11-N: El día después

11-N: El día después

¡Vaya lío tenemos montado! Cuando la política es la primera preocupación de los empresarios – como lo es – mal vamos. Sin gobernabilidad ni tampoco estabilidad política en España, hablar de presupuestos y de medidas económicas atinadas está fuera de lugar. El escenario resultante de las elecciones de ayer, desde el punto de vista económico y empresarial, viene a ser el más malo. El multipartidismo reemplaza al bipartidismo y el centro político se difumina o bien se incrusta en formaciones más a la izquierda y a la derecha. En el juego de las combinaciones posibles para formar gobierno en España, no hay que descartar una opción auténticamente de izquierdas, entre PSOE y Unidas Podemos, con el apoyo de alguna que otra fuerza política incluso de ribetes independentistas. La sacudida, en tal caso, para la economía sería contundente con aumentos de impuestos a mansalva, propensión a un dadivoso gasto público, desajustes presupuestarios, una economía subsidiada y, lo peor, una sovietización de la misma. Ya hay quien tiembla ante esa posibilidad porque a las complicaciones que estos días asoman por el horizonte económico, se añaden las consecuencias políticas de los comicios del domingo 10-N.

Uno piensa que el momento electoral no podía pillar en peor tesitura, económicamente hablando. Estos son tiempos de dificultades pese a que la economía europea siga creciendo en 2019, 2020 e incluso 2021, aunque perdiendo gas. La zona euro crecerá este año al 1,1%, en 2020 al 1,2% y previsiblemente en 2021 repetirá tal aumento de su producto interior bruto. Mejor apunta la previsión de crecimiento de la Unión Europea, tanto de los 27 como de los 28, con un incremento estabilizado en el 1,4% para cada uno de los años del trienio 2019 – 2021.

La realidad, en cualquier caso, es que Europa, decíamos, pierde gas en términos económicos. La industria manufacturera europea se encuentra en horas bajas por el complicado entorno internacional, sin que se vean serios visos de resolución de los conflictos en esta hora, y el sector servicios – que supone el 70% del valor añadido bruto de Europa – se contagia del virus que afecta a la industria.

Debido a las tensiones internacionales, el comercio exterior sigue flojeando y si Estados Unidos y China se resienten, la economía europea, aperturista por excelencia y primer jugador de los mercados internacionales, es la más perjudicada.

Así que ante tanta incertidumbre externa, al final, todo dependerá de que tiren los mercados nacionales, de que haya crecimientos salariales – atentos en este punto porque igual crecen más los salarios que la productividad y eso sería perjudicial para el mercado de trabajo a corto y medio plazo, al dar pie a ajustes de empleo y frenar la contratación de desempleados -, también de que la financiación siga siendo generosa y baratilla e, incluso, que la política fiscal de los países europeos favorezca impulsos económicos si las cuentas públicas lo permiten…, que no es, lamentablemente, el caso de nuestro país.

Sin embargo, la gran duda es si bastará con esos factores nacionales para que la economía europea tire. Que la zona euro crezca este año, como indicábamos, un pírrico 1,1%, Alemania un diminuto 0,4%, Italia un insignificante 0,1%, Francia al 1,3%…, dispara las advertencias en una España trémula y frágil políticamente – cuya previsión de crecimiento se encoge al 1,9% para este año y desciende al 1,5% en 2020 y al 1,4% en 2021 -, que no sé si encontrará, a partir de hoy, su brújula económica…

Oigo que se habla de posibles coaliciones sensatas, es decir, de que los dos grandes partidos unan sus esfuerzos y renuncien a posiciones egoístas, pensando en sumar y aunar esfuerzos para hacer que el país tire adelante. Incluso, de que entren en el futuro gobierno personalidades independientes que tomen las riendas de algunas parcelas. Eso sería buscar un gobierno consistente, cabal, integrado por políticos, estadistas y tecnócratas, que dieran coherencia gubernamental y encarrilaran a España, durante los próximos cuatro años, por unos cauces procedentes. Hasta cierto punto, evocar aquellos Pactos de la Moncloa que ayudaron a encauzar a España en una encrucijada clave, no es un simple brindis al sol. Tal y como están las cosas, con el hartazgo de la ciudadanía, cristalizando en el menor número de votantes, y con algo de repugnancia por las gesticulaciones políticas, bajo el flagelo de tensiones que perjudican la marcha de nuestra economía, cuando se avecinan dificultades, reclamar un consenso político que confiera estabilidad gubernamental y no precariedad, no es una osadía.

De cualquier manera, estos días serán ajetreados. En cada jornada surgirán nuevas especulaciones de índole política, movimientos de acercamiento o distanciamiento entre formaciones, aflorarán sus más y sus menos, brotarán discrepancias, se montarán puestas en escena cara a la galería y un largo etcétera de actuaciones y decorados se irán sucediendo, pero lo más importante que es reaccionar desde el punto de vista económico para hacer frente a las complicaciones, seguirá siendo un asunto menor al que más allá de palabras huecas y habladurías impregnadas de promesas, no se le prestará la mínima atención. La andadura que iniciamos hoy se antoja económicamente comprometida, sin hoja de ruta.

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