China se desacelera…
Uno de los escenarios probables que se barajaba desde meses atrás era la desaceleración del gigante chino que se confirma con los datos correspondientes al segundo trimestre de este año: China crece solo al 6,2%, cuando en el primer trimestre lo había hecho al 6,4%. De inmediato, la atronadora voz de Donald Trump resuena, vía Twitter, jactándose del éxito de su política arancelaria y diciendo que miles de empresas abandonan territorio chino…La reacción de Trump se produce en plena tregua entre Estados Unidos y China en la guerra arancelaria.
El enfriamiento de la economía china, por tanto, se confirma. China está en plena transición económica hacia un mayor peso del sector terciario, sus exportaciones se contraen y la tensión comercial le perjudica. De momento, no dan sus frutos las medidas fiscales expansivas adoptadas en China, bajando impuestos, dando financiación a las empresas y poniendo en marcha inversiones en infraestructuras. Los peores augurios apuntan a que la economía china en 2020 solo crecerá al 6%. Poco, para un país que en 2007 creció al 14,2% y en 2010 al 10,6%. Desde entonces, el PIB de china se ha desacelerado hasta el 6,6% de 2018.
Y asoman las dudas. ¿Hasta qué punto la presión arancelaria de Trump perjudica a China? ¿El problema solo es China o esa desaceleración de su economía comporta más secuelas? Muchos países pisan con fuerza si China tira. Son sus proveedores. Son los exportadores de materias primas, de petróleo, quienes también se benefician del tirón chino. Si la segunda economía del mundo, a título individual, por detrás de Estados Unidos se gripa, el contagio afecta por doquier. Menos empuje chino significa menos exportaciones europeas hacia el país asiático. En otras palabras, empresas que venden menos y reajustes necesarios en sus cuentas de resultados.
China, en el año 2001 tenía un PIB de 1,495 billones de euros. En 2003 y 2004, su PIB se cifró, respectivamente en 1,467 y 1,571 billones. España, en aquellos dos años, se encontraba dos puestos más abajo que China, que era la sexta potencia del mundo, superada por Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido y Francia, Tras China, en 2003 y 2004, aparecía Italia, cuyo PIB casi tuteaba al de China y, a continuación, España. ¡Éramos G-8, por delante de Canadá!
Los chinos iban empujando su economía, creciendo en 2001 al 8,3%, en 2002 al 9,1% y tanto en 2003 y 2004 al 10%. Luego, entre 2005 y 2007 su PIB galopaba, del 11,3% al 14,2%. En 2008, el contagio de la gran crisis le pasaba una pequeña factura y su aumento del PIB se contraía al 9,6%. Sin embargo, en 2010 recuperaba fuelle creciendo al 10,6%. Desde 2011, cuando crecía al 9,5%, la economía china entra en un tímido declive, y su descenso, por ejemplo, en 2014, se traducía en un incremento del PIB del 7,3%.
China, con todo, no deja de ser un gran país emergente y como tal se enfrenta a los peajes del crecimiento, al temor del proteccionismo con un elevado coste para los asiáticos que están en el ojo del huracán, su endeudamiento privado es elevado y una parte se califica de pseudo-público. Las tensiones geopolíticas implican aversión al riesgo. No sé hasta qué punto la bravata de Donald Trump de que miles de empresas se van de China es correcta, pero lo que sí es indudable es que las tensiones geopolíticas y de cariz económico, con trasfondo financiero, están en el origen de posibles salidas de capitales de las economías emergentes que buscan refugios en lo que se califica de economías aburridas, como, con todo el respeto, sería Suiza.