Cierren filas, ¡llegó la revolución liberal!

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“Cuantas más restricciones existan y más artificiales sean los tabúes que haya en el mundo, más se empobrecerá la gente… Cuanta más prominencia se dé a las leyes y regulaciones, más ladrones y bandidos habrá.” Lao-Tse

El Estado Constitucional tuvo su origen con J. Locke, Montesquieu, Rousseau, T. Jefferson y Siéyes durante los siglos XVII, XVIII y XIX como consecuencia del hundimiento del sistema feudal. Dentro de las exigencias del pensamiento liberal constitucional todo Estado debía poseer una constitución no otorgada en la que introducir la división de poderes y garantizar los derechos fundamentales. El Estado Constitucional es elegido por sus ciudadanos a través de un sistema democrático en el que eligen a sus representantes a través del voto en unas elecciones libres y periódicas. Por lo tanto, los Estados modernos son respuesta al fracaso de un sistema de organización feudal basado en la separación de poderes, los derechos fundamentales y la democracia. Sin embargo, el principal problema y defecto del Estado es su poder y el incentivo que subyace en quien lo ostenta de perpetuarse en él. Pues como decía Maquiavelo; el Estado es el órgano superior soberano e independiente por encima del cual no existe autoridad superior.

El Estado por lo tanto, debe desarrollarse a través de la separación del poder legislativo -las cortes generales-, ejecutivo -presidente y consejo de ministro- y judicial -los jueces y tribunales superiores- al amparo de la Constitución. Este hecho como vemos es un principio fundacional de papá Estado, establecido para evitar que la corrupción política permita a líderes autoritarios apropiarse del poder, algo que como hemos visto a lo largo de la historia, no es un búnker infranqueable, más bien una posibilidad que cada cierto tiempo se repite. Hecha la Ley, hecha la trampa. ¿Recuerdan?

Por este motivo los libertarios no somos estatistas, puesto que entendemos que la corruptibilidad del poder es un riesgo innato en el Estado moderno y que la única manera de evolucionar es a través de un proceso pacífico de revolución que nos permita avanzar hacia un nuevo orden de organización social, basado más en devolver la responsabilidad del bienestar a la sociedad civil y no al Estado. Dicho de otro modo, defender la propiedad privada como eje de la sociedad como evolución natural hacia un sistema que garantice una mayor libertad de los ciudadanos sin la necesidad del poder coercitivo del Estado y su maraña regulatoria, y al amparo de la Ley aceptada por todos. Este hecho revolucionario per se, no es exiguo de preguntas para los más agnósticos adoctrinados desde nacimiento y convencidos de la necesidad del Estado. ¿Acaso no es justo el Estado del bienestar?; ¿estamos los libertarios en contra de la Ley de dependencia, sanidad, infraestructuras, educación, o SMI? ¡Por supuesto que no! Los libertarios no estamos en contra del bienestar general, estamos en contra del Estado del bienestar, puesto que creo más en el bienestar sin Estado. Cuando devuelves la responsabilidad del bienestar a la sociedad civil podemos tener mejores servicios a un coste sustancialmente menor en términos de eficiencia.

La demostrada incapacidad del Estado para gestionar los recursos de todos se evidencia mediante la ilusa creencia de gratuidad de los servicios públicos que nos ha hecho romper con el nexo entre la prestación y su coste. Ejemplo de ello son las pensiones, que ocupan un 30% del gasto público y que se financian como un esquema piramidal, marcando las políticas migratorias actuales que tanto daño están creando a la sociedad hoy en día y estrangulando la capacidad de ahorro e inversión de una economía basada en el gasto que suponen las pensiones de reparto versus el ahorro que suponen las pensiones de capitalización que son más sostenibles y más baratas, pues a veces se nos olvida que el 35% de nuestro salario se va en el sistema de reparto. Salario diferido le llaman, para mí son impuestos ya que no me dejan decidir en libertad acerca de mi riqueza. ¿Acaso no sería más barato, eficiente y sostenible garantizar nuestras pensiones con un sistema de capitalización? Lo mismo pasa con la sanidad y las infraestructuras, en general el coste de los servicios públicos en término de eficiencia es inmenso y eso provoca que aquellos que salen perdiendo sean los más necesitados, y es precisamente porque tenemos que ayudar a los más necesitados por lo que debemos de devolver la responsabilidad del bienestar a la sociedad civil tras el fracaso del Estado moderno.

Y lo mismo sucede en la empresa privada, que se ve lastrada en su crecimiento, especialmente en Europa como consecuencia de una maraña regulatoria inservible e infumable. La lógica del mercado capitalista es buscar la cooperación social de los agentes económicos mediante la inversión y el incentivo. El crecimiento económico nace de la innovación y sin inversión no se innova. Intentar regular las empresas como si fueran competitivas elimina el factor de los márgenes y de la ‘cuasi renta’, lo que provoca que las empresas con beneficios superiores se conviertan en compañías de rendimiento de escala, imposibilitando la inversión en innovación y matando el potencial creativo del ser humano. La ‘cuasi renta’ se produce cuando existen equipos productivos especiales derivados de innovaciones tecnológicas aún no difundidas, y tratar de expropiar la ‘cuasi renta’ con la excusa del bienestar general, lejos de ayudar, ¡entorpece! La única solución consiste en desregular, abrirse a la competencia y ofrecer los máximos incentivos a la inversión, ¡fin!

Sin embargo, como vemos en la actualidad política, nuestros gobernantes ávidos de poder demuestran constantemente que su incentivo no es otro que gobernar para ostentar más poder y no para servir a sus ciudadanos, que es por lo que se les paga. Prueba de ello es el debate respecto al CGPJ, un debate que bajo mi punto de vista no debería ni siquiera existir. Al final, la pericia de nuestros políticos es tal, que son capaces de hilvanar un acuerdo sobre la renovación del CGPJ con un acuerdo que en realidad sigue siendo un desacuerdo para hacer posible que prospere el único acuerdo real, que es el reparto del poder judicial entre el bipartidismo que tanto lastra a este país.

Lao Tse decía que cuantas más restricciones existan y más artificiales sean los tabúes que haya en el mundo, más se empobrecerá la gente. Y cuanta más prominencia se le de a la regulación más ladrones habrá… ¿Están ustedes de acuerdo? Para mi el único poder que realmente prevalece y debe perdurar es el poder de la libertad y de la propiedad privada, de cualquier otra manera existirá la coacción, la coercibilidad y la injusticia social. Hoy, señoras y señores, tenemos el poder de poder decidir. Cierren filas, ¡llegó la revolución liberal!

Gisela Turazzini, Blackbird Bank Founder CEO.

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