Acabar con la democracia en cuatro pasos

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez

En su famoso libro, Levitski y Ziblatt nos cuentan cómo mueren las democracias líderes a manos de líderes que han ganado las elecciones y que, tras alcanzar el poder, cambian los principios y bases de la democracia, politizando tribunales, absorbiendo competencias del legislativo, despreciando a las minorías o mediante otras prácticas que generan desafección política y pérdida de confianza en las instituciones, lo que supone el principio de la muerte de una democracia, que es no creer en ella. ¿Les suena? Aquellos profesores americanos se saben muy bien la teoría, pero quien mejor nos enseña, día a día, cómo ponerla en práctica, es el doctor Sánchez que, en cuatro sencillos pasos, es capaz de convertir una democracia occidental en un régimen populista y autoritario. Aprendamos su método:

UNO: Eliminar la separación de poderes. Es lo más importante, los demás pasos servirán para justificar este o por si alguien se resiste. Una vez que el Gobierno controle los poderes legislativo y judicial, lo demás será coser y cantar. Para ello, basta con que la presidenta del Congreso sea un títere más y los diputados de la mayoría olviden las promesas que les llevaron a sus escaños y hagan, digan y voten a ciegas lo que les diga el jefe, aunque sea para liberar a violadores. ¿Les suena? Convertido el Parlamento en una ventanilla donde estampar un sello en cualquier papel que le lleve el ministro de turno, solo habrá debate cuando interese y el control del gobierno será pura cosmética retórica para ensalzamiento del líder. Pero eso no bastará, los jueces se seguirán vistiendo por los pies y con las leyes vigentes en la mano podrán truncar los abusos del líder. Así que, para terminar con esa incómoda separación de poderes, habrá que asaltar el Poder Judicial para que los jueces se vistan por donde el Gobierno diga. Y en eso estamos. Más fácil sería cambiar las leyes y así, esos jueces que solo atienden a la ley, no causarían problemas. Pero como las leyes que hacemos pueden ir contra la Constitución y la Constitución no se puede cambiar fácilmente, se asalta también el Tribunal Constitucional y ya está. Para ello, qué mejor que colocar allí al exministro de Justicia. En tiempos de Corcuera había ministros que dimitían si la ley que habían defendido era declarada inconstitucional. Hoy, en vez de dimitir, los ministros son nombrados para que las leyes que han defendido se declaren constitucionales. Es el método Sánchez. Yo me legislo, yo me juzgo. Como Juan Palomo.

DOS: Minar la reputación de las instituciones. Paralelamente a lo anterior, hay que desprestigiar a las Instituciones para conseguir una opinión pública favorable a un Gobierno que se enfrenta a ellas y quiere «cambiarlas». El populista autoritario quiere que veamos que todo lo hace por nosotros, por el pueblo necesitado de su protección, por nuestra convivencia. Se empieza hablando negativamente de judicialización y de sentencias revanchistas y se termina insultando directamente a los jueces: machistas, fachas, golpistas… Y esos insultos no son calentones de políticos que quieren medrar en el partido. Son una premeditada estrategia para justificar el asalto a la Justicia e, incluso, para llegar a justificar el desacato. Si el pueblo está por encima de la ley, también lo estará por encima de los jueces. Si el juez es un machista-facha-golpista, sus sentencias serán machistas-fachas-golpistas y el gobierno (el pueblo) estará por encima de las sentencias y nos librará de ellas; de momento, mediante el indulto, pero luego, ya veremos.

TRES: Opinión pública y publicada. Todo populista autoritario quiere que la opinión pública sea la opinión publicada, pero la publicada por él mismo, claro. Para ello presionará y atacará a los medios no sometidos («la derecha mediática», les llama). Y necesitará argumentadores y argumentos. Lo primero es fácil, basta mimar a un periodismo orgánico caracterizado por un rancio y pueril sectarismo de facultad, capaz de retorcer cualquier hecho o dicho para terminar culpando a Ayuso de la inseguridad en Barcelona. El argumento del populista para cargarse la separación de poderes también resulta sencillo: «la soberanía reside en el pueblo, el Parlamento representa la voluntad popular, luego el Parlamento es el pueblo y está por encima de la Ley y de los jueces». Y la deriva del argumento ya la pueden imaginar: «Como el líder populista controla el Parlamento, él es el pueblo y él dicta las leyes y las sentencias». Olvida ese argumento que la soberanía reside en el pueblo, no en el parlamento y que ni pueblo ni Parlamento están por encima de la Ley mientras esa Ley no se cambie por el procedimiento establecido y sea conforme con la Constitución. Eso es la democracia, la de verdad, no la populista. Así que, cuando Patxi López, todo un portavoz del grupo mayoritario del Congreso, dice que van a dar «un toque de atención a los jueces” o que “la soberanía reside en el Parlamento”, yo me pregunto: ¿de dónde ha salido esta gente? Olvido que están aplicando el método Sánchez.

CUATRO: ¿Y si lo anterior falla? Cabe el peligro de que el pueblo no sea tan agradecido con su líder y se acuerde de promesas incumplidas, de delincuentes, indultados, violadores liberados, pactos con rupturistas y tantas otras cosas. Cabe que el elector le dé más importancia a todo ello que a la ley de bienestar animal o al cheque cultural. Para que ello no ocurra, el método Sánchez aconseja poner en acción toda la maquinaria preelectoral. Y así tenemos a Tezanos manipulando estadísticas, a Bolaños censando a todos los bisnietos que haya por el mundo que puedan votar a Sánchez y a los medios afines dando caña a la derecha, a la derechita o la derechona, por tierra, mar y aire. Y si la maquinaria desplegada no bastase y este ingrato pueblo español se resistiese a perder su democracia y pareciera querer un cambio de Gobierno. ¿Qué haría Sánchez? Poner ojitos tras la derrota electoral y felicitar al ganador o, apretados dientes y tensada la mandíbula, antes de que ello ocurriera, generar alguna situación excepcional para sacarse de la manga la declaración de un estado de alarma o excepción y así evitar la disolución del Congreso y la celebración de elecciones. ¿Será capaz Sánchez? ¿Hasta dónde llegará su método?

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