Campeones del mundo en todo lo malo

Campeones del mundo en todo lo malo

Que Pedro Sánchez no es un tipo de fiar es algo que no sólo conocemos los españoles. Su mala fama se extiende allende nuestras fronteras. Al punto que en estos momentos es poco menos que un apestado por tres razones: su inempeorable gestión del coronavirus, su lamentable conducción de la economía precoronavirus, que se traduce en una caída a casi la mitad del crecimiento del PIB desde que okupó La Moncloa y, por encima de cualquier otra consideración, su inquebrantable alianza con los comunistas bolivarianos de Pablo Iglesias. Esto último es algo que no le perdonan la Unión Europea ni muy especialmente los Estados Unidos. La Administración Trump no lo traga, como tampoco lo tragará Joe Biden si finalmente es el que se lleva el gato al agua. La línea que separa a un republicano y un demócrata en las cosas de comer es mucho más fina que la existente entre un socialista y un popular español.

Pero si hay algo que ha provocado un descalabro en nuestro prestigio son las nulas medidas puestas en marcha a priori para atajar o, al menos, paliar un coronavirus cuyos contundentes efectos se podían adivinar sin necesidad de ser catedrático de Biología o Medicina. Tampoco hacía falta poseer una bolita de cristal o ser la Bruja Lola. Bastaba con ver un ratito, no mucho, la televisión. Las escenas de Wuhan y Lombardía cerradas a cal y canto deberían haber bastado para que nuestro Gobierno se hubiera puesto las pilas comprando test y mascarillas a discreción y para habernos confinado dos semanas antes. En una economía tan globalizada como la actual el que primero mueve ficha, gana.

Las consecuencias de haber hecho los deberes a tiempo serían antagónicas: estaríamos en no más de 10.000 muertos y el daño económico sufrido oscilaría entre la mitad y la tercera parte. Y nos jactaríamos de disfrutar de guarismos similares a los de Grecia, Corea del Sur, Alemania o Portugal. Por cierto, la experiencia de este último país demuestra que para hacerlo bien no hace falta ser liberal o de derechas, gobiernan los socialistas con apoyo externo de los comunistas, basta con echar mano del sentido común y de los mejores.

Este mentiroso, manipulador, maquiavélico y psicópata a nivel subclínico que tenemos de presidente nos aproxima a velocidades supersónicas al Tercer Mundo. En algunos apartados ya lo estamos. Las cifras del Covid-19 son para echarse a temblar. Somos los terceros del mundo en número de muertos por cada 100.000 habitantes: 57, muy lejos de la primera del ránking, que es Bélgica con 84. Reino Unido es el segundo con 62 e Italia nos sigue en la lista negra con 56. Sea como fuere, esta estadística tiene trampa toda vez que Bélgica cuenta tanto los decesos confirmados con test como los sospechosos o probables, al igual que el Reino Unido. Elemental, querido Watson: hasta un recién licenciado en Medicina sabe colegir si un paciente se ha ido por Covid-19 o no, sin necesidad de realizar un PCR. Conclusión: teniendo en cuenta este nada insignificante detalle, continuamos siendo los primeros de esta macabra clase. Conviene no olvidar que los 27.000 fallecidos de los que habla Sanidad son otro embuste de marca mayor. El Instituto Nacional de Estadística (INE), dependiente del Gobierno, revela que entre el 15 de marzo y el 11 de mayo, con casi todo dios en su casa, se registraron 47.000 muertos más que en el mismo periodo de años anteriores. Blanco y en botella.

Mientras las comunidades desvelan diariamente nuevos óbitos, el caradura de Fernando Simón habla de “cero muertos”

En número de contagios per cápita no somos los número 1 del mundo, pero tampoco es ningún consuelo que ocupemos la segunda posición. Estados Unidos lidera la tabla en infectados por cada 100.000 habitantes (627), frente a los 528 de nuestro país y los 405 del tercero en discordia, que no es otro que el Brasil de un Bolsonaro que echó mano de genialidad locoide a la hora de afrontar la pandemia y por eso le ha ido como le ha ido. Y todo ello tomando como ciertas las cifras de un Gobierno, el nuestro, que las falsifica día sí, día también. A diario se produce una sonrojante paradoja: mientras las comunidades desvelan nuevos óbitos, el caradura de Fernando Simón habla de “cero muertos”. Y no es, precisamente, porque hayan resucitado sino porque mienten como bellacos. La primer ministra belga, Sophie Wilmès, lo pudo decir más alto pero no más claro cuando la pusieron en la picota por un método estadístico que, entre otras cosas, espanta el turismo: “Hemos elegido una política de total transparencia por respeto a las víctimas y a la verdad”. Igualica que Pedro Sánchez.

