Carta abierta a Lucía Caram, «Sor»
Señora Caram:
Como bien debería saber, con independencia del credo religioso, a la mayoría de la gente le enternece la figura de una monja. Representan ese grupo de mujeres increíblemente respetables y admiradas. Provocan esa sonrisa de afecto, de agradecimiento, incluso de ternura. Es la sonrisa que de manera natural y espontánea provoca un niño, un paisaje o el mar. Pero con usted, disculpe por ello, el efecto es justo el contrario. En su aireado afán por dar la nota, ha conseguido provocar un incontrolable sentimiento de rechazo e incluso de repudio. Es curioso. En todo este “circo” que supone el llamado proces aparecen un sinfín de individuos y comediantes, trileros y mentirosos, que por un incierto y desconocido motivo han destrozado una sociedad entera. Y usted figura en primera línea, entre ellos, emergiendo con luz propia, vomitando lo contrario de lo que representa.
Hágame caso. Quítese el hábito. No lo manche ni emponzoñe más. Se supone que ha sido consagrada dentro de una orden religiosa que sigue habitualmente una vida monástica y que se acoge a una serie de reglas sobre todo de carácter moral. Mientras desde sus funciones pastorales y religiosas, de forma altruista, debería ocuparse de los pobres, ayudar en los comedores sociales, colaborar en las escuelas, ayudar con catequesis o en las parroquias o acoger y cuidar a enfermos o ancianos, desde su púlpito emponzoñado con ira inocula lo menos piadoso que pudiera existir. Sea sincera consigo misma y dedíquese a lo que más le gusta. Su mensaje desprende odio y su “rosario” diario consiste en ofender, menospreciar y humillar con su venenosa lengua a cuantos no comulgan con uusted, defendiendo una ideología xenófoba, excluyente, totalitaria y antisolidaria, que quebranta nuestra convivencia, siembra odio, impone la mentira y fomenta el engaño. Es monja contemplativa. Contemple su aportación a la Cataluña de hoy teñida de ruina moral y familias descompuestas fruto de sus “epístolas” repletas de hiel. No hable de “Cataluña como pueblo”.
Hable de una sociedad dividida y fragmentada por ese proceso tiránico, que es al tiempo un negocio del que usted parece vivir. Tiene la misma responsabilidad que aquellos que hoy se encuentran encausados. Pero quizá la suya sea mucho más execrable, pues para los mismos fines y con las mismas ideas sabe que se encuentra amparada bajo su enfangado hábito. Si tuviera un ápice de honorabilidad y se esforzara en analizar su incoherencia, corregiría su rumbo y pediría perdón. Ha traicionado y apostatado de toda norma moral que como monja le es exigible. Se ha parapetado en el púlpito de los medios amancebándose con el negocio del separatismo para no dar “palo al agua”. Ofrece constantes muestras de su bajeza intelectual cada vez que emite cualquier tipo de opinión política y sus “mensajes” son el mejor ejemplo de tósigo e incoherencia. Sí, la mayoría de los españoles votaron afirmativamente la Constitución de 1978 pero no se votó a “la nación española”.
Señora, la nación es preexistente y no se vota pues es una condición previa de legitimidad. La nación, su historia, los hitos y los fracasos de ésta desde hace más de 500 años no se van a romper con su cansino “derecho de autodeterminación”, norma de Derecho Internacional que solo se puso en práctica durante la descolonización, teñida en no pocos casos de sangre y genocidio. Conocidos sus “antecedentes” por la jerarquía eclesiástica, desconozco cómo no es apartada de sus funciones, sobre todo porque uusted ha renegado de ellas. Sor Lucía Caram, deje de hacer ya tanto ruido chirriante, hiriente y molesto. Como dijo San Vicente de Paúl, sacerdote francés y figura emblemática del catolicismo en la Francia del siglo XVII: “El ruido no hace bien; el bien no hace ruido”.