Corruptos marca de la casa

Corruptos

El escándalo Koldo ya se terminó. Nadie, y ni siquiera él mismo, ha defendido lo indefendible, y por eso duró, como decía Sabina, «lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks». Siguiendo con la misma canción, «en vez de fingir», dejaron caer la primera línea del frente disparando contra ella. O sea, también fingiendo, pero en vez de justificar sus comportamientos o de presumir su inocencia, ensañándose impostadamente con el trampantojo.

Koldo García responde al modelo de chorizo de baja estofa; matón cutre e impresentable que aprovecha la oportunidad de enriquecerse ostentosamente con lo que se les cae del bolsillo a sus jefes. En sus genes se distinguen segmentos del ADN de Luis Roldán, de Juan Guerra, de Francisco Javier Guerrero o del Tito Berni, pero con peculiaridades que lo hacen todavía más chusco. Termina por ser el más paródico de todos ellos y parecería que estamos ante uno de esos personajes que buscó el gran Berlanga para su divertida Todos a la Cárcel.

Pero, antes de dejar a este matasietes, resaltar que es un nuevo y buen ejemplo del gran ascensor social que es la fontanería del PSOE. A Koldo su educación y formación le llevaron hasta una portería de discoteca o de mancebía, pero su, digamos, relación con varios cargos socialistas, le rompió su techo de cristal y lo llevó a la relevancia social y a la fortuna económica. ¡Hay afiliaciones que traen una beca para la escuela de la vida!
Terminado entonces el asunto Koldo, el escándalo Ábalos va a un durar un poco más; pero poco más, porque es preciso abrir urgentemente un cortafuegos más ancho. La semana pasada el humo del incendio de Valencia permitió que el ex ministro se desenfilara, pero claro, no es cuestión de que arda un edificio todos los días. Así que con la ejecutiva de ayer se ha pasado del silencio acusador a abrir fuego con toda la artillería desde la propia retaguardia.

Ábalos es otro tipo de golfo. Éste cristaliza como esos políticos purasangres de la cuadra socialista. Son el modelo desvergonzado y faltón (falta de educación, de escrúpulos y de cualquier rigor intelectual) que resulta muy útil en las portavocías y en la Secretaría de Organización del partido. Algunos de estos, como Pepiño Blanco (hoy don José) o José Bono (hoy Pepe), consiguen salir vivos, y por supuesto millonarios, de la misión. Pero otros no tienen tanta suerte, o la habilidad de guardarse las espaldas a la vez que se guardan los beneficios y, cuando vienen mal dadas, terminan acribillados por el fuego amigo.

De todas formas, no debieran tener tanta prisa en el PSOE por cerrar el asunto, porque las tramas y los pelotazos del koldogate tienen demasiadas ramificaciones y demasiados afectados como para cerrarse con la caída de una presa que ya fue abatida hace casi tres años. Sin duda, estamos ante una corrupción sistémica y sistemática que no se puede perimetrar dejando fuera al presidente del Gobierno.

Es difícil creer que quien domina con mano de hierro el partido y quien lidera de forma casi exclusiva la función de Gobierno, no conociera la que tenían montada. Son muchos los contratos, muchos los ministerios, las consejerías y las empresas públicas afectadas, muchas las partidas presupuestarias y las cadenas de favores/extorsiones que han ido abriendo.
Y lo peor de todo, para él, es que su trayectoria no alimenta su presunción de inocencia, al menos en cuanto a su responsabilidad delegada. Como bien le recuerda Núñez Feijóo cada vez que tiene ocasión, Pedro Sánchez ha perpetrado en los últimos años todo tipo de corrupciones políticas, terminando, por ahora, con la compra de su permanencia en la Moncloa a cambio de la separación de poderes, la igualdad de los españoles y algún que otro principio de nuestro sistema democrático.

Y no hay argumentos para pensar que esa corrupción que deriva de la más completa ausencia de moral se circunscriba únicamente al ámbito político. Quien puede lo más puede lo menos, y quien no ha sido capaz de respetar los principios democráticos, las instituciones políticas y los compromisos éticos, es extraño que haya tenido un comportamiento riguroso en la gestión y control del presupuesto.

Con Sánchez han logrado un modelo de corrupto muy sofisticado y resiliente, pero no infalible. Los principios sobre los que presumía haber instaurado el sanchismo han resultado ser mitos que se han ido desmontando uno tras otro. Y nadie puede creer ya que la regeneración democrática o la lucha contra la corrupción no sea también una superchería. ¡Una más!

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