Apología de un genocida
Para la vicepresidenta tercera del Gobierno de España y ministra de Trabajo, la muy comunista Yolanda Díaz, Francisco Largo Caballero, el ‘Lenin español’, es «nuestro modelo a seguir». Así se entiende todo, porque si el hombre que inspira a la ministra es Largo Caballero -responsable de las checas donde se ejecutaron a más 16.000 personas, impulsor de los tribunales populares y creador de la Junta de Defensa de Madrid y del Comité de Orden Público que dirigiría Santiago Carrillo y que llevó a cabo la siniestra ejecución de 6.000 personas en Paracuellos del Jarama- es que el sectarismo de esta mujer no conoce límites morales. ¿Pero cómo es posible rendir tributo a un sanguinario asesino como Largo Caballero, uno de los personajes más infames de nuestra historia?
Dice Yolanda Díaz que «somos deudoras y deudores del legado de Largo Caballero. Existe una absoluta actualidad de sus postulados». Pues si la ministra es deudora del legado de un criminal, habrá que convenir que la ministra es un peligro, una amenaza para la convivencia democrática. Resulta obsceno, toda una ignominia, que el Gobierno socialcomunista haya convocado un acto oficial para homenajear a un genocida. Lo que demuestra que su proyecto de Memoria Histórica no es más que un sectario instrumento alimentado de odio y de revancha, una perversión de la historia para criminalizar a un bando y ensalzar al otro, aunque estuviera dirigido por personajes tan sanguinarios como el ‘Lenin español’.
Si la democracia en la que cree el socialcomunismo es ésta, en la que a los enemigos declarados de la democracia se les pone como ejemplo, no hay nada que hacer. Porque este Gobierno sólo habla de convivencia cuando se trata de indultar a quienes subvirtieron el orden constitucional o de rendir tributo a un asesino. Ya está bien de aceptar el código de valores de una izquierda reaccionaria que se postra ante la figura de un criminal.