener su feroz rivalidad. Como llovía y la pieza cayó de canto sobre el fango, la bautizó con su propio nombre y proliferaron los derbis, desde los hípicos, hasta las peleas de gallos a las que se han apuntado grandes industrias farmacéuticas en el XXI. Hoy surge otro torneo más dramático, menos deportivo: el del coronavirus, una carrera a contrarreloj con premios multimillonarios. El primero que llegue a la meta y presente una vacuna medianamente aceptable, por poco efectiva o segura que sea y aunque no dure su inmunidad, será proclamado ganador de la mayor subasta mundial que veremos. Los que pasen la meta bien colocados también se forrarán a costa de millones de ingenuos que se chutarán la vacuna para eludir la peste.

Hemos leído que muchas especialidades farmacéuticas que le vende el de la bata blanca tardan años, o lustros, en investigarse. Dar con la vacuna del cólera, por ejemplo, llevó una década. Lo de “La verbena de la Paloma”, no hace gracia en estos crueles tiempos: “¡Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad!”. Prefiero lo que Hilarión le repuso a Sebastián: “¡Es una brutalidad!”. Hoy, cualquier ser humano sirve como cobaya de laboratorio. Experimentan con nosotros igual que lo hacen con chimpancés. Afortunadamente, el ordenamiento jurídico español no contempla que nadie esté obligado a vacunarse, aun así, ese par de desaprensivos del Gobierno, Sánchez e Iglesias, son muy capaces de sacarse un decreto ley de la manga, como tantas veces antes han hecho, obligando a que se vacune hasta el último mono.

Triste es decirlo, pero habitamos un planeta repleto de depredadores financieros que han convertido el virus en un rumor de comisiones. La salud de las personas no interesa nada, sólo importa el dividendo, la fabulosa ganancia que le saquen al negocio. La Agencia Europea del Medicamento flipa con la innoble cantidad de piratas químicos que han aparecido en los muy tenebrosos días de la pandemia. Heide Larson, cazadora de bulos sobre vacunas, declara que “es imposible acabar con la desconfianza que promueven”. Los expertos coinciden con la profesora.

Antes de que me vacunen contra el Covid-19, prefiero que me chuten la vacuna contra la rabia. Sylvia Pantoja asegura que la vacuna del coronavirus nos dejará con el ADN alterado. El infinito número de frascos en desarrollo, continúa creciendo como la espuma. Las farmacéuticas han decidido experimentar con cualquier voluntario suicida. Yo paso. El Gobierno de España aún no sabe quién las va a comprar ni quién las va a repartir. Nuestra moderna Sanidad todavía no ha diseñado una estrategia de vacunación. Mejor les irá a todos si sueñan con pasar las Navidades en casa. Se ahorrarán la vacuna.

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