La demolición de la escuela pública

Educación

Nos descuidamos… y pasó. Porque lo que hoy está ocurriendo con la Educación no es un fenómeno nuevo, sino que se viene gestando desde que durante el primer gobierno de Felipe González se produjeron las primeras transferencias de competencias en materia educativa a las Comunidades Autónomas. Comenzó González, un presidente del PSOE; pero continuó Aznar, le sucedió Zapatero y lo remató Rajoy. O sea, los sucesivos gobiernos de España han ido vaciando al Estado del instrumento cohesionador e igualitario por excelencia que es la Educación.

Y en estas, llegó Sánchez. El terreno estaba preparado para que –pandemia mediante, estado de alarma inconstitucional y Parlamento cerrado- el Gobierno conformado para demoler el sistema del 78– se aprobara la Ley Celaá, una ley que institucionaliza y universaliza la educación en el odio y en la mentira que hasta ese momento eran prerrogativa de las comunidades autónomas en las que gobiernan los partidos nacionalistas y en casos como Baleares o la Comunidad Valenciana, en las que el Gobierno lo preside un PSOE directamente travestido en nacionalista.

El último decreto de desarrollo de la ley no es sino un eslabón más del proceso de demolición de la educación pública emprendido por los socialistas. Aunque, como venía diciendo, ninguno de los aspectos curriculares que regula es novedoso. Solo por poner un ejemplo, que la Filosofía deje de ser asignatura obligatoria es algo que veía produciéndose desde hace muchos años; por cierto, que la primera comunidad que quitó esa asignatura entre las optativas fue el País Vasco. No es casual; la filosofía enseña a pensar y el pensamiento libre es muy peligroso para los liberticidas… El nacionalismo lo sabe y el socialismo también; por eso ambos, enemigos declarados de la libertad, lo atacan al unísono.

Yo diría que lo más grave del nuevo decreto es que se incrementan las horas obligatorias de “entretenimiento” (que lo llaman humanidades) y
que se vacían de contenido real las asignaturas. Por citar otro ejemplo concreto: ¿cómo se puede aprender la Historia sin cronología, cómo se puede conocer lo que fue la revolución industrial si no se ha estudiado previamente la historia de los romanos? Pues devaluando la importancia del conocimiento, en este caso de la Historia.

Así que los alumnos de la ESO llegan a la Universidad sin referencias, pues les han “enseñado” que las opiniones tienen el mismo valor que los hechos. Cosa que viniendo de los socialistas no debiera sorprendernos, pues al fin y al cabo esto es una constante del social comunismo que adoctrina desde el Gobierno, que lo mismo niega la importancia de los hechos históricos que sustituye la naturaleza por la ideología de género. Lo importante no es si eres hombre o mujer, lo que importa no lo que eres sino lo que sientes. Y ya ni te cuento si, además, el sentimiento es fluido…

La raíz del problema está en lo que los sucesivos gobiernos democráticos han hecho con la educación en España. Diecisiete sistemas educativos han tenido como consecuencia el deterioro de la calidad de la educación, sino que al romper el currículum común han roto el nexo entre ciudadanos españoles. Hace mucho que se ha dejado de estudiar la historia de España, su geografía, sus ríos, sus escritores ilustres, sus científicos…

Recuerdo que cuando era diputada, preparando una intervención en la que proponíamos que el Estado recuperara la competencia de Educación y que fuera indelegable, busqué en cuántas comunidades autónomas se estudiaba la ubicación de las cuevas de Altamira… Encontré cuatro, de diecisiete… En el resto se estudiaban la del tío pacorro, la del arroyo, la del silvo… etc. O sea, que los niños y jóvenes españoles salen de la ESO sin saber que este patrimonio de la Humanidad se encuentra en España. ¿Se imaginan que pudiera ocurrir algo similar en cualquier país de nuestro entorno? Ni soñando renunciaría Francia, Alemania, Italia… o cualquier otra nación a reivindicar la ubicación en territorio nacional de esa parte de la historia de la humanidad.

La llamada ley Celaá -por la que el psicópata la ha premiado mandándola al Vaticano- destruye definitivamente los dos principios básicos de la educación: cohesión e igualdad. Porque para que triunfe el proceso de demolición de la democracia en el que está embarcado, el psicópata de la Moncloa necesita dar la puntilla a la educación como elemento cohesionador entre ciudadanos, regiones y generaciones de españoles. Además, y como se está viendo en los sucesivos decretos que la desarrollan, esta ley provoca la demolición de la escuela pública. Educar en el odio y la mentira no era suficiente para el psicópata. Para que triunfe su proceso de demolición necesita un país empobrecido económica e intelectualmente. Ciudadanos subvencionados, que callen porque viven de la “generosidad” del déspota y generaciones de jóvenes ignorantes, sin preparación para competir y buscarse autónomamente la vida.

¿Se imaginan a alguien que dentro de unos años presenta su currículum para obtener un puesto de trabajo? Apto, apto, apto…. Todos iguales, igualados por abajo, naturalmente. ¿De qué sirve esforzarse en aprender o en enseñar? La mediocridad es la apuesta de Sánchez-Castejón, que odia la excelencia porque destaca aún más su inanidad intelectual, su incapacidad profesional y su miseria humana.

O sea que Sánchez pasará a la historia, además de por el resto de desgracias que ha provocado durante su mandato, como el presidente más reaccionario de la historia de España. De la crisis económica saldremos antes o después; pero de la demolición de la escuela pública y de la ruptura del principio de cohesión e igualdad tardaremos lustros en recuperarnos.

Hay que echarlo. En legítima defensa.

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