19-J: La moderación es necesaria

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19-J: La moderación es necesaria

Con intención de que la campaña electoral  que está a punto de empezar no se convierta en un circo de insensatos, lleno de deseos atormentados de oscuras bestias aullando por un poco de gloria, invito con este texto a prescindir de la exaltación descompasada, los heroísmos exagerados y la arrogancias de leones en guerra. Voy a repasar algunas actuaciones recientes para iluminar mi mensaje, con intención de descartar esta creciente influencia siniestra, que esteriliza el vigor democrático. No voy a mencionar a todos los candidatos porque en algunos no veo ni un ápice de esperanza. Sus posibles esplendores deben importar mucho a sus familiares a la hora del almuerzo, pero la falta de coherencia y de clarividencia son para mí carencias ignominiosas.

La conquista de la opinión pública está cada vez está más reñida con la prudencia. Su suave manto puede usurpar la pusilanimidad para los tratos incestuosos con el egoísmo. En efecto, en el acto de gobernar la acción es la fuerza y la quietud es la debilidad y la decadencia. Cuantas más dificultades se acometan, teniendo razón, mayor resistencia y autoridad. Pues con todo esto sabido, y manteniendo una rectitud impecable hasta el momento en cada actuación, discurso y comparecencia, el candidato andaluz del Partido Popular es un ejemplo loable que demuestra que, en la política española, se mantiene la capacidad de ser un hombre obediente a la voz del deber, alentado por la fe en los principios, guiado por la voluntad resuelta de servir para el bien de todos los habitantes del territorio que gobierna.

Tiene la confianza de la mayoría, así se la ha ganado y así espero que se demuestre. En cuanto a la candidata del partido que termina en X, y no en S, como suele pronunciarse cada vez más. Parece que ese relajo en la entonación va parejo a un inconveniente descuido de su imagen. No se trata de llamar la atención con comportamientos más afines a la pandilla de Ministerio de Igualdad, se trata, precisamente, de todo lo contrario: de no necesitar esos alaridos de bajísimo nivel para ganarse la aceptación de los ciudadanos.

Si la ideología que un partido defiende, aunque no lo haga explícitamente, es el respeto a las formas tradiciones, a la buena educación, al diálogo correcto como forma de entendimiento, ¿a qué viene ponerse una camiseta tras otra para llamar la atención? El honor a la esencia de este partido se va filtrando con grietas que ponen en duda, muy desagradablemente, el prestigio de su candidata como ejemplo de confianza inequívoca. Como previsión y desenvolvimiento de lo venidero -la esencia de gobernar es prevenir-, no se puede caer en lo espinoso del aplauso fácil. La integridad y la autoridad moral son las dos únicas armas que debes explotar, Macarena. Las mochilas, las camisetas, las flores facilonas en el pelo, los gritos desquiciados, el enormísimo absurdo corresponden a otros partidos. No nos desviemos.

En cuanto al resto de candidatos y partidos, siento decirles que el poco espacio que me queda y lo poco brillante de su representación no me están facilitando las cosas. La visita reciente del presidente Sánchez a Sevilla para grabar una parte de su serie filmográfica en el popular AVE, tuvo escasísimo público, a pesar del tradicional entusiasmo al PSOE que ha sido seña de identidad en Andalucía. La marca está muy dañada. Es difícil separarla de la ley del deshonor que tiene como sello de identidad a este fatuo narciso. El nuevo líder del PP tampoco le está poniendo las cosas fáciles y el nerviosismo se está instalando en el Gobierno. El candidato Espadas es un hombre más bien solo, que debe observar con resignación la falta de contención verbal de Calviño y Bolaños. El marujeo de mercado se está agudizando con la situación. Yo lo concibo como una bofetada para el pueblo español. Reclamemos la calma y la moderación como bienes necesarios. La ira que cada cual se la guarde bajo su almohada. Nada de egoísmos individuales, un político debe enriquecer, ennoblecer y vigorizar la vida pública. Y ahora hablamos de Andalucía, que no es cualquier cosa.

Como viene siendo cada vez más usual, cuando se acercan unas elecciones, se echa profundamente de menos una mínima recopilación de las ideas políticas y las doctrinas de gobierno de los partidos políticos que compiten por el poder. La propaganda directa, personal, no tiene que estar basada en el escándalo, ni en la destrucción a cualquier precio del contrincante; debe basarse en la exposición de los juicios y propósitos que cada uno defiende, procurando apasionar y conmover a los votantes. Un candidato político debe dominar el circuito intelectual que da origen a su partido. La máxima podría resumirse en esta cuestión: ¿Qué voy a hacer yo para complacerles?

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