Ada Colau, otro jarrón chino
Ada Colau ha abandonado, de momento, la política catalana y, teóricamente, se ha ido a Italia para dar clases. Pero su retirada es un fake, dado que quiere volver a intentar ser alcaldesa de Barcelona en 2027, y está preparando la estrategia para derrocar al socialista Jaume Collboni. Colau se ha transformado en algo más que un jarrón chino para los Comunes y no acepta que su oposición a dar un paso definitivo atrás esté lastrando las posibilidades de pacto con el PSC. La negativa a ceder en el 30% de vivienda social en las nuevas promociones, normativa que ha espantado a los promotores y ha paralizado la construcción de pisos en Barcelona, es la herramienta que ha usado Colau para bloquear las negociaciones presupuestarias con Collboni. El PSC barcelonés, harto de las pegas de los Comunes, ha decidido ir a la prórroga presupuestaria.
Que el Ministerio de Cultura que dirige el común Ernest Urtasun haya comprado un edificio catalogado -la Casa Gomis- situado en los aledaños del aeropuerto de El Prat indica la voluntad de la formación de Colau de ir al choque con el PSC. Esta maniobra dificulta su posible ampliación, que es defendida por los socialistas y que siempre ha contado con la tenaz oposición de la exalcaldesa. Además, el grupo de los Comunes en el Parlament se ha puesto duro con Salvador Illa, y también han usado el tema de la vivienda -el aprobar un régimen sancionador a los que se salten la ley autonómica en esta materia- como condición innegociable para dar su visto bueno a las cuentas de la Generalitat. El presupuesto está bloqueado por la negativa de ERC a apoyarlo, pero los de Colau también se han instalado en el no, lo que facilita el enroque de Junqueras.
En el horizonte están las municipales de 2027. A pesar que el frente de rechazo a Colau es amplísimo -empresarios, hosteleros, comerciantes, vecinos hartos de la inseguridad y la suciedad que generaron los Comunes y partidos como Junts, PSC, PP y VOX- la ex alcaldesa cree que puede conseguirlo, y busca desgastar a los socialistas a cualquier precio, negando a su espacio político su condición de histórico aliado del PSC. En un momento de crisis como el que vive Sumar, con la coalición haciendo aguas, sería importante para los Comunes poder fortalecer su estructura colocando en la Generalitat y en el Ayuntamiento de Barcelona a un buen número de sus peones. Pero los socialistas no quieren pactar a cualquier precio, y los Comunes están en modo enfrentamiento total para satisfacer las ansias de revancha de Ada Colau.
De hecho, los Comunes, desde los primeros meses de mandato de Collboni, le obsequiaron con varias campañas de carteles en la vía pública acusándole de venderse a los intereses empresarios e inmobiliarios. Y en sus asambleas están debatiendo que tipo de movilizaciones ciudadanas han de organizar para lanzar ofensivas conjuntas entre la calle y sus representantes en el Ayuntamiento. Todo vale para asociar la imagen del PSC como un partido lacayo de los poderes económicos frente a la identificación de los Comunes con los movimientos que defienden el feminismo, el ecologismo, el acceso a la vivienda y la justicia social. Colau sigue sin comprender que la gran mayoría de barceloneses, simplemente, no la soportan. Por eso sólo consiguió nueve de 41 regidores en las municipales de 2023 tras llevar ocho años en la alcaldía. Y no porque hubiera un complot del capital y las elites contra ella. Es que dejó la ciudad como un solar y enfadó a casi todos los sectores barceloneses.