En la cárcel no están todos los que son
La entrada en prisión de José Luis Ábalos y Koldo García -sumada a la de en su día Santos Cerdán- constituye el relato gráfico más cabal del sanchismo, el de la descomposición de un régimen que agoniza. Prácticamente todos los que acompañaron a Pedro Sánchez en su travesía hacia la secretaria general del PSOE han pasado por la cárcel o están ahora en prisión, mientras sobre el entorno familiar del presidente se cierne un negro horizonte penal. Para que luego Pedro Sánchez diga que su Gobierno es el más limpio, con el de Zapatero, de la democracia. Hay que tener muy poca vergüenza para, en medio de un caudal insoportable de corrupción, presumir de limpieza democrática.
Y es que Santos Cerdán, Ábalos o Koldo García no son figuras circunstanciales o anecdóticas dentro de la estructura del sanchismo, sino sus piedras angulares, los pilares del régimen y, por supuesto, los mejores conocedores de los turbios entresijos sobre los que se construyó la figura del jefe, por lo que cobra especial relevancia lo que puedan seguir diciendo a partir de su nueva situación procesal. Es por ello que cada día que pasa se extiende aún más la sensación de que la corrupción socialista no se agota con la entrada en prisión de los dos secretarios de Organización y de Koldo García, el hombre multiusos del sanchismo, sino que la podredumbre tiene raíces transversales que habrán de ir saliendo hasta que el tronco caiga por su propio peso. Desde luego, la sensación es que en la cárcel no están todos los que son, sino que estamos en los albores de un proceso de largo recorrido en el que la corrupción, en sus distintas formas, seguirá aflorando de forma inexorable. Políticamente, asistimos a la descomposición de un régimen en el que, en sus estertores, su cabeza más visible se aferra desesperadamente al poder sin reparar en que su poder, aun manejado de forma autocrática, no le garantiza otra cosa que la prolongación de su propia agonía.