La debacle del sanchismo
Las elecciones andaluzas del domingo no son unas “elecciones más”, sin perjuicio de que nunca lo son tratándose de la más poblada comunidad autónoma de España, y hasta fecha reciente considerada feudo político por antonomasia del PSOE. Baste recordar que desde la aprobación de la Constitución el gobierno de la Junta ha estado en manos socialistas hasta la pasada legislatura en que asumió la Presidencia Juanma Moreno, pero quedando tras el PSOE con Susana Díaz que aspiraba a la reelección de la presidencia de la Junta. Ahora, con Pedro Sánchez al frente del gobierno y con Juan Espadas, el reciente alcalde de la capital la emblemática Sevilla, ex consejero de Chaves y Griñán, y vicario suyo en el PSOE andaluz como candidato, el partido – aunque ahora lo niegue- aspiraba a reconquistar la fortaleza perdida.
Desde esta perspectiva, el resultado electoral es un claro indicador, tanto de la solidez recobrada por el PP tras el traumático relevo de la dirección anterior por la experiencia y madurez del equipo de Feijóo, como de la decadencia absoluta del sanchismo. El sanchismo es una manera de entender la política y el partido socialista, como meros instrumentos al servicio de la ambición de su líder donde el fin justifica los medios, y donde incluso España y el Estado están a su servicio. Todo ello aderezado además con una carencia absoluta de respeto por la verdad y de fidelidad a la palabra dada, lo que hace muy difícil cualquier pacto o acuerdo con él, teniendo el bien común o el interés general de los españoles como objetivo. Sin duda formará parte del guion de Moncloa y Ferraz, restarle importancia al resultado en clave nacional, y reiterar que las elecciones no se adelantan e incluso que Sánchez se presentará a la reelección. Pero lo cierto es que el mensaje de los andaluces es demoledor para Sánchez y su partido, que por vez primera ha quedado por debajo del millón de votos en la Comunidad, con el PP tiñendo de azul el mapa de Andalucía, y prácticamente doblando en votos al PSOE.
Pretender ser al tiempo Simon Bolivar en Cataluña y Bismarck en toda España ya le dijo en su día Don Niceto a Francesc Cambó que era imposible, y Sánchez y el PSOE lo están comprobando en cuantas elecciones se vienen realizando desde que formó su actual gobierno; y, con elecciones autonómicas y municipales dentro de once meses, lo que les espera no es precisamente halagador. Es más que previsible ante ese escenario, que Sánchez acometa una nueva crisis de gobierno intentando soltar lastre podemita – con un fracaso electoral añadido por su parte- , reduciendo sensiblemente su megagobierno que resulta hasta ofensivo ante una crisis de déficit, deuda y gasto público como la que experimentamos, y transformándose en una versión de Sánchez, austero y marcando distancias con sus socios y aliados.
El problema que tiene el sanchismo es que los españoles parece claro que le han tomado la medida y por más que “la mona se vista de seda mona se queda. Por lo demás, el rotundo éxito del PP y Juanma Moreno, le convierte en nuevo barón entre las baronías, eclipsando parcialmente a Ayuso y estableciendo quizás el nuevo paradigma de estrategia política de Feijóo. Vox ha consolidado su actual condición de tercera fuerza política nacional, pero sin duda ha errado en su campaña poniendo el foco en llegar al gobierno por encima de todo, cuando el actual no era socialista y estaba bien valorado por sus potenciales votantes. Cs ha certificado su defunción política y no es descartable que se siga viendo a Marín como independiente en el gobierno de Moreno. En cuanto a la extrema izquierda, ha pagado cara su fractura, además de su carencia de ejemplaridad e inexperiencia de gestión.
La, ‘suma’ de Yolanda Díaz arroja saldo neto totalmente negativo, tras las referencias poco edificantes de las lideresas Oltra y Colau, y “todos y todas juntas y juntos” suman siete escaños frente a los diecisiete anteriores, lo que confirma la debacle sanchista, con todos los ingredientes de la fórmula incluidos sin excepción alguna. Veremos pronto al PNV tomando distancias para seguir “junto al sol político que más calienta”, lo que no garantiza que Sánchez tenga un plácido y boyante semestre de presidencia europea el año próximo.