Cumbres borrascosas

Cumbres borrascosas

¡Alea jacta est! El pueblo ha hablado a través de su voto. Las encuestas
siempre apuntan en una dirección, más o menos acertada, y el escrutinio
impone la evidencia volitiva. Aritmética parlamentaria bastante simple. La
cuestión se limita solo a sumar. Sumamos por acá, agregamos por allá y
adicionamos por acullá. El resultado, en cualquier caso, es que España
quiere ser de izquierdas. Eso es lo que han dicho los españoles, votando a
esta, esa o aquella formación. No hay más tutía. La bolsa, ahora, hablará.
Banca, energía, concesionarias, tecnológicas y quién sabe si algún otro
sector, en el punto de mira. Y más en la diana otros grupos empresariales,
según sea el nuevo gobierno que se forme. Un probable gobierno del
PSOE y Unidas Podemos, con apoyo nacionalista, pone en guardia a
inversores por más que se diga que lo predominante, a partir del 29 de
abril, es la estabilidad política, la seguridad jurídica, la tranquilidad
normativa. Veremos si el próximo Ejecutivo le sigue dando al decreto-ley o
se decanta por dar juego al poder legislativo. La prima de riesgo de España
se animará. España, digna representante de esa periferia europea que
exaspera a los halcones europeos, puede provocar algún quebradero de
cabeza en pro del equilibrio de las finanzas públicas. Nosotros solitos
aportamos prácticamente la mitad del déficit público agregado de la zona
euro.

El debilitamiento económico que se avecina castigará a una España
desprevenida, rendida al aumento del gasto público, a bailar con el déficit
público, a seguir incrementando su deuda pública, a la par que
encandilada con más impuestos. Más presión fiscal y, sin embargo, el
gasto público continúa imparable, absorbiendo todo el esfuerzo tributario
de los españoles o, igual, sobrepasándolo

Económicamente, los pactos políticos que se alcancen, con toda
probabilidad por el frente de las izquierdas, restarán para la industria, las
inversiones y el empleo. Mientras Europa apenas crece, a diferencia de
Estados Unidos, y con el alza del precio del petróleo pululando, la
desaceleración nos pillará. Subirá el salario mínimo, subirán las
cotizaciones sociales, con destope para las máximas, subirán las
pensiones, y el crónico paro persistirá. En cuanto conozcamos la
actualización del programa de estabilidad que el Gobierno remite a Bruselas para el cuatrienio 2019 – 2022, los presagios de mayor carga
fiscal, con los ingresos fiscales apuntando hacia el 40,2% del PIB, en
números redondos, 486.000 millones de euros – 60.000 millones de euros
más que en 2018 -, sobrevuelan nuestras cabezas. ¡Alea jacta est!, salvo
que entren en juego influencias supranacionales, intereses comunitarios y
sugerencias desde más arriba de los Pirineos, llamando al consenso entre
el bloque socialista y el de Ciudadanos.

Ahora toca a los sociólogos explicar el porqué del voto. Aunque uno
piensa que quien paga las pensiones el día en que se vota y además
promete seguir revalorizándolas, tiene mucho ganado. Empero, la
economía real se resentirá. Porque hoy por hoy España no está preparada
para afrontar vientos de cara ni dispone de un colchón fiscal que permita
maniobrar en este año 2019, delicado y exigente para la economía
mundial, con temor a que los riesgos a la baja que se barajan se
materialicen y confiando en que, en tal caso, las políticas de respaldo
funcionen para las economías tensionadas, las dependientes de las
exportaciones y las que se encuentran sumamente endeudadas, con
acento en la deuda soberana. España, ante tal panorama, seguirá
necesitando de la asistencia de una política monetaria acomodaticia
brindada por el Banco Central Europeo cuya batuta dirige, hasta octubre,
Mario Draghi pero que luego podría estar en manos de algún halcón
finlandés que impondría más normalidad monetaria…

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