Que viva España
No se preocupen por el párrafo introductorio que ésta no es una columna sobre fútbol, pero el contexto es necesario. Como les decía, como con todos los seres humanos del planeta Tierra que nos tomamos más en serio el deporte que la política (no se fíen nunca de nadie que opine al revés), el algoritmo de mi Twitter está perfectamente entrenado para que durante la Eurocopa sólo me enseñe contenido futbolístico, preferentemente orientado a los fracasos de cualquier jugador del Barça o que haya sido entrenado por Pep Guardiola. Esta España mía, esta España suya y esta España nuestra es la excepción, que el repudio culé por fuerte que sea no supere nunca el amor a la patria.
Leía por tanto ahora en redes sociales un tuit sobre nuestro encuentro con Alemania en cuartos de final en el que, con un lenguaje un poco más soez que el que voy a emplear para transcribirlo de forma no literal, el autor decía que nunca habíamos ganado a un anfitrión en competición oficial, pero que da igual porque en junio de 1492 tampoco habíamos descubierto aún ningún continente y mira dos meses después qué movida con las Américas.
Probablemente, cuando a uno la vida le sonríe se alegra hasta con las banalidades, pero imagine usted qué momento tan inesperadamente bonito cuando uno se vuelve a dar cuenta de la obviedad de tener la fortuna de haber nacido en el país más importante de la historia y, por tanto, en el mejor.
Hay una corriente de neopatriotas acomplejados que creen que hay que sentirse orgullosos de España porque tenemos un montón de derechos civiles y una Constitución de 1978 envidiable, como si nuestro valor fuera algo tan etéreo como el Código Civil, en vez de algo tan profundo como la nación. A pesar de los que creen que sólo podemos sentirnos orgullosos de la bandera porque aprobamos el matrimonio gay (les juro que este argumento es uno de los más utilizados en la izquierda), hagamos un pequeño repaso de alguna que otra hazaña trascendente.
Por empezar con un acontecimiento reciente, somos el país de Trajano, el emperador romano de la guerra; de Adriano, el de las artes; y de Teodosio I, que además de servir de inspiración para los trajes de Fernando López Miras también fue el que estableció el cristianismo como religión oficial del Imperio.
Podríamos hablar de cómo frenamos la expansión musulmana al resto de Europa, pero en realidad eso no dice tanto de nosotros como el hecho de que en 1492 recuperáramos todo el territorio con la toma de Granada y ese mismo año descubriéramos América en la mayor gesta civilizatoria que se haya dado jamás en la Historia. Este hecho no es anécdota, es categoría de qué es España: que en el mismo año en el que conseguimos nuestra mayor hazaña, que fue nuestra propia reconquista interna, ambicionamos y conseguimos una aun mayor, que fue descubrir el nuevo mundo y cambiar el curso de la historia para siempre.
Ahora que importan mucho muchísimo todos los derechos humanos (excepto si quien los niega es Hamás), convendría recordar que su germen es por supuesto español, con las Leyes de Indias con las que se reconocían todos los derechos a los indígenas. Por poner un poco de contexto, en la España de ultramar la Reina Isabel promulgó la legalidad, y conveniencia, de los matrimonios interraciales en 1503. En los grandiosos Estados Unidos de América no fue legal que se casaran un negro y un blanco hasta 1967. Quinientos años de diferencia de nada.
Podemos pasarnos horas hablando de nuestra resistencia al invasor contra los franceses, de aquel 2 de mayo que le enseñó a Napoleón que España no era una sucursal francesa ni nada que remotamente se le pareciera, de cómo transformamos una guerra civil y una dictadura en una transición hacia la mayor convivencia que hayamos tenido nunca, de cómo soportamos el terrorismo más cruel con un país que hizo tener miedo hasta al mismísimo diablo entonces encarnado en HB.
Obvio la cristianización de medio mundo, el impulso de las ciencias, la expansión del español como patria común de pensamiento, al Rey más preparado, a Rafa Nadal o incluso al Real Madrid.
Alguna que otra frivolidad encerrada en el único mensaje que importa: qué bonito es ser español incluso cuando parecía que Georgia nos ganaba. En 1492 aún no teníamos tres Eurocopas. En un par de semanas, quizás cambie la historia.