Una democracia seria no puede permitirse a estos émulos de las SA nazis
El Partido Nacionalsocialista de Adolf Hitler tenía a las Sturmabteilung, cuyas siglas eran ‘SA’ —sección de asalto en español— y los separatistas catalanes tienen a los Comités de Defensa de la República (CDR). Ambos escuadrones violentos, con casi un siglo de separación entre sus respectivos orígenes, tienen un denominador común: el terror en las calles como modo de presión y amenaza contra las sociedades democráticas que parasitan. Desde el pasado fin de semana, y con especial intensidad este lunes 1 de octubre que han celebrado el aniversario golpista, hemos podido comprobar de nuevo su devastador modus operandi en Cataluña: agresiones, ataques, heridos y amenazas.
Todo ello, con la permisividad y el apoyo del presidente de Cataluña, el xenófobo Quim Torra, quien incluso los ha espoleado con vehemente inconsciencia a pesar de los daños sufridos por numerosos efectivos de la propia policía autonómica, los Mossos d’Esquadra. «Presionáis y hacéis bien en presionar», ha dicho este pirómano de la política metido a dirigente regional que parece empeñado en llevar a Cataluña hasta el precipicio del enfrentamiento civil. Torra ha echado así más gasolina sobre el fuego independentista y alienta a un grupo de violentos que no sólo emulan a las SA nazis o a los camisas negras italianos, sino que, además, actúan como la kale borroka batasuna que sembró de violencia las calles vascas.
A tal punto han llegado que incluso han asaltado el perímetro del Parlament mientras lanzaban vallas contra los Mossos hasta obligarlos a recluirse en el interior del edificio. Ése es el contexto intolerable que carcome ahora mismo la viabilidad de Cataluña. Intolerable como el hecho de que pueda haber un grupo violento como los CDR en una democracia como la española. ¿A qué espera el Gobierno para mandar más agentes fijos a Cataluña? ¿Para cuándo más Policía y Guardia Civil en la zona y de manera permanente? ¿Qué más tiene que pasar para que Sánchez aplique de una vez un nuevo 155? Son preguntas de rápida respuesta si lo que prima es el sentido de Estado y la prevalencia de la legalidad vigente. Si el Ejecutivo se deja llevar por otro tipo de intereses, entonces todo se vuelve mucho más ambiguo, laxo y complicado y, lo peor, es que se prolongará sine die una situación insostenible.