La moraleja de esta estadística es perogrullesca: somos de largo los que peor han afrontado la crisis sanitaria. Porque si bien es cierto que la gran nación que dirige Donald Trump nos golea en número de contagiados en términos absolutos y por habitante no lo es menos que han registrado casi la mitad de defunciones que nosotros en términos relativos: 34 cada 100.000 ciudadanos. Por eso experimento un mix de ira profesional e hilaridad personal cuando veo a algunas televisiones esforzarse en subrayar lo malo-malísimo que es Trump y lo penosa que está resultando su labor en la lucha contra el virus mientras no dicen ni pío de un hecho que se sitúa más allá de toda duda razonable: estamos peor que la superpotencia en prácticamente todos los apartados. Los muertos y los contagios en EEUU son noticia principal en no pocos telediarios pero los que acontecen en España, no. Es más, ni siquiera cuestionan las cifras oficiales. Faltaría plus.

Tampoco estamos para dar lecciones a nadie a la hora de cuidar a nuestros sanitarios. En este apartado, desgraciadamente ganamos a todo quisqui por goleada. España tiene desde que se desencadenó la pandemia más profesionales del sector contagiados que nadie en el planeta tierra no en términos porcentuales sino, ojo al dato, ¡¡¡absolutos!!!: 51.849 a día de ayer. Lo cual demuestra que los dejaron a los pies de los caballos, que los mandaron a la guerra desarmados, que a nuestros politicuchos les importan más las fotos que la salud de quienes arriesgaban su vida para salvar las de los demás. Por eso entiendo perfectamente el cabreo de muchos de ellos cuando les comunicaron que les otorgaban el Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2020.

El apartado económico tampoco es para tirar de orgullo patrio. El informe de la OCDE hecho público el miércoles hace temblar al misterio: si hay un rebrote, el Producto Interior Bruto (PIB) de España será el que más se hunda de las economías occidentales: un 14,4%, por el 14,1% de Francia, el 14% del Reino Unido y el 8,8% de Alemania. El último informe del Fondo Monetario Internacional también prevé que en España vengan más curvas que en ningún otro Estado de nuestro entorno, excepción hecha de Italia. Nuestro PIB se contraerá un 8% y el de nuestros hermanos transalpinos un 9%, según el organismo con sede en Washington.

En paro volveremos a ser los campeones del planeta: la OCDE pronostica que la tasa se situará en el 20,1% este año y en el 21,9% en 2021. Unos guarismos que dicen mucho más si cabe si aportamos la media que la OCDE prevé para la Eurozona: un 10%. La comparación es odiosa, amén de escandalosa. Doblaremos a nuestros socios. Los augurios del Banco de España son aún más tremendistas: sitúa el nivel de desempleo a 31 de diciembre en el 23,6%. La consecuencia pone los pelos como escarpias: ostentaremos el lamentable honor de ser el país del primer mundo con mayor número de ciudadanos sin trabajo. Vamos, que lo estamos haciendo peor aún que en la anterior crisis cuando Grecia superó con un 27,4% las cifras españolas (26%). Números, por cierto, idénticos a los de Estados Unidos cuando sobrevino el crack de 1929. Números a los que, mucho me temo, nos aproximaremos nuevamente.

Las cosas se pueden poner más negras aún si cabe si reparamos en el hecho de que el 14% del PIB depende directamente del turismo y cerca del 20% indirectamente. En regiones como Baleares tres de cada cuatro euros salen de esta gran industria nacional que ahora algunos políticos más tontos que Pichote ponen en solfa. En este epígrafe es imposible hacer las cosas peor: el turismo extranjero no volverá hasta el 1 de julio salvo excepciones, 15 días más tarde que en Portugal y Francia y 27 después que Italia. El presidente del Gobierno continúa sofocando los focos del incendio con queroseno.

El mismito 15 de marzo escribí en este mismo hueco una columna premonitoria: “En las peores manos en el peor momento”. Las consecuencias ya las palpamos. Tenemos más muertos por habitante que nadie, somos los número 2 en infectados, nuestro PIB se desplomará más que el de nuestros socios, seremos los campeones del mundo occidental en paro y el turismo lo van a dejar hecho unos zorros para mucho tiempo. A este último respecto conviene no olvidar que recuperar un turista cuesta lo mismo que a un restaurante recuperar a un comensal cabreado cuando le has dado de comer basura. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias pasarán por la crisis pero la crisis no pasará por ellos. El primero se irá por donde ha venido con pensión, coche, chófer, secretarias y escoltas vitalicios hasta el día que se muera. Y el otro se reirá de nosotros porque tiene la vida resuelta hace mucho tiempo gracias a sus infames amigos venezolanos. Y los que les pagamos el sueldo nos tendremos que ajustar el cinturón hasta la asfixia, cerrar o jibarizar nuestros negocios, llorar impotentes a nuestros muertos y cruzar los dedos a ver si un juez se atreve a meterles mano.

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