Ahora viene lo peor
El 1 de junio de 2018 -con el apoyo de Podemos, ERC, PDeCAT, PNV, Compromís, EH Bildu y Nueva Canaria- Pedro Sánchez fue investido presidente y “prometió” su cargo ante el Rey Felipe VI el 2 de junio. “Prometer” fue una mera licencia protocolaria, pues desde aquel aciago día no ha parado de mentir. Basta ver la tropa que le escoltó a La Moncloa. Las malas compañías definen a este dictador de bazar que se rodea de los peores enemigos de la nación española, porque no dialoga con los partidos que defienden la Constitución. Inepto en cuestiones de estado, se inventa comités de expertos y presume de asesores ilustres, pero nadie se atreve a decirle que es un inepto. Como Sánchez calza un cerebro vulgar y antojadizo, sólo admite halagos. Se pasa la ley por el forro y cuando la ley colisiona con la política, la democracia desaparece…
El Gobierno esquilma al contribuyente con impuestos delirantes para enriquecer a unos socios que lo mantienen en el poder. Le da igual arruinar a los que viven del campo, o de la pesca, a los autónomos, a los pensionistas, a los que regentan un negocio. La izquierda radical que nos gobierna ejecuta sus desmanes con impunidad escalofriante. Los primeros años de la legislatura fueron un simple ensayo para ver cuánto éramos capaces de aguantar. Y viendo que el sufrido pueblo español soporta lo que le echen, llegan los dos últimos años de esta disparatada legislatura del sanchismo, en la que se lo van a llevar a manos llenas, parapetándose en una nula transparencia, justificando bulos con bulos, desmentidos con más desmentidos y dispendios con más dispendios pues el Gobierno se ha transformado en una inmensa cueva que sólo acoge a los mangantes.
El pucherazo de la reforma laboral ha sido el punto de partida de lo que nos espera. Átense los cinturones, que Sánchez vuela en Falcon y las desgracias del pueblo llano se la sudan. Para él, gozar de salud mental significa sacudirse las inhibiciones y someter cada uno de sus impulsos a inmediata gratificación. Su lema de campaña es: “No hay más ética que la que arde”. Su ideal: “Lo único que importa soy yo”. Eso del altruismo y el comodín de la solidaridad son patrañas que no van con él, pues ni la ministra de Asuntos Sociales se las cree. Que se dispare la inflación, que haya 3.847.581 desempleados y 168.000 afiliados menos a la Seguridad Social, que el tejido productivo español tenga hoy 77.831 empresas menos que antes de la pandemia, que el índice de miseria de España doble el de Europa y que tengamos 50 millones menos de turistas, no le inquietan lo más mínimo.
Tirando de falsa propaganda y rifando los fondos europeos entre sus colegas separatistas mantendrá unido a un Gobierno disperso. Y el pueblo que se joda, que se apriete el cinturón y cumpla cada una de sus estrictas y esquizofrénicas decisiones. Que ahora viene lo peor. Quinto Horacio Flaco, el mejor poeta satírico en lengua latina ya nos previno: “Quien lograre amontonar oro, será ilustre, valeroso, y aun sabio o emperador y cuanto se le antoje”. Afortunadamente, hablaba de su gran amigo Mecenas, un hombre culto y distinguido, lo que no es, ni jamás llegará a ser, el sempiterno tramposo Sánchez.